A tres años que nuestros compañeros de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero fueran agredidos y desaparecidos por diversas corporaciones policíacas, el ejército y en contubernio con el crimen organizado, el Estado insiste en sostener su “verdad histórica” cuando diversos documentos oficiales y no oficiales, testigos y estudios periciales y forenses contradigan dicha conclusión impuesta. Con esto, el gobierno desea dar carpetazo y que todo quede en el olvido. Sin embargo, les recordamos que, con este lamentable hecho muchas conciencias fueron despertadas y no piensan volver a dormir o descansar hasta conseguir justicia y verdad.
Durante estos tres años, la lucha de los padres de los 43 y de quienes los hemos acompañado se ha esforzado por que el estado reconozca que estamos ante un caso de desaparición forzada y el asesinato político de seis estudiantes, entre ellos, Julio Cesar Mondragón, que fue brutalmente torturado y encontrado en condiciones inhumanas. La desaparición forzada en México es una situación sumamente grave, llegando a cifras de 30 000 personas en este rango, todas por causas políticas, extrajudiciales y vínculos con el narcotráfico, solamente en el último año la cifra es de cerca de cuatro mil personas.
El Estado de Guerrero es una de las zonas donde más delitos de esta índole se cometen y con un grado de impunidad nauseabundo. Por ejemplo, está documentado que en la zona de la Sierra Madre del Sur ocurrieron incursiones de Los Guerreros Unidos – cartel vinculado a la desaparición de nuestros compañeros – secuestros, varios de ellos masivos, de mineros, comerciantes y maestros, así como de pobladores durante sus incursiones en comunidades del Estado. El gobierno nunca ha querido reconocer estos hechos, la explicación es muy clara y evidente: son participes de éstos. Los funcionarios al frente de diversas instancias gubernamentales ejecutan este modus operandi y lo encubren. El caso de los compañeros normalistas, lamentablemente, es botón de muestra de esto. Todos los estudios y averiguaciones independientes arrojan que durante toda la noche del 26 de septiembre de 2014 todas las fuerzas del Estado tanto policiales como militares actuaron de forma coordinada, por acción u omisión, en la represión y desaparición de los compañeros.
Si, el caso de Ayotzinapa se trata de una desaparición forzada por cuestiones políticas y en contubernio con el narcotráfico. El gobierno se ha rehusado a abrir la línea de investigación relacionada con el tráfico de drogas en autobuses de pasajeros. El quinto camión que las propias autoridades escoltaron y que falsearon el testimonio del conductor es clave y demuestra que el Estado cobija al narco y que incluso le ayuda a salvaguardar sus negocios compartidos. Nuestros compañeros es probable que hayan tomado un camión transportador de droga, sin que ellos se dieran cuenta, sin embargo, no podemos decir que estuvieron en el lugar y hora equivocados, los compañeros no cometían ningún crimen, antes preguntamos ¿por qué el gobierno no acaba con el tráfico de drogas con los camiones? Sino, por el contrario, atacan salvajemente a quienes sólo están tratando de organizar su lucha. El gobierno fue contundente en tratar de aplastarlos no sólo porque se vio amenazado políticamente sino también porque sus negocios saldrían a la luz y se verían afectados.
El cinismo del gobierno llega al grado de declaran el extravió de los videos del Palacio de Gobierno del Estado de Guerrero, lugar donde ocurrieron uno de los dos enfrentamientos y detenciones de los compañeros. Hasta el momento no ha habido ninguna sentencia, aunque se arguye la detención de más de 110 personas por el caso. Los próximos peritajes no tienen fecha y siguen sin deseos de aprobar la Ley General de Desaparición Forzada.
Este caso nos demuestra una vez más que las leyes y la justicia dentro del capitalismo solo sirve para los ricos, corruptos y asesinos del Estado. Los humildes solo hemos impuesto la justicia mediante la lucha y la movilización, hemos logrado arrebatar dignidad y respeto cuando hemos logrado poner en jaque a los ricos y sus gobiernos. Las magníficas manifestaciones que fueron resultado del sacudimiento de millones de conciencias de jóvenes y trabajadores pusieron sobre la mesa el verdadero rosto del Estado y sus leyes, sin embargo, este movimiento tan fuerte, álgido y positivo no fue capaz de llegar hasta el final. Las manifestaciones las debimos de escalar a niveles superiores unificándonos con el movimiento obrero y paralizando los puntos neurálgicos de la economía del país. Teníamos la fuerza y el Estado se desquebrajaba, si Peña se mantuvo y no hemos obtenido justicia, fue gracias a la indecisión y parálisis de las direcciones sindicales y en particular al movimiento de trabajadores dirigido por AMLO que jamás trascendido las declaraciones y los llamados a la unidad y justicia.
Por otro lado, el movimiento estudiantil tuvo garra, arrojo, valentía y fuerza, pero todo ello lo teníamos que haber extendido a los sectores de trabajadores y campesinos pobres, convenciéndoles a salir a luchar codo a codo, pero no lo hicimos, nuevamente el movimiento pensó e imagino que era suficiente con sus propias fuerzas. De todo esto tenemos que aprender, la lucha juvenil no puede marchar por separado de lucha obrera, campesina e indígena. Tenemos que golpear como un solo puño a nuestro enemigo en común, para arrebatar la justicia, la verdad y una sociedad justa donde los humildes dejemos de poner los muertos y los desaparecidos.
El caso de Ayotzinapa demuestra que la justicia la lograremos en las calles, combatiendo y extendiendo la rebelión contra este sistema.
Fue el Estado
Presentación con vida y castigo a los culpables.