Margarita Labarca Goddard |
No podemos hablar solamente de la Constitución, del litio o de los migrantes. También
hay otros temas importantes. Por ejemplo el robo de niños en Chile, que es un asunto
poco conocido por el público en general, aunque se ha estudiado mucho.
Todos sabemos que en la Argentina se robaban niños y por eso se organizaron las
Madres de la Plaza de Mayo, todavía jóvenes, buscando a sus hijas desaparecidas y a sus
bebés. Más tarde aparecieron las Abuelas de la Plaza de Mayo y se hicieron famosas. Es
que en la Argentina les quitaban los niños a las prisioneras políticas. Eran casi todas
muchachas jóvenes, las detuvieron cuando estaban embarazadas. Los militares
esperaban que dieran a luz, mataban a la madre, se llevaban al bebé y se lo daban en
adopción generalmente a militares o partidarios de la dictadura.
Las Abuelas de la Plaza de Mayo desfilaban alrededor de la plaza con sus emblemáticos
pañuelos blancos en la cabeza. Hasta ahora -mayo de 2023- han logrado identificar a
132 nietos y cada vez que se encuentra a uno o una es una fiesta nacional. Sin embargo,
muchas abuelas murieron sin recuperar a sus nietos.
¿Y en Chile, nunca se robaron niños? Por supuesto que sí, pero se hacía de una manera
diferente y por eso ha trascendido poco. Pero pasó algo increíble: alrededor de veinte
mil niños se les quitaron a sus madres para darlos en adopción internacional.
Es que no eran hijos de las prisioneras políticas. Se sabe de compañeras detenidas
cuando estaban embarazadas, pero los milicos no esperaban que dieran a luz. Las
mataban o desaparecían y con esto también mataban al niño. Tanto que hablan ahora
los fachos contra el aborto y sin embargo defienden a la dictadura y con ella defienden
sus asesinatos. Ha habido muy pocas sentencias condenatorias en estos casos y las que
se han dictado lo han sido muchísimos años después. Y desde luego, jamás ha sido
procesado ni menos condenado un civil.
Pero volviendo al caso de los niños chilenos robados para darlos en adopción, les explico
como se hacía.
Llegaba a un hospital una campesina o una mujer pobre, embarazada y semi analfabeta
o totalmente analfabeta, a veces casada con muchos hijos y más a menudo madre
soltera. Si era en provincia le decían: “Este es un parto de alto riesgo, te vamos a tener
que mandar a Santiago”, la metían en una avioneta y vamos para Santiago, sin
acompañamiento, por supuesto. Este gasto se compensaba con creces posteriormente.
Y si era de Santiago, tanto mejor. En el hospital le decían: “Vas a requerir una cesárea,
por lo que te vamos a anestesiar.” La señora se dejaba hacer, completamente confiada.
Si el marido o alguien la acompañaba, era igual. Cuando despertaba le decían: “Lo
sentimos mucho, pero tu guagua nació muerta, ya te habíamos dicho que era un parto
de alto riesgo…” No le mostraban el cuerpo ni el certificado de defunción. En fin, que de
una u otra manera la convencían y también si había un acompañante. “Al fin y al cabo ya
tienes otros hijos, mujer, perder a uno en el parto es algo que ocurre a menudo, ya
podrás tener otros si quieres…”
La madre volvía a su casa y ahí acababa todo.
Mientras tanto, al bebé lo acomodaban, lo alimentaban, lo vestían con buena ropita y lo
enviaban generalmente al exterior, Europa, principalmente Suecia, Estados Unidos y
otros países desarrollados.
Suecia es el país de Europa con más casos de adopción por habitante. En general no son
discriminatorios. Para ellos adoptar es algo bueno y generoso, pues significa
proporcionar una familia cariñosa a un niño que no la tiene. Es también ofrecer un poco
de la “riqueza y los adelantos de Occidente” a un niño que de otro modo tendría una
vida miserable en el atrasado tercer mundo.
Desde luego, los adoptantes nunca supieron que el trámite se hacía engañando a la
madre.
El segundo país en adopciones fue Francia. Numerosos bebés provenientes de otros
continentes fueron adoptados por matrimonios franceses. Esto contrasta con la actitud
tan cruel que ahora tienen Francia y casi todos los gobiernos europeos con los
migrantes que vienen de África por el Mediterráneo y a los que no permiten
desembarcar, lo que provoca miles de muerte anuales, incluso de niños. La verdadera
razón de esta actitud diferenciada no se logra desentrañar totalmente.
Los órganos del gobierno o de la sociedad civil sueca tampoco son perfectos como
algunos creen. Allí había un organismo llamado Centro de Adopción Sueco, creado en 1971
Al parecer, este Centro sí que sabía la forma poco ortodoxa de las adopciones.
Por cierto, esta trama de tráfico de niños también contó con la complicidad de chilenos:
hospitales públicos, hogares infantiles y guarderías. Porque era un negocio gigantesco.
Parece increíble, pero el precio que se pagaba por una guagüita era entre 6.500 y
150.000 dólares, y una parte de ese dinero iba a parar a manos de distintos funcionarios
europeos y también chilenos que intervenían en la operación.
Las adopciones internacionales formaron parte de una estrategia nacional de reducción
de la pobreza infantil que la dictadura militar trató de llevar a cabo sacando del país a
los niños y niñas más necesitados. En 1978 ya era una política pública con la cual el
pinochetismo trataba de combatir su desprestigio y reconstruir las relaciones
internacionales de Chile, que había quedado aislado después del golpe militar.
Especialmente les interesó Suecia, uno de los países europeos donde había llegado la
mayor cantidad de exiliados chilenos.
