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Uruguay – Una carrera en el nombre del padre que terminó de forma cruel

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Todo fue muy vertiginoso. El capital político, la forma de vida y hasta la apariencia personal de Sendic cambiaron en un pifpaf

Leonardo Pereyra 

El Observador, 10-9-2017

http://www.elobservador.com.uy/

Las caídas duelen más cuando más alto se vuela, y el vuelo del renunciante vicepresidente Raúl Fernando Sendic Rodríguez fue lo suficientemente relevante como para que el golpe recibido le mueva el esqueleto a él y a su fuerza política, replique en la estructura institucional del país y recuerde que, muchas veces, conviene andar por la vida ligero de equipaje y ayuno de pesadas herencias.

Porque difícilmente Raúl Fernando Sendic hubiera emprendido el vuelo del que se despeñó en estas horas, sin el soplo de su padre Raúl Sendic Antonaccio, el «Bebe», el mítico líder y guerrillero tupamaro, al que muchos evocaron cuando le dieron pista al hijo ahora caído en desgracia.

Pero, se sabe, el peso de la sangre puede dotar al heredero de una transfusión de capacidades y posibilidades únicas, pero también puede convertirse en una pesada lápida. Ambas cosas ocurrieron en el caso de Raúl Fernando aunque, paradójicamente, la relación con su mítico padre fue de todo menos sencilla y armoniosa.

Cuando el líder tupamaro cayó preso en la década de 1970, Raúl Fernando, hoy de 54 años, era un niño y la relación con su padre se cimentó únicamente en las visitas que le realizaba a la cárcel de vez en cuando.

En su Paysandú natal, junto a su madre Nilda y su hermano Ramiro, Raúl Fernando conoció la pobreza y el peso de un apellido que, por primera vez, le jugaba en contra. En medio de la pobreza y cercado por una sociedad conservadora y asustada por la dictadura, portar el apellido Sendic era una condena.

Luego, Raúl Fernando se fue del país hacia Cuba y, a la distancia geográfica, se le sumaron las diferencias ideológicas.

En la isla caribeña, así como en Suecia, se habían hecho fuertes los denominados «seispuntistas», dirigentes desertores del MLN que, en las cárceles de la dictadura, refundaron el Movimiento 26 de Marzo.

Este grupo basaba su ideología en seis puntos en los que, entre otras cosas, anunciaban su fidelidad a la Unión Soviética como vanguardia de la revolución mundial, y a Cuba como faro socialista del continente. Además, buscaban las más pequeñas grietas en el pensamiento del resto de la izquierda para bajarles o subirles el pulgar aplicando su particular mirada del límite entre lo burgués y lo proletario.

En buena parte de la izquierda, los seispuntistas eran conocidos con el apodo de «los cátaros», en referencia a un grupo religioso que apareció en Europa en el siglo X y predicaba un ascetismo radical.

Raúl Fernando adhirió con fervor a la pureza ideológica del movimiento 26 de Marzo, cortando amarras definitivas con su padre quien, hasta el final de sus días, siguió abrevando de la vertiente más heterodoxa del movimiento guerrillero que había ayudado a fundar.

El joven dirigente del 26 de Marzo volvió a Uruguay junto con la democracia y la relación con su padre siguió siendo escasa. Sendic Antonaccio murió en 1989 en Francia a dónde había viajado para tratarse de una rara enfermedad. En ese mismo año, Raúl Fernando se presentó como candidato a edil por el 26 de Marzo pero no tuvo suerte. La siguiente década lo encontró dirigiendo el semanario La Juventud –órgano de prensa del 26 de Marzo– y alentando junto a sus compañeros seispuntistas las posiciones más radicales de la izquierda.

En 1999 llegó a la Cámara de Diputados tras un acuerdo con el Movimiento de Participación Popular (MPP) liderado por José Mujica, quien ya despuntaba como el caudillo popular que le lavaría la cara al movimiento tupamaro y le granjearía un montón de votos al Frente Amplio.

Participantes de aquel pacto señalaron a El Observador que Sendic sentía una especie de «tironeo» y «vacilaba» acerca de su futuro político. Se preguntaba, dicen, qué hubiera hecho su padre en esa situación, y creía que si «El Bebe» estuviera conduciendo a los tupamaros estos –tal vez– habrían adoptado un camino más «radical» frente a la coyuntura política.

