por Cristian León
diariolaquinta.cl
¿Tiene usted fobia a los pobres? Sí, en alguna medida, sí.
Es decir, puede ser que todos seamos aporofóbicos, pero algunos no lo saben, o creen lo contrario.
Antes de entrar en materia, se debe decir que posiblemente una de las cosas que más costó al ser humano fue precisamente el colocar nombre a las cosas. Pero se fueron colocando los nombres y creando el lenguaje, luego la escritura, hasta llegar a nuestros días donde todo, o casi todo, tiene un nombre (o varios, a veces, para denominar la misma cosa).
Aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) se refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. Es la repugnancia y hostilidad ante las personas pobres, sin recursos o desamparadas.
El concepto de aporofobia fue acuñado en los años 90 por la filósofa española Adela Cortina para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero, y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos.
Esta es una palabra nueva, muy nueva, aceptada e integrada a la RAE el 21 de diciembre de 2017.
¿Quiénes sufren de aporofobia? Prácticamente todos, dado que estudios neurocientíficos han demostrado que nuestro cerebro es xenófobo (o parte de él), puesto que en su lugar más primitivo (llamado cerebro reptiliano por algunos), se encuentran y regulan los instintos más básicos, como por ejemplo la reproducción de la especie, la sobrevivencia, la conservación, rechaza la diferencia, y regula la digestión, los flujos sanguíneos y el corazón. Lo que, llevado al sistema límbico, se transmuta en miedo, temor, terror, odio hacia lo desconocido (las emociones), y con mucha fuerza hacia lo diferente, lo diferente a uno. Así evoluciona hasta el neocórtex (la parte racional aristotélica del cerebro), donde se “racionalizan” estos miedos, temores u odios, y se justifican, o simplemente se intenta solucionar el problema.
En este caso hablamos de los pobres, los excluidos de la sociedad; en Chile los apartan, los hacen vivir en ghettos, y como se dijo anteriormente, existen a veces varios nombres para denominar una misma cosa, entonces aparecen palabras como: “delincuentes”, “flojos”, “sucios”, “malos”, “flaites”, “rotos”; y así estos ghettos se estigmatizan, plasmando casi a fuego varias etiquetas a los más desvalidos de nuestra sociedad. Lo mismo pasa con los mendigos, que son muy pobres, y vienen las denominaciones: “alcohólicos”, “locos”, “delincuentes”, “sucios”, etc. Puede que en muchos casos lo sean, pero lo que realmente produce miedo, en estos casos a las capas más altas de la sociedad, es la diferencia, en el aspecto, en el habla, en el vestir, etc. En las altas esferas también hay delincuentes, flojos, ladrones, malos, rotos, alcohólicos, pederastas, etc.; solo que los que roban, lo hacen en proporciones gigantescas, los pederastas pasan inadvertidos o son protegidos por su misma clase, los alcohólicos y drogadictos tienen estupendos centros de rehabilitación y fármacos carísimos, y los locos clínicas especializadas de alta gama en Chile o el extranjero. Y lo más importante: eso nadie lo sabe, no es noticia. Que un pobre hurte una cartera aparece en todos los noticiarios. Que un rico robe millones todos los días no aparece en ningún lado. Los casos que se saben en Chile de robos, fraudes, pedofilia, estafas, muertes por inhalaciones tóxicas que emiten grandes empresas, son sólo la punta del iceberg. El resto hacia abajo, el poder se ocupa de ocultarlo hasta hacerlo desaparecer dado que el poder son ellos mismos, los dueños de Chile.
Como nota aparte, debo decir que esto de la aporofobia, es decir el temor, hasta llegar a odiar a veces al desvalido, al que no tiene recursos, al que no tiene salida; también ocurre lamentablemente en las familias, y familias de todas las clases sociales, especialmente con los viejos, con los ancianos, con los enfermos, particularmente si éstos no tienen una pensión digna o ninguna entrada de dinero. Al principio los ayudan algo por “caridad”, luego, al serles molestos, los desechan en un asilo o, simplemente, ellos mismos se van, y de esos conozco muchos mendigos, vagabundos, que se fueron solo por falta de amor, de quienes ellos procuraron brindar desde pequeños, y a veces dar una vida de esfuerzo y trabajo por hijos, nietos, etc. Un tema muy duro pero muy presente en la sociedad chilena: la valía del tener y consumir sobre la valía del SER. El que no produce se transforma en escoria, incluso aunque no sea tan viejo, pero si está cesante ya cae en el ámbito de la pobreza.
