VIENTO PATAGÓN
Andrés Gillmore
Desde el año 2000 que en Chile se ha venido hablando sobre los graves problemas de los suelos y el deterioro del componente esencial para la producción agrícola. Este tema de gran relevancia para la sustentabilidad. Con el pasar de las décadas ha ido desencadenado la pérdida de la fertilidad del suelo, por la pérdida de los nutrientes del suelo y la compactación de las tierras de cultivo, en muchos casos por la salinización de las aguas utilizadas para riego o simplemente por la pérdida de este esencial recurso, que ha dado como resultado la pérdida de una gran cantidad de superficie agrícola producto del crecimiento urbano y del crecimiento de las plantaciones forestales de pinos y eucaliptos en territorios de primera calidad para la agricultura. Sumando los daños que estan ocurriendo en los cultivos producto de la irrigación con aguas contaminadas, la erosión de la agrobiodiversidad y la extinción de variedades de la fauna silvestre ante la escasez de agua en algunas regiones por la deforestación de los bosques. Estos daños ecológicos, nos hacen suponer que de no hacerse un cambio sustancial en la forma y en el fondo en las estrategias de desarrollo, nos espera como país un futuro poco alentador y si a eso le sumamos los desarrollos mineros y salmoneros, el país esta imbuido en una gran crisis existencial de lo que al parecer no tiene salida, ante gobiernos que no han tenido la capacidad de resolver el problema, por los diferentes intereses creados que pujan para que no ocurra el cambio de paradigma.
La gran diferencia que nos trae el siglo 21 en la forma en que debemos implementar las estrategias de desarrollo productivo en los territorios regionales, es que debemos entender que los territorios al igual que los cuerpos humanos son entes vivos, que necesitan balance, armonía y se debe respetar por sobre todas las cosas sus capacidades de carga. De lo contrario los territorios y los que habitan en el tanto la vida humana como la flora y la fauna pierden sustentabilidad y proyección de futuro, tal como esta ocurriendo en la mayoría de las regiones en la actualidad. El desarrollismo desenfrenado sustentado en la minería, la salmonicultura y la industrial de la celulosa, le esta quitando a Chile su proyección de futuro y sus sustentabilidad y como tal nos esta pasando la cuenta, al destruir y contaminar los territorios.
La crisis alimentaria que se ha presentado en los últimos años, que nos ha hecho que dependamos de la importación de productos básicos de subsistencia y con un mar que fue entregado a los industriales con la nueva Ley de Pesca, que lo depredan flotas extranjeras con la pesca de arrastre para producir harina de pescado para alimentar ganado en otros países, debe hacernos reflexionar sobre la necesidad de transformar el modelo agrícola convencional que se está desarrollando en la actualidad a uno que nos permita ser por sobre todas las cosas autosuficientes.
El productivismo actual basado en monocultivos, hace que seamos altamente dependiente de insumos externos y la industrialización de la producción de alimentos, esta generando una crisis medioambiental sin precedentes a escala global y que en Chile la estamos viviendo hace rato. Por ello en tal sentido debemos entender, que la huella ecológica que estamos dejando, con las grandes cantidades de C02 que estamos generando, esta demostrando que la capacidad de carga y regeneración de la tierra ha sido superada completamente y que no existen los recursos suficientes para satisfacer la demanda alimentaria que existe actualmente en Chile y cada año que pasa, el problema se agrava aun más, producto de la búsqueda de un crecimiento económico que no es desarrollo.
El año 2003 en Chile según estadísticas, el consumo superó en un 25% la capacidad de carga de lo que podemos producir, reflejando que estamos viviendo un formato de desarrollo difícil de sostener y para que sea sustentable, se requiere un cambio radical en la forma de diseñar y estructurar las estrategias de desarrollo. La humanidad como un todo está enfrentando grandes desafíos simplemente para sobrevivir, ejerciendo una presión nunca antes vista en la producción de alimentos y que esta muy complicado, por el agotamiento de las fuentes de energía fósil; sin entender la innegable necesidad que tiene la sociedad para su sustentabilidad, trabajar por un desarrollo social armónico y balanceado en lo económico, que permita a las comunidades cubrir sus necesidades básicas, tales como alimentos, vestido, vivienda, transporte, salud, recreación y educación sin destruir el entorno y sin tener que pagar un alto costo ecológico, que como sabemos atenta contra la existencia de la raza humana.
