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Las revoluciones campesinas de 1917

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Por Sarah Badcock | Jacobin, 23 de agosto de 2017

Traducción: Juan Fajardo para  marxists.org

 

En la Rusia de 1917 la gente ordinaria del campo tomó acción directa para cambiar su mundo.

 

En 1917 los campesinos cambiaron las reglas del juego. Ellos definieron las respuestas de los políticos a los retos nacionales; producían, controlaban y dictaban el suministro de alimentos; campesinos armados y uniformados sirvieron de soldados, haciendo y quebrando el poder político; y, como mayoría de la población urbana de Rusia, desempeñaron papeles claves en los levantamientos urbanos.

Sin embargo, cuando hablamos de revoluciones campesinas generalmente nos referimos a batallas rurales por el uso y la posesión de la tierra. Y, aunque más del 80 por ciento de la población de Rusia en 1917 vivía en áreas no-urbanas, los estudiosos a menudo marginan las experiencias y la participación de los campesinos en la revolución rusa, fijándose más bien en los trabajadores urbanos y en la intelligentsia.

La diversidad y complejidad de los alzamientos rurales disipan cualquier presunción que podamos tener acerca de la naturaleza de la acción campesina. También revelan la extraordinaria creatividad y la naturaleza transformativa de la revolución.

Los levantamientos campesinos no son fáciles de definir. A medida que se expandían por Rusia, tanto en el tiempo como en la geografía, asumieron formas tan variadas como el vasto territorio del Imperio Ruso.

A menudo la calidad de la tierra y la cultura local determinaron la forma de estos levantamientos. Pese a que muchos se imaginan ataques violentos contra los terratenientes y la toma forzada de las estancias, muchas luchas rurales se llevaron acabo pacíficamente. La confrontación violenta atrae la mayor atención pero conlleva enormes riesgos para los que participan en ella. La mayor parte del campesinado ruso emprendió actividad silenciosa y mesurada, aunque probablemente no les pareció así a ellos cuya propiedad fue redistribuida.

Algunos campesinos se rebelaron subrepticiamente con simplemente abrir una reja y permitir al ganado de la aldea pastar en el pastizal del terrateniente. Otras comunidades produjeron documentos de apariencia oficial otorgándoles el usufructo perpetuo de los recursos locales. Rebeliones más avezadas vieron a campesinos trabajando en conjunto para talar madera de los bosques vecinos.

Desafortunadamente no tenemos un recuento de todas las maneras en que los trabajadores del campo contribuyeron a aquél año revolucionario. Lo que sí sabemos evidencia una variedad de tácticas, actores y metas; todas los cuales desempeñarían un papel decisivo en el estado pos-revolucionario ruso.

 

Llega la modernidad

La palabra campesino generalmente se refiere a gente que vivía y trabajaba en áreas rurales, pero en Rusia también describía una categoría legal –soslovie– que incluso figuraba en el pasaporte de uno. Los campesinos rusos podían vivir en áreas urbanas, ganarse la vida como obreros o comerciantes, y servir en las fuerzas militares.

A inicios del Siglo XX llegó la modernidad a la Rusia rural, coexistiendo con, y transformando, los elementos tradicionales de la vida campesina, definida por patriarcado, ortodoxia religiosa y comunalismo.

Estructuras patriarcales de poder aseguraban que varones mayores dominaban ambos la familia y la iglesia. La fe ortodoxa rusa tuvo un importante papel en la vida social, cultural y espiritual de muchos residentes. Sistemas comunales de manejo de la tierra perduraron en muchas zonas, facilitando el uso colectivo de los recursos y reforzando estructuras sociales patriarcales. Todos estos rasgos le dieron un grado de provincialismo a Rusia rural, y la política enfatizaba intereses locales por encima de preocupaciones nacionales.

La modernidad desafió estos patrones tradicionales en diversas formas.

Después de la emancipación de los siervos en 1861 se aceleró la educación primaria en el campo, trayendo el alfabetismo a la joven generación. Entretanto, millones de personas migraban estacionalmente a los centros urbanos y regresaban con ideas y costumbres metropolitanas, entre ellas el secularismo y la cultura de consumo.

Gobiernos electos locales y cortes regionales le ofrecieron a la población rural nuevas maneras de comunicarse con el estado, las cuales adoptaron ávidamente. Luego de la revolución de 1905 los campesinos se presentaron para las elecciones nacionales y enérgicamente enviaron peticiones a sus representantes regionales.

Finalmente, la movilización de 1914 marcó un cambio significativo entre los aldeanos varones quienes –algunos con fervor patriótico y otros con gran renuencia– empuñaron las armas y se movilizaron a lo largo del imperio.