Como el lector sabe, España vive mucho del turismo, llegando al año un promedio de 81 millones de turistas a este país, de todos los colores, de todas las razas; lo que hace que sean “diferentes” muchos de ellos al español promedio, ya que los hay árabes, alemanes, hindúes, chinos, japoneses, negros, y de muchas razas y etnias. Sin embargo, a ellos no se les teme por ser físicamente diferentes, al contrario, se les brinda hospitalidad, sonrisas, mucha amabilidad. ¿Por qué? Simplemente no son pobres y dejan algo a cambio, dinero, mucho dinero. A veces compran fincas o palacios medievales que el mismo gobierno español no puede mantener. En este contexto se ha creado incluso la carrera en las universidades españolas llamada “Ciencias de la Hospitalidad”. Algo parecido en Chile se llama: “Ingeniería en Turismo o Técnico en Turismo”, donde se enseña a no sólo ser hospitalario con el turista extranjero, sino además promover las bellezas del país y el arte culinario y otros artes. Sin embargo, y volviendo a España, ¿cómo se recibe a los migrantes pobres, en su mayoría venidos de África, gran parte de las veces en balsas mal hechas, o que no resisten las cantidades de gente que transportan? Pues bien, en el mejor de los casos, con miedo, con rechazo; en el peor de los casos, con odio racial xenófobo. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de ser desvalidos, pobres, sin recursos, porque “no tienen salida”. “No aportan al país”. Ya ustedes saben que en EEUU, Trump ha creado todo un sistema de hostilidad y odio hacia los latinos a grados tan excéntricos de comenzar a crear un muro con México y expulsar a familias enteras de latinos. ¿Por qué? Las mismas razones porque se mantienen marginados los pobres en Chile, es decir, “delincuentes”, “flojos”, “aprovechadores”, “violadores”, “resentidos” y, por cierto, POBRES.
Hablando de este personaje Trump, que lo sabemos aporofóbico, xenófobo, misógeno, irrespetuoso, payaso de circo diabólico, mentiroso, carente de inteligencia media, donde su puesto le queda más grande que sus trajes, si no hubiese sido el multimillonario que es, ¿habría salido elegido? Posiblemente no, ni siquiera hubiese sido precandidato de su partido político. Él representa el “sueño americano”, junto con todos los antivalores que éste contiene, a saber: culto al dinero, culto a la belleza física, culto a la juventud, culto a la guerra, culto al poder. En el caso del esbirro mencionado, él en sí mismo no representa ni la juventud, ni la belleza física, pero sí su mujer, una ex modelo de poca monta, sus hijos, y las prostitutas jóvenes con las que este hombre, como todos saben, realizaba fiestas y orgías. ¡El modelo perfecto de una sociedad en franca decadencia! Por su puesto, el Ku Klux Klan, secta cristiana creada a fines del Siglo XVIII en EEUU que, entre otras cosas, decía que Dios era de raza blanca, que los negros no tenían alma y otras “brillanteces”, con el fin de celebrar el advenimiento al poder de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, quemaron viva a una joven afroamericana en una de las Carolinas. ¡Eso no fue noticia!
En Chile ocurre algo similar con los inmigrantes (haitianos, colombianos, en especial); son explotados (los más pobres), son mal mirados, estafados; finalmente migrantes “de poca monta”. No obstante, muchos dicen: “Yo estoy de acuerdo con la migración, enriquece y amplía la cultura, etc.”. Sin embargo, a un conocido que se autocalifica como pro migración, cero xenofobia, padre de dos preciosas hijas, le pregunté: “¿Si un día una de tus niñas llega con un novio de raza negra, de dos metros, con tatuajes, resaltando una dentadura blanca casi exagerada, tú lo aceptarías como tu futuro yerno?”. “Estás loco”, me dijo, subiendo su tono de indignación agregó textual: “Patá en la raja pa’ fuera”. ¿Por qué? pregunté. “Cada oveja con su pareja”, contestó, y con furia terminó su vaso de whisky.
