Inicio Internacional 1 de septiembre de 1939: Hitler y Stalin se reparten Polonia

1 de septiembre de 1939: Hitler y Stalin se reparten Polonia

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Por Nassar Echeverría

León Trotsky (1879-1940) fue quien encabezó la lucha contra la degeneración burocrática de la revolución rusa. Expulsado de la URSS por Stalin, en 1927, Trotsky fue el primero que alertó sobre el profundo significado del ascenso de Adolfo Hitler al poder en Alemania. Un año antes que el Hitler fuera nombrado canciller, Trotsky escribió que el triunfo del nazismo “significaría, según mi convicción más profunda, una guerra inevitable entre la Alemania fascista y la URSS” (La invasión japonesa a Manchuria, Escritos 1930-31).

El ascenso de Hitler al poder y la previsión de guerra contra la URSS

El ascenso del fascismo en el mundo, en el periodo entre la primera y segunda guerra mundial, era una consecuencia directa de la crisis capitalista, pero a nivel subjetivo era también consecuencia de la estúpida conducción del stalinismo, que ya se había apoderado completamente del Partido Bolchevique y de la III Internacional Comunista.

Hitler fue nombrado canciller en Enero de 1933, cuando el partido nazi ganó las elecciones aprovechando la impotencia de la clase obrera Alemania, que se encontraba dividida entre socialdemócratas y comunistas. Estos últimos, por orientaciones de Stalin, denunciaban a los socialdemócratas como “socialfascistas”, hermanos gemelos del fascismo. Al poner un signo de igualdad entre socialdemócratas y nazis, no se produjo la necesaria unidad de obreros socialdemócratas y comunistas, una alianza que pudo haber derrotado a Hitler en las calles y en las urnas.

De esta manera, con la responsabilidad criminal del stalinismo, fue que Stalin le allanó el camino a Hitler, provocando una derrota histórica al proletariado alemán, el más fuerte de Europa.

En un visionario articulo (Preveo la guerra con Alemania, The Forum, abril de 1932)., León Trotsky escribió lo siguiente: “Los fascistas alemanes declaran que tienen dos enemigos: el marxismo y (el Tratado de) Versalles. En el “marxismo” involucran a dos partidos alemanes, el comunista y el socialdemócrata, y a un estado, la Unión Soviética. Versalles implica Francia y Polonia. (…) Hitler en el poder significaría la guerra, no contra Francia, no contra Polonia, sino contra la Unión Soviética. (…) Tendrá necesidad de conseguir un éxito exterior. La Unión Soviética será para ella un vecino intolerable. (…) tengo toda la libertad para expresar cómo debería actuar el gobierno soviético, según mi parecer, en el caso de que en Alemania los fascistas se apoderaran del Estado. En el momento de recibir la comunicación telegráfica de este acontecimiento, yo firmaría la orden de movilización de todas las reservas. Con un enemigo mortal por delante y la guerra surgiendo como necesidad lógica de la situación objetiva, sería una ligereza imperdonable darle tiempo a ese enemigo de establecerse y hacerse fuerte, de concluir alianzas, de recibir ayuda, de elaborar un plan de acciones militares concéntricas no sólo desde Occidente sino también desde Oriente; y de adquirir así las dimensiones de un peligro colosal (…) No importa quién tome la iniciativa formal, la guerra entre el gobierno de Hitler y el soviético será inevitable, y bastante pronto. Sus consecuencias serán incalculables.(…)”

De esta manera Trotsky, estaba alertando que el rearme de la Alemania nazi bajo el nazismo conduciría a una nueva guerra mundial, y con ello a una guerra contra la URSS, el primer Estado obrero, aunque ya bajo los efectos de la denegación burocrática.

Hitler se prepara para la guerra

La primera guerra mundial fue producto del pleito de las potencias imperialistas por la repartición del mundo. Las potencias imperialistas que llegaron tarde al mercado mundial (Alemania y Japón, fundamentalmente) lucharon desesperadamente por conquistar colonias, mercados y materias primas, ante un bloque solido de potencias imperialistas como Inglaterra, Francia y la emergente Estados Unidos

Hitler inició el rearme de la Alemania que había sido derrotada y humillada con el Tratado de Versalles. En pocos años (1933-1939), y ante la impotencia de la Sociedad de Naciones (antecesora de la actual ONU), Hitler reconstruyó una fabulosa maquinaria de guerra. Hitler realizó astutas maniobras diplomáticas para engañar a sus enemigos, y crear condiciones para la anexión de nuevos territorios a la Alemania nazi, borrando en los hechos las humillaciones que le impuso el Tratado de Versalles.

Las anexiones de la Alemania nazi

El 7 de marzo de 1936, Hitler envió tropas a la zona desmilitarizada de Renania. El 13 de enero de 1935, se realizó un plebiscito en la Regio de Sarre, vecino de Alsacia, Francia, y el 90,3% de la población decidió integrarse a la Alemania Nazi. El 12 de marzo de 1938, Hitler continuó avanzando con la proclamación de la unidad de la nación alemana, declarando unilateralmente la unión con Austria, aplastando las fuerzas que se oponían al sentimiento “gran germano”.

El 29 de septiembre 1938, Hitler, Chamberlain, Mussolini y Daladier firmaron el Pacto de Múnich, que obligó al gobierno de Checoslovaquia a entregar el territorio de los Sudetes a la Alemania nazi. Francia e Inglaterra hacían concesiones con el objetivo de calmar a Hitler. El 13 de marzo de 1939, los ejércitos nazis ocuparon los territorios de Bohemia y Moravia, creando un protectorado del Reich. De esta manera, Eslovaquia, se convirtió en un Estado separado pronazi.

