Reflexiones de un varón (nada más que eso, reflexiones) respecto de un tema nunca agotado: la liberación femenina
Arturo Alejandro Muñoz
Las aguas parecían estar calmadas en el océano feminista, pero bastó que apareciera en España –dando charlas y entrevistas- la pensadora y activista italiana Silvia Federicci (42 años, profesora en la Universidad de Hofstra, Nueva York, verdadero referente intelectual por su análisis del capitalismo, el trabajo asalariado y reproductivo, siempre desde una perspectiva de género), para que nuevamente los vientos huracanados comenzaran a soplar con furia sobre todas las aguas donde navega el feminismo.
¿Qué tan grave o rupturista fue lo que dijo la Federicci para provocar el reinicio de una acalorada controversia sobre el tema en cuestión, no solo en España sino también en nuestro país?
“”Aquello de que la emancipación de las mujeres se ha producido gracias al acceso al trabajo asalariado es un engaño del que hoy podemos darnos cuenta. La ilusión de que el trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se ha producido. El feminismo de los años 70 no podía imaginar que las mujeres estaban entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el que éste se estaba convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que, en general, el trabajo asalariado no ha liberado nunca a nadie””.
Y agregó más adelante en su entrevista otorgada al periódico electrónico español “eldiario.es”:
“”Es un error no ver el tipo de planificación capitalista que se está desarrollando dentro del proyecto de globalización. Hubo una intervención masiva en la agenda y en las políticas feministas con el objetivo de usar el feminismo para promover el neoliberalismo y para contrarrestar el potencial subversivo que tenía el movimiento de mujeres en términos, por ejemplo, de lucha contra la división sexual del trabajo y contra todos los mecanismos de explotación (…) Hay que tener en cuenta que los hombres también son explotados. Entonces, si decimos simplemente que queremos la igualdad con los hombres estamos diciendo que queremos tener la misma explotación que los hombres tienen. La igualdad es un término que congela el feminismo: por supuesto que en un sentido general no podemos estar en contra de la igualdad, pero en otro sentido decir solo que luchamos por la igualdad es decir que queremos la explotación capitalista que sufren los hombres””.
Y como colofón a esa entrevista, Silvia Federicci afirmó:
“”El trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el mundo, que es el trabajo reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los trabajadores. El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo para producir trabajadores para el capital y es un tema central. Si no hay reproducción, no hay producción. Si ese trabajo que hacen las mujeres en las casas es el principio de todo lo demás: si las mujeres paran, todo para; si el trabajo doméstico para, todo lo demás para. Por eso el capitalismo tiene que devaluar este trabajo constantemente para sobrevivir: ¿por qué ese trabajo no está pagado si mantiene nuestras vidas en marcha? La corriente de la que yo provengo estima que si el capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no podría seguir acumulando bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no produciremos ningún cambio en ningún otro plano””.
Si se me permite resumir en breves palabras lo anterior, puedo decir que Silvia Federicci apunta a que el trabajo reproductivo y de cuidados que hacen gratis las mujeres es la base sobre la que se sostiene el capitalismo, y que el trabajo asalariado no libera a nadie.
Por ello, entonces, que las mujeres luchen por una “igualdad de derechos” respecto a los hombres solo aseguraría el perfecto estado de salud del neoliberalismo, ya que en este sistema los hombres vienen siendo explotados históricamente, y tal situación en absoluto podría significar un objetivo principal en la lucha feminista. Lo dice Federicci, claro está, y aunque solo soy el mensajero concuerdo con ella en lo esencial.
El tema no se ha agotado… la solución al mismo, tampoco. Más allá de ello, permanece una pregunta que merecería análisis de distintas disciplinas; ¿cuándo, realmente, comenzó la liberación de la mujer? Obviamente, se trata de un proceso de larga data y trayectoria, con insignes mujeres que dieron batallas ejemplares, como Eloísa Díaz (primera mujer médico de Chile y América del Sur), o como María de la Cruz, luchadora infatigable en pro de conseguir el derecho a voto para las mujeres… o Amanda Labarca, potente intelectual, destacada educadora y feminista que brilló con luz propia a inicios del siglo pasado.
Pero, debe existir un punto, un hecho, un evento, que le haya servido a la liberación femenina como detonante efectivo.
Mi ex compañera de trabajo, la psicóloga Ana María Zlachevsky (que fue docente de primer nivel en la Universidad Central y en Inacap), aseguraba que ese ‘detonante’ ocurrió en la década de 1960, específicamente con el descubrimiento o fabricación de la píldora anticonceptiva. Gracias ella, según Zlachevsky, la mujer tomó por fin el control de su vida y fue dueña de sus decisiones sin tener que soportar temores ni sanciones sociales por embarazos prematuros, además de –este es el punto neurálgico al parecer- poder decidir y determinar por sí misma cuándo –en qué año y mes de su vida- deseaba ser madre, sin verse en la obligada necesidad de postergar su desarrollo laboral profesional y social, así como su propia independencia económica.
En fin, lo dije al inicio de estas líneas. Reflexiones de un varón… solo eso, reflexiones. El tema es denso, vital, y amerita opiniones y aportes de personas con más luces que la exigua luminosidad de este servidor.