Por Gustavo Espinoza M.
Desde hace un tiempo diversos segmentos de la Clase Dominante se han dedicado a pregonar un Mensaje de Guerra. En uno y en otro caso, acuden al mismo lema: “Estamos en Guerra”, dicen. Hablan así de la guerra contra el terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia, la corrupción, y todos los males inherentes a una sociedad capitalista en descomposición.
No tienen más imaginación que idear esta figura bélica a la que enfrentan premunidos de un casco mágico y de armas de fuego por doquier. Todos los exponentes de esta teoría, se sienten “comandantes” en esta guerra ficticia que porta un mensaje subliminal que esconde el propósito de hacer uso de la fuerza para enfrentar cualquier situación que busque debilitar la presunta “gobernabilidad”. En el fondo, se sueña con mantener intangible el statu cuo, y no perjudicar los intereses de los poderosos.
Ahora se ha puesto de moda –y por eso repiten como papagayos- una suerte de adhesión al “modelo Bukele”. Lo ensalzan como una manera de sustentar su clarinada de guerra. No saben quién fue Bukele, antes de ser Presidente, ni tienen idea de lo que ocurrió en su país en décadas.
El Salvador vivió una sucesión de gobiernos reaccionarios y asesinos de la que formaron parte grupos de ultra derecha que lograron comprometer a la Democracia Cristiana en crímenes abyectos. Para enfrentar esa situación, el pueblo tomó las armas y se generó así un conflicto que culminó 20 años después con acuerdos de paz alentados por Naciones Unidas.
En esa aguda lucha, Nayib Bukele fue un activista del Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN- que lo promovió como alcalde de San Salvador en una primera gestión cuando terminó la guerra que asoló al país. Hubo –como se recuerda- dos gobiernos del FMLN que fueron enfrentados por la reacción y combatidos duramente por la administración americana.
Para derrotar al gobierno salvadoreño, EE.UU usó una estrategia siniestra: juntó a los delincuentes salidos de El Salvador que radicaban en Miami y los preparó para usarlos en enfrentamientos urbanos. Dio nacimiento así, a las Maras, convertidas en bandas delictivas extremadamente crueles. Preparadas, las hizo retornar a El Salvador, para que actuaran. Los gobiernos del FMLN no pudieron hacer frente a esa estrategia y se vieron debilitados. De ese fracaso, asomó Bukele.
Por eso se dice hoy que se trata de un enigma. Algunas veces defiende a Cuba, se siente identificado con la lucha de otros pueblos; y otras, asume conductas dictatoriales que ha convertido a su país en el Campo de Concentración más extenso de América Central. Recientemente, Salió al frente de Dina. “Usted no atiende las necesidades de su pueblo, sino los intereses de los ricos”, pareció decirle en su cara pelada. Y es que, en todo caso, Bukele no representa los intereses de la clase dominante.
Las medidas que adopta para enfrentar a las Maras y sus ramificaciones, lucen brutales, pero responden a una realidad concreta. Hay que estudiarlas, y no “calcarlas” como pregonan ciertos politiqueros de nuestro país. Enfrentar los retos que nos agobian, no pasa por alentar una dictadura sino, por afirmar un proceso democrático. A diferencia del El Salvador, donde la mafia está siendo reprimida y encarcelada; en el Perú, la mafia gobierna.
Por eso hay que tener cuidado cuando se trata de definir políticas. Y es que se suele calificar de delincuentes a quienes no lo son, acumulando contra ellos acusaciones falsas y procedimientos perversos. Por lo general, quienes así actúan, son precisamente los delincuentes, que buscan encubrir sus propias acciones denigrando a sus adversarios.
¿Qué sentido tendría colocar a la mafia fujimorista, al cogollo Alanista del APRA o a la ultra derecha de Montoya y López Aliaga como jueces con la posibilidad de “combatir la delincuencia”? Con seguridad, la delincuencia gobernaría, en tanto que las cárceles estarían pobladas por los que luchan realmente contra la corrupción.
Otra “mensaje” que busca alentar la derecha más reaccionaria, es del argentino Milei, El endiosado caudillo gaucho promete acabar con la cultura, la educación, la salud, los programas sociales, los proyectos asistenciales y los servicios que el Estado brinda a los argentinos. Y pretende mercantilizar todo alentando a los pobres a vender, desde sus órganos vitales, hasta sus hijos, para pagar el “derecho” a vivir.
Comercializar todo, imponer la voracidad descomunal del mercado, asegurar la intangibilidad de los privilegios de la clase dominante y descargar con violencia desenfrenada los efectos de la crisis capitalista sobre los hombros de la población, constituye el sueño de Milei. Y por eso hay quienes, desde aquí, lo aplauden.
Su anhelo, es mimetizar los dos mensajes. Diseñar un Bukele para que reprima al pueblo, y un Milei para que lo succione. Dos en uno, como producto comercial en venta de subasta. No será fácil para “los de arriba” imponer ese escenario. No sólo porque el Perú es complejo y heterogéneo, sino porque además la delincuencia no puede perpetuarse como gobierno, ni oprimir impunemente a la población. Por ahora, tendrán que contentarse con “Condecorar” a la embajadora USA por los “servicios prestados”; a ellos, obviamente
Tarde o temprano la historia se abrirá paso. No la que nos cuenta el Fondo Editorial del Congreso referidasal pasado reciente; si no aquella que responde realmente a la dolorosa experiencia de nuestra patria.
Si se trata de guerras, Mambrú podrá tocar tambores; pero el pueblo impondrá la paz.