Más allá del primer misil de la medianoche del 5 de julio, un disparo que podría convertirse en una guerra comercial despiadada, la lucha de aranceles entre China y los Estados Unidos debe verse en el contexto de un gran escenario de combate geopolítico y económico.
Este “big game”, como todo tipo de escenarios especulativos sobre cómo evolucionan las luchas tarifarias, son cuestiones periféricas. El objetivo final que acaba de comenzar no es supuestamente un “libre comercio” disfuncional; el objetivo es “Made in China 2025” o una China establecida como una potencia de alta tecnología a la par, o incluso superior a los EE. UU. y a la Unión Europea.
Ahora conviene recordar que fue Alemania quien realmente proporcionó algunas de las ideas del plan “Made in China 2025” a través de su estrategia Industry 4.0.
Made in China 2025 se dirige a 10 campos tecno-estratégicos: tecnología de la información, incluidas las redes 5G y la ciber-seguridad; robótica; aeroespacial; ingeniería oceánica; ferrocarriles de alta velocidad; vehículos con nueva energía; equipo de poder; maquinaria de agricultura; nuevos materiales y biomedicina.
Para que Made in China 2025 rinda frutos, Beijing ya ha invertido en cinco centros nacionales de innovación manufacturera y 48 centros provinciales, conjuntamente se construirán otros 40 centros nacionales hasta el 2025. Además, para el 2030 -a través de una estrategia paralela- China debería establecerse como el líder mundial en inteligencia artificial (AI).
El mantra del sueño chino del presidente Xi Jinping, también denominado “el gran rejuvenecimiento de la nación china”, está estrictamente relacionado no solo con Made in China 2025, internamente, sino también, con el concepto básico de la política exterior de China; la construcción de las Nuevas Rutas de la Seda (Belt and Road Initiative – BRI). Por tanto Made in China 2025 y las Rutas de la Seda son absolutamente innegociables.
No hay ninguna evidencia, en absoluto, de que Made in USA 2025 esté en juego. La Casa Blanca prefiere enmarcar todo el proceso como una batalla contra la “agresión económica” de China. La Estrategia de Seguridad Nacional enmarca a China como el principal desafío al poder de Estados Unidos. La Estrategia de Defensa Nacional del Pentágono considera a China como “un competidor estratégico que utiliza una economía depredadora”.
Entonces… ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Innovar o perecer
David Harvey, en The New Imperialism, toma prestado del libro The Global Gamble de P. Gowan, para enfatizar cómo ambos ven “la reestructuración radical del capitalismo internacional después de 1973 como una serie de apuestas por parte de los Estados Unidos para tratar de mantener su posición hegemónica en los asuntos económicos mundiales contra Europa, Japón y más tarde contra el Este y Sureste de Asia”.
Antes de que terminara el milenio, Harvey ya subrayaba cómo Wall Street y el Tesoro de Estados Unidos se desenvolvieron como “un formidable instrumento del arte de gobernar económico para impulsar tanto el proceso de globalización como producir transformaciones neoliberales en las naciones asociadas”.
China, por su parte, desempeñó magistralmente este juego de reorientación capitalista: invertir sin restricciones en lo que puede describirse como “neoliberalismo con características chinas” y sacar provecho de la proyección del poder económico de EE.UU., a través de los mercados abiertos y de la OMC.
Ahora finalmente, a una velocidad vertiginosa, China está lista para invertir en su propia proyección de poder económico. Como Harvey señaló hace más de una década, el próximo paso para el capitalismo de Asia Oriental sería “alejarse de la dependencia del mercado estadounidense” hacia el “cultivo de un mercado interno”.
Harvey describió el enorme programa de modernización chino como “una versión interna del programa que EE.UU., hizo internamente en los años 50 y 60 a través de la sub-urbanización y el desarrollo del llamado “Sun Belt”.
Secuencialmente, China estaría “desviando gradualmente el capital excedente de Japón, Taiwán y Corea del Sur y disminuyendo así los flujos hacia Estados Unidos”. Esto ya está sucediendo.
El presidente Trump no es exactamente un geopolítico de mirada estratégica. La razón de estos aranceles puede forzar que las cadenas de suministro de las corporaciones estadounidenses se vuelvan menos dependientes de China, pero tal como ha constituido la economía global no se provocará la ruina de estas cadenas de suministro, como lo espera Trump con la vuelta a Estados Unidos de la producción deslocalizada. En la ubicación también rigen la lógica turbo-capitalista; las corporaciones siempre privilegiarán costos más bajos de mano de obra y de producción, donde sea que se encuentren.
Cuando se trata de la batalla por la innovación de primera línea, entre China y EE. UU., la estrategia del Grupo Chino de Desarrollo de Zhongguancun (ZDG) que ha invertido en alta tecnología en los centros de excelencia de los propios EE.UU. es un caso fascinante
ZDG ha establecido una serie de centros de innovación en el extranjero. El Centro de Innovación ZGC clave se encuentra en Santa Clara, California, muy cerca de Stanford y los campus de Google y Apple. Luego ha instalado un nuevo centro en Boston a dos pasos de Harvard y MIT.
Estos centros ofrecen el “paquete completo”: desde laboratorios de última generación hasta, capitales a través de un fondo de inversión. La matriz proviene del Gobierno de Beijing, a través del distrito tecnológico de la ciudad. Y huelga decir que ZDG se alinea completamente con las Rutas de la Seda en su expansión para “aprender la experiencia en el extranjero de un ecosistema de innovación”.
De qué trata Made in China 2025: ¿Medio siglo de guerra comercial? Entonces, ¿qué pasa después?
En medio de un tsunami de histeria, el análisis serio de Li Xiao, decano de la escuela de economía de la Universidad de Jilin, es más que bienvenido.
Li apuesta por la yugular, destacando que “el progreso de China es esencialmente un aumento de estatus dentro del sistema impuesto por el dólar”. Desde el punto de vista de Beijing el cambio es imperativo, pero será gradual. “El objetivo de la internacionalización del yuan no es reemplazar el dólar. El sistema del dólar es insustituible en el corto plazo. Nuestro objetivo para el yuan es reducir el riesgo y el costo en un sistema de este tipo”.
Li, de manera realista, también admite que “el conflicto entre dos grandes potencias podría continuar por lo menos 50 años o incluso más. Todo lo que sucede hoy es solo un telón de fondo de la historia”.
Implícito en el telón de fondo se encuentran los líderes chinos que parecen interpretar el primer disparo de Trump como la aceleración de la Estrategia de Seguridad Nacional de los EE.UU. La conclusión a la que ha llegado Beijing es forzosa, Estados Unidos ahora está amenazando el sueño chino.
Como el sueño chino incluye sin discusión “el rejuvenecimiento de la nación”, el proyecto “Made in China 2025”, Las Rutas de la Seda, la multipolaridad y China como motor de la integración de Eurasia no son negociables, no es de extrañar que el escenario esté preparado para una inevitable e importante turbulencia.