La adopción de las tecnologías propuestas por la Revolución Verde y la agricultura convencional, ha sido aceptada por productores y técnicos expertos en la materia, sustentados en tecnologías basadas en monocultivos a gran escala, que requieren el uso intensivo de insumos sintéticos químicos, con un alto grado de mecanización para la preparación de los suelos, siembra, fertilización y cosecha y con una alta dependencia del mercado.
En la actualidad muchos comunidades no han adoptado este modelo y se han resistido a los cambios en la manera de producir. Cambios que se originaron en los años 60, con la incorporación de una semilla milagrosa capaz de multiplicar la producción de los rubros agrícolas por hectárea cultivada en los rubros maíz, trigo y soya; las cuales fueron la clave para combatir el hambre del mundo y que se traduciría en mayores ingresos y una mejora en la calidad de vida de los campesinos y eso mismo es lo que nos esta complicando en la actualidad. La biotecnología como modernización de la Revolución Verde, ha creado productos transgénicos, llamados organismos genéticamente modificados (OGMS) que poseen un alto rendimiento, pero presentan un alto rechazo en la población por los efectos secundarios que generan sobre los organismos silvestres y por el uso indiscriminado de los agroquímicos que se requieren para el desarrollo de estos cultivos y que tantos daños ambientales ha estado causado.
Estados Unidos es el país con la mayor superficie sembrada con productos transgénicos del planeta. Alimentos que son destinados mayoritariamente a la agroindustria y para el procesamiento de alimentos concentrados para animales de consumo y la producción de biocombustibles para la alimentación del parque automotor. En este orden de ideas, esta más que claro dado el contexto del cambio climático y el calentamiento global y todo lo que ellos propone; es un crimen y de grandes proporciones utilizar los recursos naturales para producir alimentos para animales y vehículos y no para alimentar a los seres humanos. La producción de alimentos en los Estados Unidos, en la actualidad sería suficiente para alimentar a una población de aproximadamente 2.000 millones de personas, pero por increíble que esto pueda parecernos, el 80% de esta producción no está destinada para tal fin, sino, para producir las mercancías antes mencionadas, traduciéndose en lo que se ha denominado como un ECOCIDIO.
La globalización del capital y de las corporaciones privadas, ha traído como consecuencia la internalización del precio de los alimentos y de los parámetros que determinan los costos de producción, que se sabe no son los mismos en cada país, región o territorio, debido al establecimiento de un precio promedio mundial, que es determinado y controlado por las corporaciones transnacionales internacionales, que excluyen por completo otras formas de producción desarrolladas por los pequeños y medianos productores locales.
En la actualidad se hace muy necesario entender, que la independencia y la soberanía alimentaria de Chile es clave para el desarrollo sustentable del territorio nacional y su proyección de futuro y debe tomarse como una prioridad en la estrategia, que la soberanía alimentaria debe ser una política particular de cada país en el ámbito local, regional o nacional y que por lo tanto deben desarrollarse las condiciones que sean necesarias para la producción de los alimentos que son requeridos para la sobrevivencia de las comunidades y que solo debe exportarse la producción excedentaria y se importe lo que no se pueda producir por las condiciones geográficas y climáticas. Esta iniciativa, permitiría enfrentar la voracidad económica de las grandes corporaciones alimentarias, que esta transformando al mundo alimentario para mal, al homogeneizar el paisaje mediante la intensificación de los monocultivos y la dieta de los seres humanos, profundizando la dependencia alimentaria de los países subdesarrollados ante las grandes potencias mundiales.