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Luchar codo a codo contra el genocidio sionista

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Jacobin

Traducción: Natalia López

Pocos lo saben, pero existe una larga y noble historia de judíos y palestinos que resisten juntos a los crímenes de Israel.

Basel Adra y Yuval Abraham, codirectores de No Other Land. (Hi Gloss Entertainment, CPH:DOX)

uando la coproducción palestino-israelí No Other Land ganó el Oscar al mejor largometraje documental a principios de marzo, el júbilo era palpable. Una vez más, se ponían de relieve ante la opinión pública mundial los crímenes de Israel como ocupante y violador de los derechos palestinos y se demostraba cómo progresistas de todo el espectro político colaboran para alcanzar objetivos comunes.

Este mes, esta realidad volvió a ponerse de relieve con la agresión y detención de uno de los directores de la película, Hamdan Ballal, después de que un grupo de colonos israelíes atacara su comunidad.

No Other Land sigue la lucha del pueblo de Masafer Yatta, un grupo de diecinueve comunidades palestinas en el sur de la Cisjordania ocupada. Narra su lucha continua contra los intentos de Israel de despojarlos y desplazarlos mediante decretos militares, la demolición repetida de viviendas y estructuras comunitarias, la violencia de los colonos, la destrucción y la privación del acceso a sus recursos y las sentencias judiciales. También documenta las luchas comunitarias entre 2019 y 2023 por medio de videos caseros, entrevistas y material de archivo para contar la historia de la lucha de décadas del pueblo de Masafer Yatta por sus hogares, sus tierras y sus vidas, al tiempo que arroja luz sobre los activistas israelíes que se unieron a esa lucha y la documentaron.

Como era de esperar, numerosos funcionarios, periodistas y figuras públicas israelíes reaccionaron agresivamente contra la película, afirmando con frecuencia que no la habían visto ni tenían intención de hacerlo. Pero, contrariamente a lo que cabría esperar, No Other Land también fue atacada por algunos participantes en el movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel.

Mientras que muchos elogiaron su papel a la hora de exponer las prácticas coloniales israelíes y centrar la atención en la firmeza de los palestinos, otros argumentaron que reproducía la dinámica colonial en la que los palestinos necesitaban el permiso de Israel para narrar su historia. El debate puso de relieve toda la cuestión del activismo transnacional por la justicia palestina y la «corresistencia» o lucha conjunta contra la ocupación israelí y la supremacía judía.

En lugar de volver a debatir la definición de normalización o resumir el debate, nos centramos aquí en la práctica de la «corresistencia», su viabilidad y su significado histórico en Israel-Palestina, examinando varios ejemplos históricos clave de esa lucha conjunta judío-palestina desde el periodo del dominio británico hasta principios de la década de 2000. Esta no es en absoluto una lista exhaustiva de tales luchas. Pero sirve para ilustrar su dinámica histórica, sus retos y sus limitaciones.

Fotograma de No Other Land. (Hi Gloss Entertainment, CPH:DOX)

Estos ejemplos muestran que la «corresistencia» se ha practicado históricamente de muy diversas formas en la región, desde partidos políticos hasta acciones directas, dependiendo de las circunstancias particulares. Lo que une estos casos es el principio de oposición compartida y activa al orden colonial, primero bajo el dominio británico y posteriormente bajo el israelí.

La «corresistencia» se centra en proteger la existencia palestina en la tierra, denunciar los crímenes coloniales israelíes y abrir brechas dentro de la comunidad judía para oponerse a los mecanismos represivos israelíes, alentando a los activistas judíos a utilizar su posición estructuralmente privilegiada en la región para ayudar a los derechos y la liberación de los palestinos. Tiene un valor particular en el contexto de Palestina/Israel debido al contexto colonialista de los asentamientos en la tierra. Como han señalado múltiples académicos y activistas palestinos, la forma en que se ha desarrollado el colonialismo sionista en Palestina/Israel hace que la expulsión de la población colonizadora no sea ni práctica ni moral. La «corresistencia» ofrece una estrategia políticamente sólida hacia una descolonización sustantiva, junto con la lucha independiente dentro de las respectivas comunidades.

A largo plazo, a través de esta lucha conjunta, un número cada vez mayor de colonos podrá abrazar un futuro descolonial en el territorio, ampliando las fisuras dentro de la sociedad israelí y proporcionando un terreno fértil para la movilización internacional con el fin de poner fin a la ocupación israelí y a la injusticia.

Codo a codo

Desde el periodo del Mandato Británico, judíos y palestinos han unido repetidamente sus fuerzas para resistir las estructuras coloniales. En la década de 1920, árabes palestinos e inmigrantes judíos unieron sus fuerzas en el Partido Comunista Palestino (PKP). La historia del partido dista mucho de ser un ideal de «corresistencia». Sin embargo, la experiencia comunista mantuvo viva la posibilidad de imaginar una alternativa democrática y anticolonial.

El partido se reconstituyó de forma desigual como un partido único —dominado por líderes judíos—, el Partido Comunista Israelí (MAKI), tras la Nakba de 1948. A pesar de la estructura desigual dentro del partido, el MAKI proporcionó el principal espacio para la lucha de los palestinos que se convirtieron en ciudadanos de Israel para permanecer en su tierra natal en las décadas siguientes, cuando Israel impuso un régimen militar a los ciudadanos palestinos. Los actos de solidaridad y resistencia liderados o apoyados por miembros del MAKI radicalizaron a un núcleo de activistas judíos que continuaron las luchas anticolonialistas durante las décadas siguientes.

