Allende 1970: pie forzado para evaluar nuestro presente
Por Julio A. Muriente Pérez*
Nos acercamos al 4 de septiembre, fecha en que se conmemoran cincuenta años de las elecciones celebradas en Chile en 1970, en las que triunfaron Salvador Allende Gossens y la Unidad Popular. Fue la primera ocasión en que un marxista llegaba a la presidencia de un país de Nuestra América por la vía electoral; respaldado por fuerzas tan emblemáticas en plena guerra fría como el Partido Comunista y el Partido Socialista, así como por un grupo variado de fuerzas de izquierda.
El triunfo de la Revolución Cubana había ocurrido casi once años antes, el primero de enero de 1959.
El asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara y la derrota de la guerrilla que comandaba en Bolivia, ocurrió tres años antes del triunfo de Allende, el 9 de octubre de 1967. La teoría del foco guerrillero y la vigencia de la lucha armada para alcanzar en un futuro previsible victorias como la obtenida en la mayor de las Antillas, estaban en entredicho.
En abril de 1965, tras invadir a sangre y fuego a República Dominicana bajo el amparo de la Organización de Estados Americanos (OEA), el gobierno de Estados Unidos dejó claramente establecido que no permitiría “otra Cuba” en América.
La victoria de Allende y la Unidad Popular activó las fuerzas retrógradas que por largo tiempo habían defendido y se habían beneficiado del orden capitalista neocolonial vigente. Quienes presumían de ser los grandes defensores de la institucionalidad, se lanzaron a conspirar, con la complicidad del gobierno de Estados Unidos, con tal de impedir que aquel exabrupto—la llegada de un presidente marxista por vía electoral—, cobrara forma.
Mientras tanto fue avanzando la llamada vía chilena al socialismo. Allende, que era uno de los principales interpretes de ese concepto, consideraba que sería posible avanzar en la ruta de cambios revolucionarios en la sociedad chilena haciendo un uso eficaz de la vía parlamentaria. No era una reflexión inocente, del marxista de muchos años devenido en presidente. Aquella situación tan atípica, y no otra, había sido la realmente posible para ser gobierno—que no poder–, y habría que aprovecharla al máximo posible.
Como sabemos, la vía chilena al socialismo fracasó tres años después. El golpe de Estado perpetrado el once de septiembre de 1973 hizo añicos aquella aspiración, e impuso una tenebrosa dictadura que duró diez y siete años, cuya influencia aún marca a esa sociedad.
Paradójicamente, la recomposición de las luchas políticas y sociales latinoamericanas y caribeñas de las pasadas dos décadas se inició con una victoria electoral; en Venezuela, en 1998, con el triunfo de Hugo Chávez. Luego hubo otras experiencias electorales democráticas y progresistas exitosas, en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Brasil, El Salvador, y en Paraguay y Honduras. Incluso en Chile.
Retomó fuerza entonces el debate sobre el alcance estratégico o no de la vía electoral, evocando al Chile de 1970. Esto produjo interpretaciones encontradas en la izquierda. Una, escéptica y poco optimista. La otra, francamente triunfalista. Tanto así, que comenzó a hablarse del inicio de un cambio de época.
Nuevamente caímos en el determinismo histórico y en la sobreestimación de lo que, si bien eran victorias importantes, no necesariamente—la historia reciente lo ha demostrado—eran victorias estratégicas. Mucho menos irreversibles.
Hoy, por cierto con el pueblo chileno en la calle, podríamos estar en un gran momento, en el que se sintetizan las experiencias de 1970-73 y las de las pasadas dos décadas. El balance, aunque accidentado y sinuoso, es sin embargo positivo. El error lo cometen, en todo caso, quienes insistan en pensar que el cambio social es una infinita línea recta.
Esta debe ser la manera apropiada de rendir homenaje a Salvador Allende, cincuenta años después.
*Catedrático
Universidad de Puerto Rico
Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH)
de Puerto Rico
Fuente: Columna “Desde el Caribe”
Especial para el periódico La Época, de Bolivia
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