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DONALD TRUMP (el fin de la era Reagan?)

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DONALD TRUMP

(el fin de la era Reagan?)

 

Guillermo Arenas Escudero

 

Quién lo iba a decir.

El neoliberalismo, es decir, el capitalismo en su versión más salvaje, está impugnado por por el nuevo Presidente USA: Donald Trump.

En su campaña por la presidencia (y no se divisan trazas que indiquen que vaya a cambiar de propósito) Trump prometió terminar con los tratados internacionales (NAFTA) y abortar los que estén en trámite (TTP). Es decir, poner severas trabas al “libre comercio” mediante restricciones al ingreso de mercaderías del extranjero que generen cesantía en EE.UU.

En su momento el senador por Vermont, Bernie Sanders, también apuntó a la misma causa, como fuente del problema: la pérdida de puestos de trabajo y la consiguiente precarización de la vida de los trabajadores y sectores medios. Obtuvo más de 10.000.000 de votos en las primarias demócratas y obligó a Hillary a limar (real o simuladamente) las aristas más agudas de su opción librecambista, heredada de su esposo Bill, quien desde la presidencia abjurara de la dimensión social de su programa y se convirtiera en un campeón del neoliberalismo.

Sanders llegó a profanar el lenguaje político tradicional y dominante, definiéndose como un socialista democrático, de corte escandinavo y partidario de una democracia laboral.

Donaldo Trump apuntó audazmente, desde la ultra derecha, al mismo segmento: hombres y mujeres blancos asoladas por la desocupación, acosados por el temor (sino miedo) a un futuro preñado de incertidumbres, precarizados en sus afanes cotidianos, desolados ante la devastación de la industria y/o “deslocalización” de la misma, en fin, apuntó a las personas con miedo y les ofreció seguridad, dura y cruda.

Lo hizo con  furiosa arrogancia, clamando sin ambages por una “América nuevamente grande” (sin importarle el tufillo patriotero y fascistoide que exhalaba su discurso) arremetió  contra los políticos de Washington (atacar a los señores políticos da dividendos en cualquier lugar del planeta) y aprovechando el descrédito creciente de toda la “prensa libre” estadounidense, que patrocinaba a Hillary, la enfrentó sin dar ni recibir cuartel.

No es que a Trump le disgusten los chinos (decían sus partidarios) es que el ingreso de sus productos (explicaban) dejan cesantes a los trabajadores de Ohio y Pensilvania. Ni creo (solían insistir) que le agrade prometer que levantará un muro en la frontera con México, sino que es inaceptable que las empresas del mítico Midwest se “deslocalicen” instalándose en el borde sur del río Bravo (como se le llama en  México) río Grande (como se le nombra en EE.UU.) provocando cesantía en Michigan y Wisconsi.

Lo cierto es, que el neoliberalismo, no perdonó ni a Estados Unidos ni a México. Los norteamericanos quedaron cesantes, en razón que el valor del precio del trabajo no podía competir con la ganga que costaba en el mexicano desierto de Sonora. Allí emergieron por miles las maquiladoras al amparo del NAFTA quedando cientos de miles de mujeres y hombres sometidos a las peores condiciones de trabajo y de vida. (Roberto Bolaño escribe descarnadamente la irrupción de esa super expoliación y degradación humana en su célebre novela 2666).

No es que el brujo (EE.UU.) fuere víctima inopinada de su propia pócima (el neoliberalismo) es que el neoliberalismo no respeta a nada, ni siquiera a la metrópolis imperial.

Con todo, los demócratas consiguieron mayoría en la cosmopolita New York, la progresista Massachusetts, la diversa California, en la persistente Nueva Jersey (incluida la mítica Newark escrita y descrita por Philip Roth en su notable “Pastoral Americana”) así como del combativo estado de Washington, probado en sus memorables movilizaciones de 1999 contra la OMC y en los legendarios alzamientos obreros y de trabajadores de los años ‘20 (referidos por Howard Zinn en su incómoda y aguda “La Otra Historia de Estados Unidos”).

Pero los demócratas habían perdido la confianza de los votantes del Medio Oeste, más derechamente, perdieron el apoyo de los obreros y trabajadores blancos y eso les resultaría fatal. Quizá, el paradigma de ello, fue la derrota en el estado de Virginia Occidental, el otrora “país del carbón” fagocitado sin piedad por el capitalismo salvaje. (Allí Sanders ganó holgadamente y luego, Hillary, repitió su derrota frente a Trump. No obstante estar Sanders y Trump en las antípodas de la política, ambos coincidieron en la necesidad de restablecer (políticas públicas mediante) a la economía desarmada por el Mercado.