A principios de la década de 1960, los planes de las autoridades israelíes de establecer una nueva ciudad judía, posteriormente denominada Carmiel, en la zona de mayoría palestina de Shaghur, galvanizaron la resistencia de una amplia coalición. También dio lugar a una nueva generación de activistas judíos israelíes que trabajaron junto a los residentes palestinos de Shaghur. El papel de estos últimos en la lucha atrajo una considerable atención de los medios de comunicación israelíes y contribuyó a generar apoyo para los residentes de Shaghur entre el entonces incipiente movimiento internacional contra la guerra y la proliferación.

Los años setenta y ochenta fueron testigos de otra ola de activismo conjunto. Fundado en 1974, el movimiento estudiantil CAMPUS (acrónimo hebreo de Grupos para la Participación Social y Política de los Estudiantes) reunió a estudiantes palestinos y judíos de las universidades israelíes. El movimiento se unió a las protestas palestinas contra la ocupación. Otra organización, el Comité de Solidaridad con Birzeit, se fundó en 1981 como un grupo israelí en solidaridad con las luchas palestinas en la Universidad de Birzeit, entonces centro de las luchas contra la ocupación de la izquierda palestina.

El movimiento «Abajo la ocupación» fue una continuación del Comité de Solidaridad. Con el inicio de la Intifada palestina en 1987, sus miembros expresaron abiertamente su solidaridad con el levantamiento. Estos grupos trabajaron para utilizar su estatus privilegiado como israelíes para defender a los palestinos, llevar las voces de la oposición palestina a los israelíes y moldear la opinión pública israelí.

Después de la supremacía judía

Los años de Oslo fueron en su mayor parte un retroceso en la «corresistencia» y vieron el surgimiento de grupos de diálogo, que consistían en reuniones entre israelíes y palestinos, en su mayoría desprovistas de un proyecto político claro y que pasaban por alto la ocupación, la segregación y la desigualdad cada vez más profundas en la región. Los críticos palestinos denunciaron acertadamente estos grupos de diálogo y la industria artesanal de programas que defendían acríticamente la coexistencia sin cuestionar el statu quo y normalizaban las prácticas coloniales del Estado israelí. El colapso del proceso de Oslo con el inicio de la Segunda Intifada llevó a un reexamen de los modos anteriores de resistencia y a un concepto más claro de lo que implica la lucha conjunta.

En 2001, activistas palestinos e israelíes fundaron Ta’ayush, Asociación Árabe-Judía. Parte de la innovación de Ta’ayush fue que el movimiento enmarcó explícitamente su lucha como una lucha descolonial en un contexto colonialista, desarrollando un modelo que podía desafiar las propias estructuras que gobernaban la vida de los palestinos.

Activistas de Ta’ayush acompañan a agricultores y pastores palestinos a sus tierras. (Tal King / Flickr)

Esto fue, en parte, una respuesta a las deficiencias de los esfuerzos previos de «corresistencia» y coexistencia. Los fundadores de Ta’ayush entendieron que estos esfuerzos anteriores reproducían las disparidades de poder existentes entre las dos comunidades, dando prioridad a las perspectivas y preocupaciones judías. Las comunidades palestinas dieron forma y lideraron las prácticas de acción directa del movimiento, mientras que se pidió a los judíos israelíes que utilizaran sus privilegios para proteger a las comunidades palestinas. Esta fórmula buscaba poner de relieve la realidad colonial y, al mismo tiempo, resistirla.

Ta’ayush se consolidó en un momento crítico: el asalto y la reocupación israelíes de los centros urbanos de Cisjordania, en los que las fuerzas israelíes sitiaron ciudades, arrasaron barrios enteros y privaron a las comunidades palestinas de necesidades básicas como alimentos, agua y seguridad. Mientras el grupo trataba de responder a estas necesidades, trabajó para desarrollar un proyecto político contra la ocupación y a favor de la justicia social.

Buscó la plataforma más amplia posible para permitir una mayor participación de los israelíes, al tiempo que se adhería a una línea política clara: Ta’ayush definió su trabajo no como una acción humanitaria, sino como una forma de sacar a la luz los crímenes israelíes y presentar un futuro alternativo basado en la convivencia, a través de la justicia y la igualdad. El enfoque de Ta’ayush hacia la «corresistencia» desempeñó un papel importante en el desarrollo de las formas de lucha conjunta que las comunidades locales de Masafer Yatta siguen liderando en su lucha, que ya lleva más de dos décadas, contra la limpieza étnica.

Tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, esta lucha se ha intensificado. Los crecientes ataques de los colonos israelíes, respaldados por la policía y el ejército, han provocado el desplazamiento de dos comunidades locales de Masafer Yatta, de un total de veinte comunidades de Cisjordania que han sido desplazadas desde entonces por la violencia del Estado y los colonos. A lo largo de todo este tiempo, la «corresistencia» ha mantenido un papel importante en las estrategias de sumud («firmeza») de Masafer Yatta. Durante este periodo, No Other Land documenta la resistencia continua de los residentes de Masafer Yatta a estos ataques, con el apoyo de activistas israelíes.

No Other Land demuestra que en Masafer Yatta, como en otros lugares, la «corresistencia» ha sido una forma crucial de llevar a cabo la lucha contra la ocupación y de imaginar una sociedad después de la supremacía judía. A lo largo de su historia hay un hilo conductor: el rechazo a aceptar la lógica separatista del colonialismo, mientras se trabaja para derrocar las jerarquías que impone.

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