Por Gustavo Espinoza M
El lunes último tuvo lugar en Lima un importante evento regional que pasó desapercibo para un buen número de peruanos. La XXII Cumbre Presidencial Andina fue ocultada por la “Prensa Grande”, que optó por dedicar sus primeras planas a los 30 meses de prisión dictados por el Juez Gómez contra Yennifer Fernández o a las movidas de la inconsistente representación parlamentaria empeñada en interpelar y censurar al Ministro de Vivienda como parte de su ritual. Después, vendrá el titular del Interior.
El Pacto Andino, conocido también como El Acuerdo de Cartagena, bordea ya el medio siglo de existencia. Fue formado a fines de los años sesenta, y buscó integrar en una comunidad de intereses y afinidades a los países de nuestra región, unidos por la Cordillera de los Andes. Concurrieron, en un inicio, Venezuela, Colombia Ecuador, Bolivia y Chile, pero no todos miraron ese proceso con el optimismo requerido.
En los años 70 cuando la CAN pudo alcanzar vuelo, impulsada sobre todo por la empeñosa y soberana política exterior independiente alentada por Juan Velasco Alvarado; perdió piso. La caída del Proceso peruano de entonces, fue un duro golpe que no le permitió superar la barrera del tiempo.
En el 74, el régimen fascista de Pinochet retiró a Chile del Pacto Andino en tanto que desde el 75, Morales Bermúdez, frenó las inquietudes integracionistas que animaran su esencia. Venezuela, en ese marco, optó por retirarse de la Comunidad, y el auspicioso acuerdo pasó a un prolongado letargo.
Virtualmente entre esos años y ahora, la CAN vivió casi de puntillas. Si no murió, eso puede atribuirse a dos factores: el trabajo burocrático de la oficina de Lima, que desarrolló una actividad de rutina que mantuvo vivo el Acuerdo; y la actividad empeñosa de Grupo Laboral Andino, integrado por los trabajadores y en el que, cumpliera esforzadamente sus actividades Carlos Ortiz Cornejo, el representante peruano de la CGTP.
Los gobierno neo liberales de la región, desdeñaron el Pacto Andino, y orientados por Washington prefirieron ver la Alianza del Pacífico como si fuera la verdadera alternativa de integración. Esta alianza, en verdad, estuvo representada básicamente por gobiernos de un mismo signo.
En su mayor esplendor, fueron las administraciones de Santiago, Lima, Bogotá y México las que manejaron la batuta. De ese modo, Sebastián Piñera, Alan García, Álvaro Uribe y Peña Nieto; asumieron el protagonismo de una unidad que nunca llegó a concretarse.
Como los que integraban esta “Alianza” eran todos países ribereños, colindantes con el mar; asomaron entonces como los de la “costa”, contrapuestos a los andinos considerados como “los de la sierra”. También hubo en el tema un cierto grado de racismo disimulado, por cierto, pero más o menos ostensible.
La cita del 29 en Lima, tuvo dos propósitos: transferir la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad, a Pedro Castillo, de manos del mandatario ecuatoriano Guillermo Lasso; y debatir y analizar la situación que afrontan los países miembros de la Comunidad.
Lo del reconocimiento de Castillo en la Presidencia de la CAN, tiene un cierto sabor simbólico. Ocurre en el momento en el que se entremezclan dos procesos. Por un lado, el Mandatario peruano sufre el acoso galopante de la triada de Poder construida entre la Fiscalía de la Nación, la Prensa Grande y la ultra derecha política; y, por otro, se registra un significativo incremento del estimado ciudadano en las encuestas de opinión manejadas, sin embargo, por los opositores al régimen. Como lo reconocen incluso ciertos analistas políticos, Castillo crece al tiempo que es atacado.
El reconocimiento del Maestro peruano, habrá de caerle muy bien porque después de todo, es una señal de aliento en un rato difícil, cuando el enemigo se frota las manos y afila cuchillos con la idea de cortar cabezas a corto plazo. Pero no es, tampoco, un hecho decisivo. Para el Jefe de Estado peruano, constituye un desafío que sólo podrá encarar si perfila mejor su mensaje, y su accionar concreto.
La figura del evento de Lima fue sin duda Gustavo Petro, Con sencillez y modestia loable, dio verdaderas clases de política a todos los que oyeron su mensaje, que sólo fue trasmitido por el Canal 7 de la TV, y que no encontrara el menor eco en la prensa escrita.
El nuevo Mandatario Colombiano, miró el mundo con un criterio verdaderamente internacionalista, y abogó por el fin de la guerra que hoy se libra en territorio de Ucrania y que es artificialmente alargada por los afanes belicistas de la OTAN; propuso una integración activa; una nueva política anti drogas orientada a enfrentar al Narcotráfico y el crimen organizado, en nuevas condiciones; proteger el medio ambiente y la bio diversidad; y promover un acelerado proceso de industrialización.
Estas metas no son ilusas, pero requieren fortalecer la CAN. La reincorporación de Venezuela y Chile y la integración de Argentina, convertirían al Acuerdo Andino en la columna vertebral de la zona sur del continente; complementarían a UNASUR y serían una pieza clave para el fortalecimiento de la CELAC. 7 países de América del Sur concertados en una sola voluntad de desarrollo, serían una fuerza decisiva en el escenario de nuestro tiempo,
En circunstancias como éste, el sueño del Libertador parece cuajar: “Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa!”, nos dijo Bolívar. Y esto, no es un mito del pasado, sino un reto de hoy; pero, sobre todo, una proyección de futuro.