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La resistencia a Lenín Moreno y al FMI en Ecuador

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Patricio López

DIARIO UNIVERSIDAD DE CHILE, Martes 8 de octubre 2019

Momentos dramáticos y tal vez definitivos se viven en estas horas en Ecuador. La noche del lunes, ante la irrupción masiva de decenas de miles de indígenas en el centro de Quito, el presidente Lenín Moreno anunció en cadena nacional el traslado de la sede de gobierno a Guayaquil. Durante la jornada, decenas de videos caseros dieron cuenta de la masividad de las manifestaciones, de la presencia generalizada de tanquetas del Ejército en las calles y de una a veces brutal represión, con una cantidad indeterminada de muertos.

Todo se precipitó hace una semana cuando el pasado lunes, Moreno anunció una serie de medidas económicas y un paquete de reformas, que generaron el descontento en gran parte de la población. Todas ellas, como consecuencia de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para recibir créditos. El principal anuncio fue la eliminación del subsidio estatal a las gasolinas y al diésel, además de la liberalización de sus precios.

Hay que comprender que esta medida afecta de manera directa en el bolsillo de las familias, en el transporte y en todas las actividades económicas que lo requieren, porque, entre otras cosas, incrementará los precios de productos y servicios en el país. Esto, al no ir acompañado del aumento de salarios, debería devenir en la caída del poder adquisitivo de la población. Pero, además, tiene un alto componente simbólico, porque el subsidio a los combustibles representa para el imaginario colectivo la medida por excelencia de política pública en favor de los sectores más precarios. Es decir, el pueblo ecuatoriano no solo juzgó la medida en su propio mérito, sino la audacia de un presidente que se atrevió a ir más allá que cualquiera de sus predecesores, incluidos los presidentes de la llamada “década neoliberal en América Latina”, en los 90 del siglo pasado.

Asombrosamente, estas medidas no han sido las únicas tomadas en la misma dirección por un presidente que llegó al gobierno en representación de la llamada Revolución Ciudadana, que había ejecutado políticas muy distintas a las actuales. De ese giro, de la ruptura con sus antiguos socios y de su acercamiento a Estados Unidos proviene el calificativo de “traidor” que usan recurrentemente sus ex partidarios y que ayer fue repetido, entre otros, por el ex presidente de Uruguay, José Mujica.

Durante su gobierno, Moreno ya había acometido una significativa reducción del aparato público, con la supresión y fusión de ministerios: de 40 solo quedan 20, lo que derivó en despidos masivos de empleados públicos. También anunció la entrega a privados de empresas públicas, como la Corporación Nacional de Telecomunicaciones, la aerolínea Tame y Correos del Ecuador. Además, el año pasado hubo recortes de recursos para educación, salud y cultura, aduciendo la falta de recursos.

En conversación que tuviéramos el lunes, el analista internacional Guillermo Holzmann afirmó que la situación era realmente grave y que no estaba seguro si Moreno estaba aquilatándola. Recordó que la última vez que los indígenas irrumpieron en Quito, en 2000, el entonces presidente Jamil Mahuad debió escapar en helicóptero del palacio presidencial. No es muy distinto a lo de anoche cuando el Presidente anunció, rodeado de militares, que había trasladado la sede de gobierno a Guayaquil.

Llama la atención que, en medio de una movilización generalizada, Moreno haya culpado de la situación en el país a una conspiración de Rafael Correa y Nicolás Maduro. Imaginamos que el expresidente es incapaz de movilizar por sí solo a cientos de miles de personas pero, si así fuera, quiere decir que el problema en última instancia es político y que la base electoral de la otrora revolución ciudadana sigue reconociendo como su líder a Correa. Como sea, los acontecimientos evolucionan con vértigo y hoy debemos ir siguiendo minuto a minuto el devenir en un país que, hace pocos meses, parecía encarnar juntos a otros el auge en la región de las ideas de derecha, pero que ahora retrocede ante el cambio generalizado de las circunstancias.

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