por Pepé Gutiérrez Álvarez

STALIN Y EL STALINISMO…El alcance del significado del estalinismo se puede medir por la constatación de la duda de que llevó el socialismo hasta la ruina, tanto es así que no son pocos que no creen que este ideal se pueda recuperar.
Los residuos del estalinismo “se agarran a un clavo ardiendo”, y buscan argumentos debajo de las piedras. Al final los hechos son tozudos, y aunque hubo un momento en el que pudo llegar a parecer que fue el Zar el que realizó la revolución de Octubre, como dijo Bujarin antes de su proceso, el tiempo pone la verdad en su sitio.
El estalinismo se distinguió por saber liderar una contrarrevolución dentro de la revolución, algo trágicamente “normal” cuando el pasado se reafirma bajo nuevos vestidos. Sus métodos policíacos y escolásticos que se impusieron en el sistema soviético, acabaron siendo reproducidos en China y en las «Democracias populares»…
Al final, tanto la URSS como estas «democracias» se descompusieron…ante el rechazo de la propia clase trabajadora, y se han hundido en el desprestigio total de la palabra «socialismo» que quedara maldita. Especialmente en estos países. Esto es algo probado, visible, sin embargo, lo que hacen autores como Domenico Losurdo (cuyos trabajos en principio nadie cuestiona en otros terrenos como el de la historia del neoliberalismo tiene hasta grande almacenas de ellas).
Este nos viene decir en su libro publicado en El Viejo Topo que el capitalismo fue mucho peor que la «leyenda negra», requemara como ya he escrito, el caso del Imperio Español. Que los demás no fuesen mejores no lo exculpa. Pero además aquí estamos hablando de una revolución que nació con vocación democrática y socialista, o sea de una tentativa de una nueva historia.
La tentativa de justificar la «leyenda negra» de Stalin (Domenico Losurdo) con la existencia de una «leyenda blanca» absolutamente falsa del capitalismo nos remite a la historia entre el colonialismo español y el británico, el segundo no era mejor. Pero en el caso del comunismo es que la comparación no es sostenible desde el momento que éste nace como una alternativa opuesta y radical. En la España republicana, la existencia de una reacción fascista tan horrible no justifica absolutamente la parte oscura de la intervención soviética.
Las muestras de “la gran derrota” aparecen por doquier. Por ejemplo, el sábado pasado desde el Informa Semanal, dedicado a Nicaragua, el comentarista comenta a unas palabras de Ortega que culpan convencionalmente a la injerencia Norteamérica: «Nuevamente se culpa a los Estados Unidos. El chivo expiatorio de los populismos sudamericanos». Luego Jon Lee Anderson matiza, ahora ya no lo necesitan, ya hay una nueva oligarquía que le hace la faena. Pero Somoza fue «su hijo de puta», como lo fueron todos. El imperio es como un tapón que expolia su «patio trasero». Antepone los «intereses norteamericanos» y refuerza a las oligarquías.
El magnífico periodista Manu Leguineche hablaba de los Auschwitz de Norteamérica, y ese era el pan común hasta la época del auge de la revolución en Centroamérica, hasta que se impuso la restauración neoliberal hasta el último rincón mediático.
La cuestión Stalin se prolonga un poco por todas partes, incluyendo la República España de la que hemos tenido un ejemplo en unas declaraciones de una familiar del presidente Negrín que ha tratado de relacionar el “trotskismo” (el POUM) nada menos que con el nazismo. En su día llegaron a asegurar que Trotsky se reunía con Hitler y Nin con Franco.
El debate está planteado, pero ya bajo otras coordenadas. Personalmente no creo que Negrín fuese meramente el «hombre de Stalin», sí sostengo la necesidad de dar a conocer el trabajo del amigo Josep A. Pozo sobre el tema, por eso he facilitado su edición en «Viento Sur». En mi libro «Un ramo de rosas rojas y una foto. Variaciones sobre el proceso del POUM» (Laertes, Barcelona, 208-2009) explicito todos los matices que entiendo sobre la cuestión.
Básicamente el trance entre el fin del ciclo revolucionario y el inicio de un acuerdo entre los aliados que tardaría en llegar. Sí creo que el estalinismo fue lo peor que le pudo pasar a la revolución rusa y que su actuación contra el «trotskismo” es la página más sucia de la historia republicana.
Es muy importante que todo esto quede claro en la hora de un nuevo comienzo.