Ya en 1975 algo se empezó a sospechar. En Chile, una conocida revista reveló la
existencia de una organización que se apropiaba de los hijos de madres solteras muy
pobres para enviarlos a Europa. Pero esto, en plana dictadura no llegó más allá.
Y de pronto, a fines del siglo XX estalló el escándalo en todo el mundo, principalmente
en Europa. Más de 60.000l niños habían sido adoptados en el extranjero, provenientes
de países más pobres: Corea del Sur, la India, Chile, Colombia y otros.
¿Cómo ocurrió esto? Muy sencillo: porque miles de niños adoptados, ya adultos,
comenzaron a preguntarse quienes eran sus verdaderos padres, quisieron conocerlos y
se encontraron con cosas muy raras. Organizaciones civiles suecas y de los países
originarios de los niños intentaron que sus respectivos gobiernos colaboraran en esta
búsqueda, pero no hubo resultados. Desde luego, también comenzaron las búsquedas
en Chile.
En 1993, con el fin de proteger a los niños en estos casos, se aprobó en La Haya un
acuerdo que ha sido ratificado por casi todos los países del mundo, incluyendo a Chile,
que crea muchos requisitos y dificultades para la adopción internacional.
Para analizar los más de 20.000 casos ocurridos en Chile, la mayoría ocultos y difíciles de
rastrear, nos tenemos que apoyar en un caso ejemplar, el de María Diemar.
María Diemar nació en el sur de Chile en 1975 y llegó a Suecia cuando tenía 10 meses.
Cuando tenía tres años sus padres le explicaron que había llegado a Suecia en un avión y
que su familia en Chile no podía mantenerla porque eran muy pobres. Y cuando tenía 10
años le mostraron una traducción de la sentencia de adopción. Así supo que su
verdadera madre estaba en Chile, decidió aprender castellano para buscarla y se puso a
averiguar qué era Chile.
Gracias a una prueba de ADN, María descubrió que su origen es casi un 98% mapuche.
“Pensé que sabiendo el nombre de mi mamá iba a ser fácil encontrarla, pero no fue así”,
cuenta. A sus padres adoptivos no se les había dicho nada sobre sus orígenes mapuches,
y sus papeles en Temuco –su ciudad de origen- parecen indicar que el proceso de
adopción nunca se completó. “Empecé la búsqueda a los 20 años, en 1995, pero ni en la
Agencia de Adopción Sueca, ni en los lugares que visite en Chile me dieron información,
pero en Santiago, una mujer del Registro Civil me dijo que mi madre estaba viva, que
estaba casada y que seguía viviendo en el Sur, pero que no podía darme su contacto”.
En 1998 María localizó a una mujer que había cuidado de ella en Santiago, antes de salir
del país. “La llamé y la fui a ver. Vivía en un barrio donde también había otras diez
mujeres que en los años de 1973 a 1989, habían cuidado niños que iban a ser
adoptados. Esta mujer que me cuidó a mí, se llama Tita, me contó que ella había
cuidado entre 300 y 400 niños.
María regresó a Suecia e insistió —sin suerte—, con órganos de gobierno para que la
ayudaran en su búsqueda, pero no fue hasta 2003 cuando una estudiante de periodismo
chilena y su tío, la ayudaron para dar con su madre. En ese momento, María no sólo
tuvo la certeza de que su madre biológica estaba viva, sino que también supo que no
había querido darla en adopción. Hasta ahora María no ha podido conocerla en persona
porque la señora está casada y teme la reacción que pueda tener su marido al conocer
esta historia, pero sí ha podido vincularse con algunos de sus hermanos y por
intermedio de ellos ha visto fotos, recibido cartas y, alguna vez, hasta ha hablado por
teléfono con su madre biológica.
En los últimos años, o sea desde 2017 para adelante, tanto periodistas como
investigadores han encontrado pruebas sobre estas adopciones irregulares.
Según se publicó en un diario inglés, The Guardian, al investigar uno de estos casos, en
2017 se allanó en Santiago la casa de una ex trabajadora social jubilada, y allí se
descubrieron los expedientes de 579 niños enviados al extranjero. Los expedientes
contenían información sobre los menores adoptados, las malas condiciones de vida de
sus madres y otros detalles. La dueña de la casa, muy anciana y enferma, no pudo ser
interrogada.
En septiembre de 2018, el Congreso chileno creó una comisión investigadora que
escuchó testimonios de niñas, niños, madres y diferentes actores de estos hechos. En
julio de 2019, la comisión publicó un informe que describía “mafias” que garantizaron, a
través de un “negocio lucrativo”, un suministro estable de bebés, una práctica que se
fue sofisticando con el correr del tiempo. El informe concluye que se trata de crímenes
contra la humanidad.
Ante los resultados de este informe, tanto el Gobierno chileno de Sebastián Piñera
como el sueco, formularon sendas declaraciones y anunciaron investigaciones que
todavía no se terminan..
Hace pocos años se creó en Chile la organización Hijos y Madres del Silencio HMS (*),
que apoya la búsqueda de víctimas de adopciones ilegales y tráfico de niños Hasta
ahora, han dado a conocer el encuentro del caso número 263. Miles de personas han
acudido a la organización Hijos y Madres del Silencio, en busca de sus orígenes.
Los abogados de derechos humanos sostienen que “Al ser un secuestro permanente de
personas, y de niños, son delitos que no prescriben.”
Ya hay muchas investigaciones sobre estas adopciones en Chile, pero al parecer el tema
no ha sido prioritario para los sucesivos gobiernos post dictadura ni para los políticos en
general. Por esa razón se le conoce poco.
(*) Hay muy poca información en línea sobre esta organización. Si alguien sabe fechas u
otros datos, se ruega publicarlos en los comentarios.