Con toda franqueza, el esfuerzo de las minorías y de los “blancos escueleados”, resultaron completamente inútiles. La mayoría blanca norteamericana salió de sus casas, fue a votar, y dejó a las minorías exactamente en lo que son: como minorías.

Los afroamericanos, los latinos, los LGBT, las mujeres (que llegado el momento votaron abrumadoramente en favor de Trump) etc., no pudieron detener a la mayoría blanca de los Estados Unidos profundo.

Lo cierto es que un análisis meramente electoral, es completamente insuficiente para explicar la victoria con que se alzó Donald Trump contra todo el establishment, las minorías y la prensa.

Cualquier miembro de la especie humana o cualquier grupo de ella, reacciona con lo peor de sus miedos cuando ve amenazada la fuente de sus ingresos que hacen a su modo de vida y de supervivencia.

Y así se comportaron en la elección los blancos sin trabajo, pauperizados, precarizados por el capitalismo salvaje. Votaron por protección, votaron por el muro en la frontera, por las barreras de ingreso para productos asiáticos, por la recuperación de sus puestos de trabajo, contra los inmigrantes, por el término de los tratados de libre comercio que arruinan la industria, etc..

Trump ofreció amputar al capitalismo salvaje, es decir, al librecambismo en su expresión más ideologizada y radical, dos de sus pilares más indispensables: 1) la libre circulación a nivel global de las mercancías, y 2) la protección de la industria nacional en a metrópolis del imperio (eso sí, la promesa es válida solamente para Estados Unidos)

Si Trump tiene éxito, el carácter actual del capitalismo habrá fenecido y surgirá uno nuevo. Se tratará, de un capitalismo en el que las metrópolis (USA, UE, UK) protegerán sus economías, sus mercados, el precio de sus productos y sus puestos de trabajo, así sea que al resto del mundo se lo trague un agujero negro.

Como se dice en Chile, las placas tectónicas se subsumen inexorablemente  y se aproximan tiempos de temblorales, acompañados, de seguro, por uno que otro tsunami.

Con todo, pequeñas señales avisaron, desde hace algún tiempo. Los países  cada día más, protegen su industria y sus productos. Sólo por dar algunos ejemplos: más de 9.700 medidas proteccionistas acusa un centro de investigación londinense, los miembros del G-20 tomaron más de 100 medidas proteccionistas en los últimos 6 meses (más de 1.600 desde el año 2008). Por casa, Chile puso barreras arancelarias al acero mexicano, (mientras Bachelet y Peña Nieto posaban para la prensa en Puerto Varas) y el flamante PPK no titubeó en poner barreras al biodiésel argentino. Así, PPK y Macri las rutilantes nuevas estrellas del neoliberalismo, por estos rincones de fin de mundo, se suben los aranceles como en los mejores tiempos de los años ’30 y ’40 del siglo pasado.

Vivimos tiempos de paradojas, algunas de ellas tan espectaculares como sabrosas, otras inquietantes.

Una: tan pronto ganara Trump, el principal país oficialmente comunistas, China, salió a ofrecer libre comercio a diestra y siniestra.

Otra: tan pronto Trump dijo que dejarían de proteger militarmente a sus aliados (a menos que pagaran) los viejos amigos del eje Berlín-Tokio iniciaron el fortalecimiento de sus propias FF.AA..

Y otra: la icónica y recordada pareja Reagan-Tatcher (parteros de la era neoliberal) son  desplazados por una nueva: Donald Trump and Theresa May ansiosos impulsores del proteccionismo en USA&UK. (Sin perjuicio del rechazo visceral a las migraciones, lindante con el racismo y la xenofobia.

La más patética: mientras Donald Trump anuncia el fin del NAFTA y el aborto del TTP, nuestros Macri, PPK, Michelle, Peña Nieto y el aprendiz de gorila que mora en Brasilia, manifiestan su enojo (indignación más bien) ante tamaña falta de seriedad y exceso de “populismo”. La escena, me recuerda el chiste aquel del lorito que le puso el pecho al tren que venía en dirección contraria mientras le gritaba: ¡¡el que caga caga!!.

Sin embargo, las cosas no dan para bromas.

Trumpp y May han de enterarse que sus propósitos de dar curso a un nuevo ciclo del capitalismo, se enfrentará, irremediablemente, con sociedades más empoderadas y resueltas a enfrentarles con gran radicalidad.

Veremos, los dados se están echando.

 

 

 

 

 

 

 

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