Estas conexiones al mundo externo a sus propias aldeas significaron que, para 1917, los campesinos ya no vivían en un estado de pre-modernidad aislada. Se relacionaban al estado y a la nación de varios maneras. Índices ascendientes de alfabetismo le permitían al campesinado relacionarse con las agendas políticas nacionales y regionales a la vez que experiencias en los centros urbanos inspiraban a los jóvenes a desafiar la dominancia patriarcal de los varones mayores.

Formas revolucionarias

«El agua es vuestra, la luz vuestra, la tierra vuestra, la madera vuestro.»

Aquellas palabras, pronunciadas por un marinero agitador en una reunión en Kazan en junio de 1917, captan el elemento fundamental de las aspiraciones del campesinado revolucionario. La clara expresión de que la tierra y la madera, come el aire y el agua, pertenecen a quienes los necesiten fue frecuentemente repetida durante el año revolucionario y después.

En zonas antes dominadas por la servidumbre, los antiguos siervos albergaban profundos resentimientos por la iniquidad del arreglo que acompañó la emancipación. Las tomas de tierras tuvieron mayor propensidad a tornarse violentas en áreas donde los campesinos tenían una relación hostil con los terratenientes locales.

Lo que conocemos acerca de la forma y la intensidad de las revoluciones rurales viene mayormente de los llamados informes de disturbios compilados principalmente en base a las quejas de terratenientes particulares. Esos informes nos dicen que las partes de Rusia con los suelos más fértiles vieron la mayor cantidad de disturbios. También indican que áreas con altas concentraciones de siervos también vieron más disturbios, más ataques violentos sobre terratenientes individuales, y más tomas de estancias por la fuerza. Estas estadísticas no proporcionan una imagen completa de los levantamientos rurales porque solo registraron un tipo particular de acción.

Aunque a menudo el asalto violento y la redistribución a la fuerza ejemplifican le revolución campesina, no fueron en absoluto típicas. Más bien, para 1917, sólo una pequeña proporción de la tierra arable era aún propiedad de la élite. En algunas regiones, como Viatka, los terratenientes nobles y el hambre por la tierra estaban mayormente ausentes.

La revolución de febrero inició un despliegue de aspiraciones y acciones campesinas pero como luchaban por igualdad los revolucionarios rurales dependía de los patrones de uso y propiedad de la tierra en sus localidades. La mayoría de esas acciones no involucraba la violencia o la tomas forzosas. Más bien, las comunidades rurales probaron y transgredieron las leyes de propiedad privada a la vez que trataban de protegerse de posible represión.

Por ejemplo, los campesinos de la aldea de Aryashkadza simplemente anunciaron que sembrarían los campos del terrateniente local con grano invernal y que sus empleados tenían un día para vacar las tierras. Los empleados se marcharon y los campesinos sembraron.

Mas, no deberíamos considerar estas revoluciones campesinos como un fenómeno basado en clase porque el campesinado no conformaba una clase coherente. Aún así, los campesinos sí de definían ampliamente como trabajadores del campo, lo cual enmarcó sus punto de vista y sus acciones. Algunas revoluciones campesinas vieron a comunidades actuando colectivamente en contra de los terratenientes en formas que parecen levantamientos clasistas, como los oprimidos en lucha contra sus opresores. Muchos otros, en cambio, vieron contiendas sobre uso de terrenos entre comunidades vecinas o entre individuos.

Por ejemplo, los aldeanos a menudo se iban en contra de campesinos quienes habían optado por trabajar parcelas individuales en vez de tierras comunales y los forzaban a reintegrarse a la agricultura comunal. Solía ser comunidad entera quien realizaba dichos ataques, buscando reincorporar al agricultor individualista y sus terrenos. Los aldeanos tenían diferentes niveles de riqueza y de influencia pero esos rangos no eran ni fijos ni duraderos –los individuos ascendían y bajaban en sus jerarquías locales.

Mientras tanto, el gobierno central apoyaba las quejas de los terratenientes particulares y ordenaba a las comunidades rurales respetar la propiedad privada. Pero, no tenía cómo hacer cumplir aquellas órdenes así que 1917 vio cada vez más transgresiones a la propiedad privada.

¿Quién dirigió las revoluciones rurales?

Tenemos solo evidencia fragmentada acerca de los individuos y los grupos quienes dirigieron las revoluciones campesinas. Comités, soviets y sindicatos asumieron el liderazgo en muchas aldeas, emitiendo órdenes sobre el uso y el manejo de la tierra. Aquellas organizaciones ofrecieron una base institucional para la actuación de los campesinos.

