por Franco Machiavelo
El grito de Allende no fue un adorno retórico ni una despedida melancólica: fue una orden al porvenir, una chispa de dignidad en medio de la traición y el fuego. Ese eco resuena hoy, pero se estrella contra los muros de una seudo democracia que sólo administra el legado podrido de la dictadura. Lo que llaman “transición” fue en realidad un pacto infame: una rendición pactada con el capital y con el imperialismo, donde la sangre del pueblo fue cambiada por ministerios, dietas parlamentarias y migajas de poder.
La seudo izquierda que se disfraza de heredera de Allende es, en verdad, su verdugo silencioso. Son los administradores serviles del neoliberalismo, guardianes del modelo que juraron combatir, pero que hoy protegen con celo. Se arrodillan frente a las multinacionales, venden la soberanía en tratados coloniales, hipotecan el cobre y el litio al capital extranjero, y reprimen con la misma brutalidad a los pueblos originarios que resisten el saqueo.
¡Mienten al invocar a Allende! Él habló de dignidad, ellos practican sumisión. Él soñó con socialismo y justicia, ellos celebran el mercado como dogma y aceptan la miseria como si fuese destino natural. Su progresismo no es más que maquillaje: inclusividad de cartón, discursos vacíos, y detrás de eso, el mismo látigo de la explotación.
El imperialismo ya no necesita fusiles: se encarna en la deuda, en el FMI, en los TLC, en los banqueros que dictan las leyes y en los gobiernos que obedecen como fieles capataces. Y esta pseudo democracia es su máscara: voto obligatorio para legitimar la farsa, parlamentos que legislan para las forestales, tribunales que castigan a los pobres mientras los ricos gozan de impunidad.
Pero la historia enseña que los pueblos no se arrodillan para siempre. Las alamedas que Allende anunció no son metáfora poética: son la irrupción de los trabajadores, de los estudiantes, de las comunidades mapuche, de los pobladores que aún esperan justicia. Se abrirán no con discursos, sino con lucha, con organización, con desobediencia frente al orden impuesto.
¡¡¡Las alamedas no se abrirán con la mano de los traidores ni con el permiso del imperialismo!!! Se abrirán cuando la fuerza organizada del pueblo haga trizas esta seudo democracia y construya una verdadera soberanía popular. Allende habló al futuro: que nadie ose callar esa promesa.
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