Ecoceanos
Cuando la industria salmonera se prepara para expandir su producción, los accidentes y muertes entre sus trabajadores -sobreexplotados y subcontratados- aumentan significativamente, afectando sobre todo a buzos. Ecóceanos se encuentra trabajando en un nuevo reporte de “Salmones de sangre” que informa de 22 muertes en los últimos tres años.
Publicado en Interferencia
04 de abril, 2024
Diariamente, en los centros de cultivo y engorda de salmones los buzos bajan entre 30 y 40 metros de profundidad en las gélidas aguas de fiordos y lagos del sur de Chile para recoger la mortalidad de salmones que se deposita en el fondo marino, reparar las redes y, en general, realizar mantención a la infraestructura de las balsas jaula.
Sin embargo, pese a lo capital de su trabajo para la industria que se trasformado en segunda mayor área económica del país, los buzos están expuestos a peligros como el mal de presión, que sucede por descensos y ascensos sin la descompresión necesaria, sin la debida regulación del gremio salmonero ni de las autoridades fiscalizadoras.
Es más, la Superintendencia de Seguridad Social, señala como una práctica común en la industria salmonera el “buceo de tipo sucesivo o repetitivo, denominado ‘buceo yo-yo’, lo que ocasiona un mayor esfuerzo físico. Asimismo, estas actividades se realizan en aguas a muy bajas temperaturas, lo que implica una mayor carga fisiológica para el organismo”.
En este contexto, el Centro Ecocéanos se encuentra trabajando en un nuevo reporte de “Salmones de sangre en el sur del mundo”, un informe sobre las condiciones laborales de los trabajadores de la industria salmonera. (Revisa la primera edición haciendo clic aquí).
Sobre esta investigación, el director de Ecóceanos, Juan Carlos Cárdenas, comenta a Interferencia que “el 90% de los buzos que trabajan en los centros de cultivo de salmón son buzos de pesca artesanal”.
A ello se suma que “el 40% de los trabajadores, fundamentalmente los buzos, trabajan a través de subcontratistas, que a su vez son contratados por las empresas mandantes. Es decir, se externaliza el trabajo en esta industria exportadora”.
Según Cárdenas, para las empresas salmoneras “son más baratos que los buzos certificados industriales, pero no tienen la preparación adecuada porque ya están trabajando entre 30 y 40 metros de profundidad, mientras que ellos están habilitados para bajar hasta 20 metros”.
Por ello, la exposición de los buzos a los accidentes ha sido la tónica en la salmonicultura, pero llegar a conocer la mortalidad ha sido un trabajo cada vez más difícil para los centros como Ecóceanos debido a la subcontratación, la gran oferta de mano de obra que proviene de la pesca artesanal y la externalización reinante en la industria, que tienen como consecuencia la opacidad de los datos.
Según la investigación de Ecóceanos, entre el 2013 y los primeros tres meses de 2024, se han registrado un total de 80 muertes de trabajadores en la industria salmonera. De esta cifra, sólo entre el 2021 y 2023 se han reportado 22 muertes, promediando en 7,3 trabajadores muertos por año.
En detalle, el registro apunta que 11 buzos han fallecido en sus labores entre 2021 y 2023.
“El 2021 fue un escándalo con 11 trabajadores muertos, casi uno al mes, seis eran buzos. En el 2022 de los seis trabajadores que fallecieron, tres eran buzos. El año pasado de los cinco muertos, dos eran buzos”, apunta Cárdenas.
En comparación, Noruega, el primer productor mundial de salmón, solo reportó la muerte de un buzo entre el 2012 y 2018.
En el fondo, comparado a otros países salmoneros “Chile tiene las mayores jornadas laborales, que pueden alcanzar hasta las 12 horas diarias en los periodos de peak; tiene los menores salarios que se pagan en toda la industria salmonera a nivel global, y tienen la mayor tasa de mortalidad de la mega industria salmonera internacional”, apunta Cárdenas.
Las condiciones laborales: subcontratación, sobreexplotación y enfermedades
Para operar y lograr sus metas de producción, la industria salmonera requiere funcionar 24/7.
Según la investigación de Ecóceanos, “el sistema de trabajo de la industria salmonera en Chile incentiva la autoexplotación y el sobreesfuerzo laboral, ya que el salario mensual de los trabajadores está asociado al volumen de producción”.
El trabajo nocturno mayormente corresponde a las operarias que filetean y desespinan salmones en condiciones de frío, de humedad, con trabajos repetitivos y bajo intensa presión para lograr las metas. El reporte del centro apunta a que en las plantas procesadoras es común la tendinitis y el lumbago, las lesiones del manguito rotador y la cistitis.
Por parte de los buzos, sufren enfermedades músculo-esqueléticas, como la osteonecrosis disbárica, un tipo de necrosis de articulaciones por la presencia de nitrógeno que no es eliminado del cuerpo debido al buceo yo-yo. Así también, el centro reporta casos de barotrauma ótico, es decir, la ruptura de tímpanos, además de sinusitis crónica y enfermedades neuromusculares como la hemiplejia.
Respecto al tercer informe de “Salmones de sangre”, Cárdenas adelanta que están revisando las causas de muerte entre los trabajadores durante los últimos tres años.
“Tenemos por asfixia por inmersión de los buzos, aplastamiento por contrapeso submarino en balsa a jaula, golpes por caída de la infraestructura en los centros de cultivo, muertes por electrocución en las plantas de cultivo o en las plantas industriales, quemaduras por incendio, atrapamiento de los buzos en la hélice de embarcaciones que operan dentro del centro de cultivo, pero también atrapamiento de manos la planta de proceso industrial. Hay casos en que se atrapan la mano en las máquinas fileteadoras”, señala.
La expansión y la mortalidad
La primera vez que las empresas salmoneras decidieron como gremio expandir su producción al millón de toneladas cambió para siempre la forma de operar de la industria con la crisis que trajo el virus ISA.
Sin embargo, la muerte de toneladas de salmones ocultó otra cifra negra, el fallecimiento de 42 trabajadores entre el 2005 y 2007.
“Cada vez que la industria salmonera inicia un proceso de expansión como el de ahora, en que está creciendo su producción para llegar al millón 300.000 toneladas al 2032, inmediatamente va acompañado de un peak de muertes y de accidentes”, afirma Cárdenas.
Según el reporte de Ecóceanos, los últimos tres años se ha dado un segundo peak de mortalidades que coincide con el proceso de expansión territorial de la industria salmonera, que está ocupando área cada vez más remotas y, por lo tanto, con muy poca fiscalización de parte de los organismos estatales en la práctica.