El pensamiento político del Che. Dedicó sus 39 años de vida a su formación intelectual. El marxismo, la filosofía y la psicología fueron sus grandes temas de estudio.
Caras y Caretas, Argentina . Jueves 21 de septiembre de 2017
Por Fernando Amato. L
a imagen de uno de los líderes de la Revolución Cubana es tan potente que se convirtió en el símbolo de la rebelión en el mundo. Pero el Che estaba muy lejos de ser un hippie con barba entrecrecida que se volvió guerrillero recorriendo Latinoamérica. Esa figura de hombre de acción, de combatiente heroico, terminó atentando contra la riqueza intelectual del propio Guevara. Hoy su cara está en todas las remeras pero su pensamiento y sus libros y escritos no se han vuelto tan populares. Y una de las grandes cualidades de Guevara fue poner en juego su formación intelectual contrastándola con la vida real. No era simplemente un idealista, era un hombre de ideas. Cuando Ernesto Guevara comenzó a viajar ya tenía una sólida formación intelectual. Ya era un cuadro marxista-leninista. Amante de los diarios personales, supo dejarnos el legado de su formación como intelectual en seis cuadernos a los que llamó Apuntes (o Diccionario) filosóficos, en los que encontramos la evolución ideológica de aquel joven Guevara. Miembro de una familia de extracción liberal que influyó en su formación, tuvo una precoz avidez por la lectura. Cuando los Guevara vivieron en Córdoba tenían de vecino a Deodoro Roca, un marxista que había redactado el manifiesto de la Reforma Universitaria de 1918 y, al hacerse amigo de su hijo, el joven Ernesto accede a su biblioteca y a sus primeras lecturas marxistas. “A los 14 años leía a Freud, se enamoró también de la poesía de Charles Baudelaire (…) leyó a [Alexandre] Dumas padre, a [Paul] Verlaine y a [Stéphane] Mallarmé en su lengua original. Posteriormente, bajo la influencia de los republicanos exiliados, se volvería hacia Federico García Lorca y Antonio Machado (…) También se aficionó al poeta chileno Pablo Neruda”, recordaba Alberto Granados en un reportaje en el diario cubano Granma, en 1967. De los seis cuadernos de sus Apuntes filosóficos se recuperaron cinco, que contienen 1.265 páginas foliadas por él. Casi como en un recorrido histórico, comenzó con la concepción filosófica de los pensadores griegos, como Platón y Aristóteles, para seguir luego con los orientales, como Buda y Confucio. Dos libros fueron fundamentales en esa formación: Breve historia del mundo, de H. G. Wells, y La historia de la filosofía, de Jaime Luciano Balmes. Si bien comienza con sus primeras lecturas de El capital, de Karl Marx, el otro gran tema de ese primer cuaderno es la psicología. Guevara lee Teoría general de la neurosis, de Freud, y Vieja y nueva moral sexual, de Bertrand Russell, intrigado por los conceptos de angustia, sueño e histeria. En el segundo cuaderno profundiza sobre la filosofía china pero también se anima a los persas y egipcios. Luego sigue con la filosofía política inglesa de los siglos XVII y XVIII, donde estudia sobre los conceptos vida, justicia, deber, bondad, ética, libertad, patriotismo en Thomas Hobbes, John Milton y David Hume. El cuaderno tres está dedicado a la lectura de Karl Marx. Pero también aborda al marxismo desde Mi lucha, de Adolf Hitler, y desde la óptica de Josep Stalin y Lenin. Pero es en El comunismo y los cristianos, de H. P. Ducatillon, que aparece un concepto que será fundamental en el ideario guevarista: el humanismo marxista. Algunos de los pensamientos que Guevara apunta en este cuaderno son: “El comunismo es, además de una doctrina, un fenómeno de pasión”, “El capital de Marx fue para el comunismo un poco lo que la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino fue para el pensamiento cristiano”, “La doctrina filosófica y la doctrina económica están en el comunismo estrechamente ligadas”, “Es imposible ser comunista socialmente, sin serlo filosóficamente”, “La doctrina comunista tiene la característica de estar indisolublemente unida a la práctica de la vida”. En los dos últimos cuadernos recuperados continúa estudiando filosofía con Juan Herssen, Locke y, sobre todo, con