También dentro del ámbito de la neurociencia (ciencia que estudia el cerebro humano, sus reacciones y composición, así como el sistema nervioso central), existe, para decirlo en forma simple, “El Gran Egoísta” en nosotros; así como, “El Gran Altruista”. Sobre el “Altruismo biológico” Darwin decía: “Estar dispuesto a dar para recibir”. Dos matemáticas evolutivas. Eso se muestra con mucha claridad en el caso español dado anteriormente. “Dar para recibir” está dentro del “Contrato” tácito humano. Pero, ¡ojo señores! Esto lo saben los poderosos, y también está en los genes de los pobres, por ejemplo, en las campañas políticas, “los señores políticos” como decía un dictador chileno de poca monta pero muy destructivo, que no amerita recordar su nombre: “Los señores políticos”, en momentos de elecciones se acuerdan de los pobres, de las barriadas marginales, y (en algunos casos) sacando ese rictus de asco que caracteriza al candidato proveniente de familias casi aristocráticas, de raigambre castellano vasca, con apellidos compuesto, o con muchas erres, generalmente de derecha o ultra derecha, esbozan una falsa sonrisa de oreja a oreja, prometiendo “el oro y el morro”, lo que conlleva: calidad de vida, educación, vivienda, salud, “seguridad” (palabra que le encanta a muchos políticos), clubes deportivos, plazas, y un largo etc. Bien, ahí se están vendiendo ellos, pero ofreciendo un cambio: “dar para recibir”; y bueno, ellos si dan, sólo promesas por su puesto, mismas que nunca se concretan en realidad, pero “dan”, y reciben, reciben el voto de los pobres y marginados, y a veces de una clase media muy sufriente. Una vez en el Congreso, o en la misma Presidencia de la República, los pobres siguen siendo pobres, la clase media lo mismo, recibiendo pensiones miserables, viviendo endeudados y en cesantía. Nada cambió. Pero sí hubo un “intercambio”: promesas (generalmente incumplidas) por votos.
Con el fin de ilustrar aún mejor, una historia sabrosa que contaban dos profesores de la universidad de Oxford. Norman y Simonds tenían un colega que siempre iba a los funerales de los profesores que morían, aunque no los conociera ni hubiese tenido nunca relación alguna con ellos, igual iba y dejaba un ramo con hermosas flores. Un día estos profesores algo extrañados con la actitud del colega le preguntaron: ¿Por qué haces eso, vas a funerales de profesores que nunca conociste, en realidad vas a todos los funerales? El profesor aludido respondió: “Porque yo espero que vayan al mío”. Por supuesto, no refiriéndose a las personas que él había acompañado en los funerales, sino al resto de los profesores vivos de la universidad. HOMO-RECÍPROCUS.
¿Qué se hace con los que no tienen nada que dar a cambio, los pobres? Lo de siempre, son excluidos, entre ellos, inmigrantes, refugiados, enfermos mentales, desvalidos, niños abandonados, viejos abandonados, mujeres solas. A veces esclavizados, pero siempre desechados. Porque para el sistema neoliberal el éxito es producir, vender, comprar, ostentar, competir, y usar a lo que queda “usable” del pobre, y del “clase media”, explotarlo al máximo.
¿Qué se hace frente a la aporofobia? Afortunadamente no todo es tan gris como se ve, dado que si volvemos al sustrato de las neurociencias, se ha comprobado que el cerebro humano es “plástico”, lo que permite que algunas zonas relacionadas con ciertas emociones permiten una plasticidad que a través de complejas sinapsis neuronales y producción de ciertas hormonas, el cerebro pueda re-iniciarse, en algunos aspectos. Para no entrar en el detalle técnico científico, ¿cómo se consigue esto? Educar en la compasión, compadecerse en la tristeza del otro, y compadecerse en la alegría del otro. Educación igualitaria, justicia a los más débiles, evitar las estructuras asimétricas, donde unos pocos son los favorecidos, enseñar a los niños, a todos los niños, a apreciar los reales valores humanos, que no somos diferentes aunque tengamos otro color de piel o pelo, que todos tenemos derecho a la dignidad, que hay oportunidades para todos por igual, desarrollar sentidos para apreciar el arte, la filosofía (ramo que se sacó de la malla curricular), ponerse en los zapatos del otro. Aprender que cuando uno dignifica al otro, se dignifica a sí mismo. Respeto por todos los seres vivos, respeto por el medio ambiente, fomentar la creatividad. Tal vez se quedaron muchas cosas en el tintero, pero creo que ya con la mitad de las nombradas algo cambiaría el mundo. Si no hacemos nada hoy, creo sinceramente que no habrá mañana.