Algunas de ellas, como los soviets de diputados de campesinos, eran parte de redes regionales y nacionales, y el gobierno provisional estableció comités de tierras y provisiones. Pero, esas instituciones locales mantenían el control solo si respondían directamente a las reivindicaciones de sus bases. Como el comité de la aldea de Sotnursk le recordó a sus autoridades, «Nosotros los hemos elegido. ¡Nos deben hacer caso!»

Evidencia diversa nos indica que solo gente integrada a la comunidad campesina asumió el poder. La llamada intelligentsia de las aldeas –maestros, médicos, agrónomos y clérigos– fueron sistemáticamente excluidos de puestos electos y por lo general no figuran en relatos de revolución rural. Los registros electorales indican que los aldeanos preferían candidatos alfabetizados, sobrios, razonables, y confiables que también pertenecieran al campesinado. La diversidad de acción que constituyó las revoluciones campesinas significa, pues, que no podemos estereotipar a sus líderes –algunas revoluciones rurales involucraron a la comunidad íntegra, otras fueron dirigidas por mujeres, y un puñado de aldeanos adinerados lideraron otras.

La revolución de febrero transformó el estatus y el poder de los soldados comunes, quienes se convirtieron en los protectores armados del movimiento. Desertores, soldados de franco, y hombres destacados a guarniciones de retaguardia, todos participaron activamente en la política de las aldeas. De entre los forasteros, si es que los caracterizáramos como tales, fueron los que más cerca llegaron a liderar rebeliones campesinas.

Porque los soldados estaban expuestos, entrenados y equipados para la violencia, era más probable que la actividad revolucionaria rural se tornara violenta cuando soldados participaban en ella. A veces toda la comunidad participaba en aquellos asaltos. Por ejemplo, un grupo de soldados acompañados por mujeres de la aldea y sus niños expulsaron de sus tierras a Natalia Neratova en mayo de 1917.

Al comienzo de la revolución, la política partidaria jugaba aún un rol marginal en las actividades de los campesinos. El Partido Socialista Revolucionario de Viktor Chernov había desarrollado una fuerte base de apoyo rural, especialmente en el corazón de Rusia, como lo demostraron las elecciones de noviembre a la Asamblea Constituyente. Nacionalmente, el Partido Socialista Revolucionario obtuvo el 37 por ciento versus el 23 por ciento para los bolcheviques, pero esos números ocultan la dominación de aquél en algunas regiones. Ganó el 76 por ciento del voto en las regiones del norte y 75 por ciento del voto en la Región de Tierras Negras Central.

El partido había capitalizado de su imagen de partido de campesinos y de sus fuertes afinidades locales para asegurarse el apoyo electoral, pero no dirigió la revolución rural. Los activistas partidarios solo asumieron puestos de liderazgo en las aldeas si asumieran los anhelos y las motivaciones de aquellas comunidades.

La división urbano-rural

Las revoluciones rurales dejaron al expuesto la impotencia de las autoridades nacionales y regionales. Ni el gobierno provisional ni el soviet de Petrogrado se dirigió a las preocupaciones ni a las reivindicaciones de los campesinos. Le pidieron a la población rural esperar pacientemente a que la Asamblea Constituyente decretase la redistribución de la tierra.

Los campesinos mayormente hicieron caso omiso a aquellos pedidos y el gobierno central no podía evitar su actuar. Las autoridades regionales empezaron 1917 con la creencia de que las revoluciones rurales era fruto de malos entendidos y presumían que la conciliación y la educación pondrían fin a los disturbios. Para el verano, la confianza de las comunidades rurales que buscaban hacer su propia revolución sin recurrir a planes centrales, habría socavado esas creencias.

Con creciente frecuencia las autoridades regionales contaron con la fuerza de las armas para controlar las áreas rurales. Un puñado de líderes más perspicaces trató de controlar al campesinado con perentoriamente autorizar la transferencia de tierra privada a comités locales. Pero los levantamientos no disminuyeron porque ningún poder central o regional podía implementar política alguna.

Después de que los bolcheviques tomaron el poder en octubre de 1917, Lenin rápidamente emitió el Decreto sobre la Tierra, el cual pasó toda tierra en propiedad privada a uso por los campesinos. Irónicamente, esa orden mostró la impotencia del gobierno central puesto que los campesinos y habían tomado casi todas las tierras privadas antes de octubre. El decreto de Lenin presagió la batalla por el control de la economía rural que sería un elemento clave en la guerra civil rusa.

La historia de las revoluciones rurales de Rusia aún está siendo descubierta y lo que ya sabemos forma un panorama de Rusia en 1917 muchísimo más rico.

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