Al mismo tiempo, hacía buenas migas con Tabaré Vázquez, a quien invitaba para que divulgara su palabra a través de CX 36 Centenario, la radio propiedad del 26 de Marzo. Era, dicen algunos compañeros de entonces, una circunstancia en la que Sendic se sentía pleno. Estaba en la Cámara de Diputados, el dinero de los negocios del 26 de Marzo le permitían tener en sus manos medios de prensa en la que propalaba sus ideas –la 36 era la radio preferida por la militancia de izquierda– y se mostraba intransigente en sus ideas, honrando aquella «pureza» ideológica de los «cátaros» políticos.

Implacable con sus adversarios –pidió recurrentemente la renuncia del presidente Jorge Batlle durante la crisis de 2002– incluso sus aliados del MLN, ampliado en el MPP, quedaron ubicados a su diestra.

Tanto que en las elecciones de 2004 decidió romper con los viejos compañeros de su padre y se lanzó solo con su 26 de Marzo.

Pero el vuelo fue cortito, los votos no le dieron para renovar su banca y Sendic se dio contra el suelo. Los compañeros que lo rodeaban entonces dicen que Raúl Fernando no tenía todavía en su cabeza la idea de acceder a lugares de mucho privilegio, pero le temía al ostracismo político y a no estar a la altura de su pedrigrí revolucionario.

Vázquez, aquel disertante de CX 36 convertido en presidente de la República, le agradeció los minutos al aire con la vicepresidencia de ANCAP e, imprevistamente, el hijo de Sendic empezó a carretear de nuevo cuando parecía que había quedado en la vía.

En las elecciones de 2009 ya había armado su propio sector, la lista 711, cuyo lema llevaba su nombre pero, en realidad, evocaba la figura de su padre: «Por la senda de Raúl Sendic».

La lista 711 obtuvo una sola banca en la Cámara de Diputados pero, con la llegada de Mujica a la Presidencia de la República, la buena estrella de Raúl Fernando se encendió como nunca antes.

Mujica lo arropó como si se tratara de un hijo político, lo designó en la presidencia de ANCAP y le transmitió, a los viejos y nuevos tupamaros, que Sendic sería el heredero, ya no de sus escasos bienes, pero sí de su capital político.

En abril de 2011, Mujica convocó a los suyos a «blindar» a Raúl Fernando y, aunque se encontró con una fuerte resistencia en el MPP, logró el cometido. Por aquellos días, Vázquez comentaba que le «encantaría» tener a Sendic como compañero de fórmula y eran miles los seguidores de una página de Facebook en la que se invitaba a los cibernautas a participar del futuro a través de la consigna «Conozcamos más del próximo presidente».

En 2014 Sendic se convirtió en vicepresidente de la República acompañando a Vázquez, y su grupo creció hasta convertirse en una de las principales columnas del Frente Amplio.

Todo fue muy vertiginoso. El capital político, la forma de vida y hasta la apariencia personal de Sendic cambiaron en un pifpaf.

Aquel radical, que en fotos de hace no muchos años aparecía con una modesta campera y luciendo un tupido bigote, se afeitó, moderó sus propuestas, se calzó un traje elegante y se rodeó de guardaespaldas.

A quienes le hacían notar el cambio en las ideas y en el guardarropa, Sendic les insinuaba que no tenía que exhibir el carné de revolucionario ante nadie. Alcanzaba con googlear su apellido para mensurar las entradas que hablaban de cárceles, exilio y balas.

El resto de la historia está muy fresca. Las denuncias en la Justicia por su gestión en ANCAP, el título que dijo tener y no tiene, los gastos con una tarjeta de crédito del Estado que lo dejaron al borde del nocaut, el abandono de sus propios compañeros, y el dictamen condenatorio del tribunal de ética del Frente Amplio lo arrastraron a la renuncia final.

Hoy las agencias de noticias internacionales hablan de ese Sendic que, con su decisión, marcó un hito en la historia institucional del país.

Hoy, cuando se dice Sendic, se piensa antes en el vicepresidente renunciante Sendic Rodríguez que en Sendic Antonaccio, aquel guerrillero que condujo a los tupamaros cincuenta años atrás.

Finalmente, la fama del hijo superó a la del padre. La historia tiene esas vueltas paradójicas y crueles.

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