El 23 de marzo de 1939, Lituania, bajo la presión militar del nazismo, cedió el territorio de Memel a Alemania, a cambio de una Zona Libre Lituana en el puerto de Memel.

No cabía la menor duda que Hitler se preparaba para la segunda guerra mundial, y para su objetivo central: la guerra y colonización de la URSS

El Pacto Ribbentrop-Mólotov

Mientras Hitler avanzaba en el oeste de Europa, mantenía una fría amistad con la URSS. Aparentemente la respetaba, pero en realidad no era así. El 23 de agosto de 1939, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, los cancilleres de Hitler y Stalin firmaron El Tratado de no Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov, por los apellidos de quienes lo firmaron.

Era una maniobra de Hitler para ganar tiempo mientras conquistaba militarmente el Este de Europa. El impacto fue tremendo. Los dos dictadores, enemigos irreconciliables, se comprometían a mantener la paz entre ellos y a no formar una alianza militar con otros Estados en contra de quienes firmaron el Tratado.

No obstante, el Pacto Ribbentrop-Mólotov tenía unas cláusulas secretas por medio del cual ambas potencias se repartirían Polonia, argumentando antiguas posesiones de Alemania y Rusia en ese país. De esta manera, la URSS se quedaría con el control de Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Besarabia, mientras Hitler se quedaba con el control de la zona adyacente a Alemania. Ambas potencias tendrían salida al mar Báltico.

Invasión y repartición de Polonia

El 1 de septiembre de 1939, Hitler invadió Polonia por el oeste, mientras Stalin lo haría por el este el 17 de septiembre de ese mismo año. Hitler se apoderó de su parte y todavía mucho más: El Corredor Polaco, era una estrecha franja de tierra de alrededor de noventa millas de largo que llega hasta Danzing y el Mar Báltico. El Tratado de Versalles se lo quitó a Alemania y se lo otorgó a Polonia.

Stalin se apoderó de su parte. Los rencores y resentimientos de polacos contra rusos vienen desde la época de los zares y durante la revolución bolchevique. Polonia era un imperialismo más débil en relación a Rusia. En 1920, bajo la guerra civil en Rusia, Polonia invadió a Ucrania.

La contraofensiva del Ejército Rojo, dirigido por León Trotsky, llegó hasta los suburbios de Varsovia, pero allí fue obligado a retroceder. Pero el Partido Bolchevique decidió firmar el Tratado de Riga en 1921, que dio a Polonia gran parte de Bielorrusia y Ucrania. Fueron concesiones territoriales en aras de mantener el poder de los soviets. Polonia había sido elegida por Francia para que actuara como vanguardia de la cruzada antisoviética. Stalin estaba feliz con su venganza contra los polacos, pero no se percataba que en el fondo la Alemania nazi había extendido sus fronteras prácticamente hasta la URSS.

En ambas zonas invadidas se cometieron masacres contra la población polaca que resistía. El llamado gueto de Varsovia, donde se masacró a la población judía, es el episodia más emblemático de la barbarie nazi.

El stalinismo, repitiendo al zarismo, también realizó masacres, siendo la más conocida los fusilamientos masivos de más de 22,000 oficiales del ejército polaco en Katyn, Polonia, a manos de la NKVD (antecesora de la KGB)

Stalin invade Finlandia

El 30 de noviembre de 1939, de conformidad al protocolo secreto delPacto Ribbentrop-Mólotov, Stalin invadió Finlandia, pero a pesar de haber derrotado a un enemigo menor y desprevenido, fue un desastre militar que mostraba las enormes debilidades del Ejército Rojo, cuya plana mayor de generales y comandantes militares había sido fusilada por Stalin en 1937, incluyendo a su comandante supremo mariscal Mijail Tujachevsky

Debate sobre la naturaleza de la URSS

Las invasiones a Polonia y Finlandia provocaron un agrio debate en el seno del movimiento trotskista, sobre si la URSS ya se había transformado en un Estado capitalista e imperialista. Trotsky tuvo que polemizar con algunos de sus seguidores, argumentado: “(…)Naturalmente, la invasión de Finlandia por Stalin no fue sólo un acto en defensa de la URSS. La política de la Unión Soviética es dirigida por la burocracia bonapartista. Esta burocracia se preocupa, por encima de todo, por su poder, su prestigio y sus conquistas. Se defiende a sí misma mucho mejor de lo que defiende a la URSS. Se defiende a sí misma a costa de la URSS y del proletariado mundial. Se ha puesto de manifiesto a lo largo del desarrollo del conflicto entre Finlandia y la URSS. Por tanto, no podemos, ni directa ni indirectamente, responsabilizarnos de la invasión de Finlandia, que no representa más que un eslabón más en la cadena de la política de la burocracia bonapartista. Una cosa es solidarizarse con Stalin, defender su política, asumir la responsabilidad de ella -como hace el triplemente infame Comintern- y otra muy distinta explicar al proletariado internacional que, por muchos crímenes que pueda cometer Stalin, no podemos permitir que el imperialismo invada la Unión Soviética, restablezca el capitalismo y convierta al país de la Revolución de Octubre en una colonia. Esta explicación es la base de nuestra defensa de la URSS”.

La posición de Trotsky fue impecablemente revolucionaria. A pesar de ello, Stalin ordenó su asesinato, el que se realizó el 21 de agosto de 1940. Meses después, el 22 de junio de 1941, Hitler invadió la URSS, rompiendo la frontera en la zona polaca bajo control soviético. Las preocupaciones y alertas de Trotsky fueron confirmadas por la historia.

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