Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao (CEFB)
Parte del pacto secreto entre los grupos de la dictadura terrorista de Pinochet y la Concertación, para iniciar la “transición a la democracia”, fue la impunidad de los medios de comunicación, impulsores y defensores de aquella revolución capitalista desarrollada a sangre y fuego.
El caso de El Mercurio es el más emblemático, el medio más conocido de los Edwards, que todo Chile sabe que miente, debió haber sido cerrado por traición a la patria, así como también debió terminarse con el monopolio mediático de los privados en todos los ámbitos de la comunicación. Los medios son manejados por grupos económicos que se benefician con el actual sistema, tanto así, que la prensa crítica a la dictadura que existía a finales de los 80, desapareció en la década de los 90, “en democracia”.
La Concertación, luego la Nueva Mayoría, e incluso en la actualidad, las fuerzas que integran el gobierno de Boric, abandonaron la tarea política de que el Estado tuviera una significativa presencia e influencia en los medios de comunicación para asegurar una pluralidad mediática. El Estado renunció a dicha tarea, y los medios críticos al actual modelo son hoy mininos, subsisten a duras penas, y con muy poca influencia.
Los medios de comunicación hegemónicos, aquellos que articulan la agenda mediática, no solo constituyen el sostén de los grupos económicos, sino, además, el propio Estado, con los gobiernos “democráticos” a la cabeza, refuerzan su existencia con la jugosa y siempre presente publicidad estatal. Es hasta patético escuchar por un lado a las “fuerzas democráticas” del gobierno, incluyendo al Partido Comunista, denunciando con rostro hipócrita al monopolio mediático en un sistema del que son parte.
El presidente Boric ha dicho incluso que los medios no cubren las “cosas buenas” que hace su gobierno, noticias positivas, como el mandatario las llama. La verdad es que un gobierno que no ha hecho nada por cambiar estructuralmente la situación, escudándose en la “correlación de fuerzas” en el Congreso, o en el momento político desfavorable, “porque es ofrecerle a la derecha un nuevo flanco de ataque”, es poco creíble en su reclamo, más bien practica un ruego lastimoso para que lo “traten mejor”.
Otros, más “refinados” en sus teorías, manifiestan que los medios de comunicación están en decadencia, frente a los fenómenos mediáticos que se dan en las redes sociales. Ocultan u omiten que las redes sociales están diseñadas para llevar al ser humano a un individualismo enfermizo y enfermante. Es decir, son afines a rajatabla al modelo neoliberal que nos oprime. Son sus arietes cómplices.
Las críticas en las redes sociales, salvo en momentos de crisis extremas, como ocurrió durante el estallido social del 2019, en general refuerzan la agenda mediática de los principales medios de comunicación. Un caso evidente son el tema de la delincuencia o el de la inmigración. Algunos dirán que es al revés, que son las redes sociales las que pautean a los medios nacionales, pero son ingenuos, o francamente, nos están mintiendo.
Muchos entregan datos alarmantes que señalan que estamos cerca de que el 50% de las noticias en las redes sociales sean falsas, y piden con farisea preocupación velar por la transparencia y la calidad informativa, como si las noticias emanadas de los medios poderosos en la dictadura, en la transición, y en la actualidad, fueran de calidad e impregnadas de “ética informativa”.
Ejemplo hoy de esta “ética” informativa, es el tratamiento mediático al Juez Urrutia, al cual acusan de todo, y que está pagando su osadía de tener un accionar justo y cuerdo con los muchachos de la primera línea en la otrora Plaza de la Dignidad. También está el supuesto “secuestro” de un ex oficial militar, encarcelado en Venezuela por traición a patria, que se escapó de su país, y que hace 5 años se encuentra en Chile, como “refugiado político”, condición otorgada por Sebastián Piñera. En su caso, los medios dan casi por sentado que fue fruto de una acción del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Y cabe preguntarse, además, qué “ética” periodística le otorgó tratamiento de santo a un delincuente como Sebastián Piñera, hasta la fecha ni siquiera conocemos el resultado de su alcoholemia. Simplemente, estamos en presencia de una prensa canalla, que informa de acuerdo con los intereses de los grupos económicos y de las transnacionales.
El gobierno de Boric asumió con gusto la agenda mediática del sistema, más aún, la fortalece, no solo asegurando el monopolio de los medios “privados”, también dando por cierto todo lo que emana desde la empresa de encuestas CADEM, que será motivo de otra reflexión.
El que maneja la “plaza pública”, donde otrora se debatía y que constituía el escenario de una cierta “democracia” o, en términos más populares, era el proscenio de la gran asamblea, básicamente controla la “democracia”. Los medios de comunicación, aquellos privados y económicamente poderosos, hoy por hoy son la “plaza pública”.
Si se es dueño de los medios, entonces decides qué temas se hablan, quién tiene la palabra y cómo se habla. Esos grupos tienen un 50 %, a los menos, de sus negocios asegurados. Todo el mundo sabe que canal 13 no es muy rentable, como negocio directo, pero por algo el dueño es el grupo Luksic, una relación de interés que se podría establecer en cada medio o de cadena de medios importante. Dueño, medio o cadena de medios, significa en palabras sencillas, la legalización del sistema y de sus negociados.
La gran mayoría somos sólo consumidores de noticias. Raras veces protagonistas reales de ellas, salvo en la crónica roja. Esta, es la base de la “democracia” de mentira en que vivimos.
Razón tenía Malcon X al decir “Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Febrero 2024.
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