Crepúsculo de los ídolos, de Friedrich Nietzsche, y Crítica de la razón pura, de Inmanuel Kant. En síntesis, realizó un profundo estudio de la filosofía en general y del marxismo en particular haciendo una especial conexión entre el humanismo y el marxismo, y profundizó en la definición del socialismo destacando su carácter materialista y el papel que le otorga a la economía. Cuando el joven Ernesto inicia sus viajes (por doce provincias argentinas en 1950 y por Latinoamérica en sus dos travesías entre 1951 y 1955), además de continuar su evolución ideológica, encuentra la oportunidad de observar en la práctica la forma de constatar lo que leía. Le escribe a su tía Beatriz, en diciembre de 1953: “Tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos capitalistas”. Así se fue formando su ideario político latinoamericanista y antiimperialista al constatar el poderío estadounidense y la explotación de los pueblos latinoamericanos. Al llegar a México, en septiembre de 1954, profundiza sus estudios de marxismo y relee El capital y avanza con El Estado y la revolución, de Lenin. Cuando toman el poder en Cuba lee los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx, donde habla de la enajenación y, durante un año, junto a Fidel Castro y al profesor soviético- español Anastasio Mansilla, estudian otra vez El capital.
GUEVARISMO
Su pensamiento de base marxista contenía reflexiones sobre la forma de realizar una revolución y crear una sociedad socialista que le dieron identidad propia. Una de las características fundamentales del pensamiento guevarista (más allá de su antiimperialismo, su latinoamericanismo y su humanismo marxista) fue su antidogmatismo. Supo discutir al propio Marx en El socialismo y el hombre en Cuba (1965) y al sistema económico impuesto por el Partido Comunista ruso, en Apuntes críticos a la economía política (también de 1965 pero inédito hasta 2006).
En el primero discute aspectos centrales de la toma del poder, desarrolla su teoría de las condiciones objetivas y subjetivas para lograrlo y debate el determinismo materialista de Marx. También allí insiste sobre el concepto de humanismo marxista. “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria y al mismo tiempo contra la alienación (…) si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria”, dijo en una entrevista a Jean Daniel del Express, en Argel, en julio de 1963. “Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la Nueva Política Económica (NEP) han calado tan hondo en la vida de la Urss que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores (…) Se está regresando al capitalismo”, escribía Guevara en Apuntes… y continuaba: “Una economía en transición al socialismo tiene que planificar la economía violentando los mecanismos de la ley del valor, incentivando de manera principalmente moral a los trabajadores, a largo plazo tenemos que priorizar los incentivos morales porque tanto al violentar los mecanismos mercantiles, como el priorizar los incentivos morales, como el priorizar la planificación, tienen por objeto construir conciencia socialista (…) La Unión Soviética por más que tenga cohetes nucleares y un ejército rojo, a pesar de todo eso, va a volver al capitalismo porque ha dejado vivo al monstruo, a la mercancía”. Guevara diferenciaba entre el hombre trabajador como mercancía y resaltaba el deber social del trabajo, por eso era un gran defensor del trabajo voluntario. También sostenía el Sistema Presupuestario de Financiamiento en el que proponía la eliminación del mercado para el manejo de la economía.
En su discurso del 20 de octubre de 1962 a las Organizaciones Juveniles Revolucionarias de Cuba, el guerrillero Guevara concluye, una vez más, en la importancia del pensamiento político para la revolución: “Hoy la defensa del país sigue ocupando el primer lugar de nuestros desvelos. Pero no debemos olvidar que la consigna que guía a los Jóvenes Comunistas (el estudio, el trabajo y el fusil) está íntimamente unida entre sí, que no puede haber defensa del país solamente con el ejercicio de las armas (…) El estudio a todos los niveles es también hoy una tarea de la juventud”.