EL MUNDO, ESPAÑA
«Un cóctel molotov». Así ha calificado en un comunicado Jay Timmons, el consejero delegado de la Asociación de Manufacturas de EEUU, la amenaza de Donald Trump de empezar el 10 de junio a imponer aranceles del 5% a la importación de bienes mexicanos e irlos subiendo hasta el mes de octubre, cuando alcanzarían el 25%. En total, el 80% de las exportaciones mexicanas van a Estados Unidos.
Según Gregory Daco, economista jefe de la consultora Oxford Economics, unos aranceles del 25% rebañarían al menos siete décimas de crecimiento de EEUU en 2020, hasta dejarlo en un minúsculo 1%. Para México las consecuencias podrían ser devastadoras, y el país quedaría sepultado en una recesión.
El cálculo de Daco se basa en una cifra inapelable: el 40% de los 350.000 millones de dólares (314.000 millones de euros) que México exporta a Estados Unidos son bienes intermedios. O sea, productos que son susceptibles de ser empleados en la producción de otros bienes. Aunque la prensa estadounidense esté hablando del impacto que los aranceles de Trump podrían tener en los margaritas -que se elaboran con tequila- o en el guacamole -muy empleado en los restaurantes tex-mex- el verdadero impacto es en sectores como la automoción, que usan de manera masiva componentes fabricados en México.
Así que imponer un arancel a esos componentes va a subir los precios de toda la cadena de valor en Estados Unidos. Y ésa es la razón por la que las empresas manufactureras están muy preocupadas. Las principales exportaciones de México no son guacamole o tequila, sino automóviles, teléfonos móviles, componentes electrónicos, pantallas, televisiones, y ordenadores. Muchos de esos bienes se ensamblan en Estados Unidos antes de ser puestos a la venta o exportados a otros países. De hecho, el 40% de los bienes que México exporta a EEUU han sido fabricados en ese último país. Hay productos que cruzan la frontera hasta media docena de veces antes de ser puestos en venta.
La decisión de Trump, además, es incongruente. Llega justo dos semanas después de que el presidente de Estados Unidoslevantara los aranceles a la importación de acero y aluminio de ese país y de Canadá. Claro que la razón de esa medida fue simplemente que ambos países habían contraatacado a las medidas proteccionistas de Washington cerrando sus mercados a la importación de bienes agrícolas estadounidenses. La necesidad de Trump de lograr el apoyo del campo en su reelección en 2020 fue lo que le llevó a dar marcha atrás en sus sanciones.
Por si eso fuera poco, la decisión del presidente de Estados Unidos se produce justo cuando acaba de pedir al Congreso de su país que ratifique la reforma del tratado de libre comercio con México y Canadá que se alcanzó el año pasado. Si antes era improbable que Trump lograra que el Legislativo sancione el nuevo acuerdo, porque la oposición demócrata controla la Cámara de Representantes, la amenaza de aranceles extra ha extendido ese rechazo incluso al propio Partido Republicano al que pertenece Trump. Además, el presidente de Estados Unidos ha lanzado su órdago cuando tanto México como Canadá están estudiando la ratificación del tratado.
La reacción del mercado, entretanto, ha sido de cautela, con caídas en las bolsas y subidas en la deuda pública de EEUU y Alemania. El precio del petróleo también ha bajado porque ésta es una medida que, de llevarse a cabo, provocaría un frenazo de la economía mundial y menos demanda. Finalmente, está el factor de la incertidumbre. Como explica Jason Marczak, director del Centro Adrienne Arsht para América Latina del think tank de Washington Atlantic Council, «si esta acción se lleva a cabo, acabará de forma inmediata en los tribunales».
