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Uruguayos condenados antes de nacer

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Un documento revela la persistencia de problemas vinculados al embarazo adolescente

Gabriel Pereyra 

El Observador, 24-7-2017

http://www.elobservador.com.uy/

Los testimonios de expertos en infancia y políticas sociales a los que vengo entrevistando desde hace un tiempo nos obligan a repensar de qué manera observamos a los jóvenes que fracasan en el estudio o que se convierten en un problema social y en ocasiones de seguridad pública.

Los estudios e investigaciones sobre comportamiento y evolución neuronal llegaron hace tiempo a la conclusión que un 80% de la vida de un ser humano se juega antes de los tres años de vida y muy especialmente en los primeros seis meses.

Lo que no reciben ahí, cuya carencia contribuye luego a apartarlos del camino recto, difícilmente pueda la sociedad proporcionárselo luego y si se lo proporciona sus efectos empiezan a reducir en porcentaje de logros conforme avanzan los años.

Pero la lente con la que miramos ciertos fenómenos sociales protagonizados por jóvenes disfuncionales debería abrirse más aún para que esa observación sea más parecida a la de una película que a la de una foto. Abarcar un espacio aún mayor al del día que esos jóvenes nacen y sus vidas empiezan un periplo, en ocasiones, «más hamacado que un tren».

Si ampliamos la visión no los veríamos entonces a ellos sino a sus madres. O sea, los problemas que tenemos están tan enraizados y sus características convertidas en cultura en determinados sectores, que quizás no alcance con atender a esos niños antes de que cumplan seis meses de vida sino incluso antes, cuando son un proyecto en el vientre de una madre cuyas condiciones sociales son una luz roja para el futuro de sus hijos.

De Carrasco a Casavalle (1)

El gobierno terminó hace unas semanas un documento sobre embarazo adolescente en el que señala que este fenómeno «es una expresión y consecuencia de desigualdad y segmentación social».

«La desvinculación educativa, el desigual acceso al mercado de trabajo, la emancipación de los hogares a edades tempranas, el entorno social en general, entre otras condicionantes, afectan particularmente las capacidades de elección de las mujeres adolescentes y jóvenes sobre sus proyectos de vida», agrega el documento.

Dice que en el plano de la educación, «restringe fuertemente la posibilidad de retomar y continuar sus estudios. En lo político limita la ciudadanía libre debido a la reclusión doméstica y territorial y por reproducir mecanismos de desigualdad de género. En el ámbito económico, afecta las oportunidades de inserción actual y la expansión futura de la fuerza laboral».

A pesar de las políticas sociales y específicamente sanitarias tomadas en ciertos sectores, en el último quinquenio el 17% de los nacimientos totales han sido de mujeres menores a 20 años.

La tasa global de fecundidad cayó hasta mínimos históricos en 2014 (1,9 hijos por mujer), pero la tasa de fecundidad adolescente es similar a los guarismos de la década de 1950 con 2,5 hijos por mujer. Como consecuencia, «el peso relativo de la tasa de fecundidad adolescente sobre la tasa global de fecundidad fue aumentando de manera consistente».

En promedio, 60 de cada mil adolescentes de entre 15 y 19 años son madres, pero hay zonas y departamentos donde la cifra trepa a 86, un indicador similar al de países en situación de extrema pobreza.

Puede haber algún desinformado que piense que se está estigmatizando a los sectores bajos de la sociedad por ubicar allí este problema, pero para eso están los persistentes datos que demuelen cualquier preconcepto (no, en realidad un preconcepto a veces no lo demuele ni una topadora): mientras en Carrasco no hay hijos de madres adolescentes, en Casavalle hay un hijo cada cinco adolescentes.

En las jóvenes de 20 a 24 años, la cantidad de madres adolescentes es 21 veces superior en Casavalle que en los barrios de la costa Este de Montevideo como Carrasco, Punta Gorda, Pocitos, Malvín.

¿Algún otro dato que dé por tierra con el temor a que estemos estigmatizando? Un 26.8% del total de nacimientos de madres adolescentes se da en hospitales públicos, un 10% en mutualistas «y en los seguros privados son casi inexistentes; 0.1%».

Entre las que fueron madres en la adolescencia, el 43% vive en situación de pobreza mientras que entre las que no lo fueron son el 8%.

En una demostración de que el ciclo de reproducción de la pobreza es como una serpiente comiéndose a sí misma por la cola, los datos muestran que tres de cada cuatro madres adolescentes abandonó sus estudios antes de embarazarse.

A todo esto se añade la violencia que, en general hombres, aplican contra casi siete de cada 10 adolescentes y mujeres mayores de 15 años, hayan sido madres o no.

Resulta entonces que no alcanza con atacar las causas que afectan a los jóvenes pobres cuando estos son bebés, sino que hay que trabajar aún mucho para que esos bebés nazcan de vientres de madres que estén en condiciones de darles lo que luego necesitarán para no convertirse en jóvenes disociales. Puede resultar desalentador: ya no solo son ineficientes las políticas aplicadas durante la adolescencia porque sus problemas comenzaron en la niñez temprana, sino que incluso lo que se haga en la niñez temprana puede ser insuficiente ya que la noria de la pobreza y la marginación nos pone por delante los problemas que tienen antes del nacimiento. Es como si la pobreza, la marginación y las carencias afectivas después de tres o cuatro generaciones, fuesen un mal que se transmite por la sangre y que conforme pasan los años va generando anticuerpos a cualquier política social.

Nota de Correspondencia de Prensa

1) Carrasco, zona habitada por la “clase media alta” y las familias más ricas. Cuenca del Casavalle, en la “periferia urbana” de Montevideo, reúne a varios barrios populares del Municipio D (Municipal, Marconi, 40 semanas, Gruta de Lourdes, Padre Cacho, la Cantera, Lavalleja, entre otros) donde viven alrededor de 180 mil personas y se registran los índices más elevados del país (junto al norteño departamento de Artigas) en pobreza, desempleo, trabajo precario, salario mínimo, y deserción estudiantil.

 

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