POLITIKA
He aquí uno de los textos enviados por nuestros lectores, que difundimos con algún retraso. El interés de darle la palabra a la Gente Como Uno es innegable: Si queremos cambiar de nido… ¡Que salga el pueblo a cantar!
Orgullo de ser chilena/o…
por Soledad Araya Martínez
De cuando era pequeña atesoro uno de los recuerdos más emotivos de los que tenga memoria. Eran las Fiestas Patrias, y el 19 de septiembre nos vestían con ropa nueva (en esas fechas ¡todo el que podía estrenaba!) y de la mano de nuestros padres nos íbamos a un Parque especialmente dispuesto para la ocasión, para ver desfilar a nuestras ‘Gloriosas Fuerzas Armadas’. Era un día lleno de significados, nos habían enseñado.
Desfilaban marinos, aviadores, militares, carabineros, tanques, aviones, orfeones, y muchos padres con sus niños, entre globos y volantines multicolores, se ubicaban para que sus hijos pudieran ver ese despliegue de pasos y movimientos perfectos que nos incitaban admirar. Y desarrollé un culto muy singular por esos símbolos, especialmente por nuestra Canción Nacional.
Hasta que tuve que salir de Chile por pensar distinto, lo que me hizo una peligrosa ‘enemiga de la patria’. Sin embargo donde quiera que viviera (ya por exilio y más tarde por trabajo) siempre, inevitablemente, la emoción me traicionó cada vez que oí los acordes del Puro Chile, o canté Si Vas Para Chile al compás de mi guitarra.
Era un orgullo ser chilena. Bueno, era mi orgullo.
Pero eso terminó. Se esfumó luego de 17 años de pesadilla; luego de 30 años más de promesas incumplidas; de conocer la brutalidad de muertos, desaparecidos, torturados, perseguidos, y ahora, en plena ‘democracia’, de ciegos gracias a los balines de las ‘fuerzas del orden’. Luego de robos, tráfico de influencias, corrupción…
Y sobre todo, luego de saber a ciencia cierta lo ocurrido con nuestros pueblos originarios; de constatar que no somos el “soberano”; de ver con estupor autoridades compradas o a la venta; de escucharlos avalar la violencia de su sector; de ver arder en las redes el odio por la diversidad, por los negros, los “morenitos”, los extranjeros…
¡Y yo, que cuando me pedían que cantara algo de Chile ponía el corazón en esa parte que dice “y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”… y, peor aún, ¡me lo creía!
Qué vergüenza y qué pena me da recordarlo. ¿Orgullosa de qué? De la ‘bandera más linda del mundo’ (hoy inmersa en un pedazo de la bandera de USA según la presentó ufano un Presidente); de nuestros ‘valientes soldados’ (que en 17 años mataron y desaparecieron más gente que en todo un siglo); de nuestras Fuerzas Armadas incorruptibles (en un par de años han robado 5 veces nuestro PIB); de nuestra hospitalidad (no resiste análisis; pregúnteselo al hermano extranjero)…
Es inevitable que se agolpen las razones para renunciar a tal orgullo… Por ejemplo cuando veo un paro de camioneros tan insolentemente parecido al que creó las condiciones para acabar con un gobierno democráticamente electo.
Cuando oigo a gente educada repetir como loros que el Gobierno de la Unidad Popular iba a acabar con las libertades cuando en rigor ha sido el más demócrata del que se tenga memoria.
Cuando siento los disparos y los fuegos artificiales que anuncian la llegada de la droga en ciertas comunas. Cuando veo que las mujeres se descrestan trabajando por sueldos equivalentes a la mitad del de los hombres, con iguales responsabilidades.
Cuando siguen siendo maltratadas y asesinadas por sus parejas sin castigos ejemplares para los hechores. Cuando los jóvenes no pueden seguir estudiando en la Universidad porque les es imposible pagar una carrera. Cuando hay tantos y tantas sin trabajo y sin oportunidades.
Cuando se sigue penalizando a las mujeres que abortan pero siguen llenando el Servicio Nacional del Menor con niños candidatos a ser abusados y violados.
Cuando mueren ciudadanos por falta de atención en salud. Cuando se descubre que con la Ley Reservada del Cobre se pagan viajes y hasta ramos de flores…
Pues… estoy de luto. Pero no lloro. Es mil veces peor: tengo rabia, impotencia, ira. Y trato de entender…
Leo lo que escribe mi amigo, el escritor y psicólogo social Julio Paillalef, y mi cólera se acentúa. Él da cuenta de cómo “los colonos nacionales y extranjeros pasaron a ser dueños de los mejores territorios de los mapuche, quienes debieron soportar la crueldad de ver quemadas sus casas, sus siembras, violadas sus mujeres y el despojo de sus tierras y animales por las tropas de ocupación”… para ser trasladados a suelos estériles en las llamadas reducciones indígenas, territorios incultivables donde comenzaron a vivir las penurias de la pobreza.
Pasan los años y el conflicto del Estado Chileno con los mapuche no se resuelve. Y ha escalado peligrosamente acompañado de manifestaciones de abierto racismo. “Curiosamente esta lacra racista rebrota en nuestra América en países dirigidos por gobiernos de una derecha conservadora y religiosa que busca aplicar dogmáticamente su nefasta política de mercado…”, dice también mi amigo.
Si a lo anterior sumamos las clases de ética a ladrones de cuello y corbata, los perdonazos en millones de dólares a coludidos y estafadores, los llamado al odio de autoridades y representantes de partidos políticos… ¿por qué habría de ser una sorpresa si cualquier Octubre trajera otra enorme masa ciudadana saliendo a protestar en contra del abuso en todo sentido, “que parece haberse naturalizado como conducta en las elites enriquecidas y beneficiadas desde que Chile es Chile”? -se pregunta, como yo, Julio Paillalef.
Y ahora, a 50 años del Golpe de Estado, como si fuera poco los políticos de derecha se niegan aceptar una invitación que no podía desecharse: firmar un documento que nos comprometa como sociedad, como país, como chilenos, a respetar la libertad y la democracia por sobre todo.
Luego del recuento que antecede, aún me pregunto ingenua y muy sinceramente: ¿recobraré alguna vez el orgullo de ser chilena?
No creo que recobres ese orgullo , yo tambien lo tuve. era un cabro feliz hasta los trece años, pero mi conviccion no es de resentido, ya a los once iba a las concentraciones de allende acompañado de mi marde, gran mujer. Es necesario no olvidar la historia. Mientras podamos hablar habra esperanza. Siempre hay alguien que escucha. Si te sirve, piensa en un plan, piensa en como seria este pais y su gente, sin capitalismo, sin propiedad de la tierra agricola, si un ejercito como este, sino uno formado por trabajadores, sin niños en la droga, sin latifundios ni latifundistas, con medios de comunivacion populares, con pueblos originarios felices en sus territorios, con nuevos simbolos, con nuevos amigos internacionales, con muchas escuelas tenicas, con una asamblea constituyente, donde cada comunidad este representada, donde los recursos naturales sean administrados por un gobierno popular, con rios limpios, con calles limpias, con niños felices, sin pacos, ni autoridades ladronas, sin materialismo inutil, con centros de investigacion cientifica, y con muchos otros buenos etcs.