Margarita Labarca Goddard
A mí esto de los niños de Colombia me ha emocionado tanto, tanto, que no pienso en otra cosa.
¿Cómo puede ser que no se publique nada o casi nada en los diarios internacionales? Me
pregunto: ¿Soy una sentimental insufrible? No creo, jamás lo he sido. ¿O el mundo se ha vuelto
atrozmente indiferente? Es verdad que a las mujeres nos impresiona más lo que tenga que ver
con niños, pero de todos modos esto es raro.
Voy comenzando. El primer día, el 10 de junio en que se tuvo la noticia de que a los cuatro niños
los habían encontrado con vida, escribí en mi página de Facebook: “HOY ES UNO DE LOS DÍAS MÁS
MARAVILLOSOS DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.” Y es cierto, porque se trata de Colombia, un país que
no conozco pero que es muy querido por mí pues está en nuestra América, ha girado hacia la
izquierda y tiene a un presidente como Gustavo Petro, un ex guerrillero y poeta que hace unos
discursos emocionantes.
El asunto de estos niños está esperando a un escritor como García Márquez que lo cuente, pero en
Colombia y en otros lugares hay muchos excelentes escritores que lo harán. También se harán
películas, seriales y de todo.
Pero mientras tanto, yo voy contando en forma sencilla, para quienes no lo saben, cómo fueron
las cosas.
EL PADRE DE LOS NIÑOS
El primer capítulo de esta historia se tiene que referir al padre de los niños, un arqueólogo llamado
Manuel Ranoque, que vivía con su familia en el pueblito de Aracuara, en el corazón de la selva
colombiana. Su esposa era una mujer de ancestro indígena, Magdalena Mucutuy, por lo cual sus
hijos y en especial la mayor, Lesby que ya tiene 13 años, conocían bastante bien la selva, sus
secretos y tradiciones. Los cuatro niños son Lesly Mucutuy, niña de 13 años; Soleiny Mucutuy,
niño de 9 años; Tien Noriel Ranoque Mucutuy, niño de 4 años; y Cristine Neriman Ranoque
Mucutuy, niña de 11 de meses de edad.
Este padre, don Manuel Ranoque fue amenazado de muerte por grupos criminales disidentes de
las FARC a causa de que su trabajo interfería en los intereses de esos grupos. Por lo tanto, el señor
Ranoque decidió trasladarse a otro pueblo, llamado Villavicencio, en los Llanos Orientales.
Esperaba recibir allí a su mujer e hijos e irse todos juntos a Bogotá. Por lo tanto, después de unos
días, pidió a su esposa que fuera con sus hijos a reunirse con él.
EL VIAJE Y EL ACCIDENTE
Ella contrató a una avioneta, el medio de comunicación que más se usa en la zona porque no hay
caminos de un pueblo a otro. Pero resultó que la avioneta era piloteada por un hombre que antes
había sido taxista y no sabía casi nada de vuelos, y además el aparato había tenido antes un
accidente y estaba muy mal reacondicionado. Por cierto, la señora Magdalena no sabía nada de
esto. Ella se fue en la parte de adelante con el piloto y oro pasajero, y los niños en la parte de
atrás. Al ir volando sobre la selva amazónica, el piloto reportó a los controladores que tenía
problemas técnicos y pronto perdió todo contacto. La avioneta se precipitó a tierra y allí murieron
instantáneamente el piloto y el otro pasajero. La madre de los niños sobrevivió un rato y les dijo a
sus hijos: “Váyanse, busquen donde haya gente”.
LA ODISEA DE LOS CHICOS
La que tomó el control fue Lesby, la chica mayor. Se pusieron a caminar, buscando a personas de
las tribus indígenas que hay muchas por allí. Lesby llevaba en brazos a su hermanita Cristine,
porque un bebé de 11 meses no sabe caminar y menos en la salva abrupta. Otro aspecto que no se
ha destacado, es que Lesby tenía que mantener a sus hermanos juntos, quizás llevarlos de la mano
o amarrados con sus propias ropas. Porque en la selva, a 20 metros de distancia no se ve nada
pues está oscuro y así se pierde la gente y se han perdido varios perros rastreadores bien
entrenados.
Y así fue como estos niños caminaron durante 40 días ¿y cuarenta noches? No, cuarenta noches
no, porque tenían que descansar, que dormir. ¿Cómo lo hicieron, cómo se alimentaban, cómo
tomaban agua u otro líquido, como se salvaron de las culebras y arañas venenosas, de las fieras
hambrientas, tigres, jaguares, leones? Todavía no se sabe porque los niños están hospitalizados en
el mejor hospital de Bogotá y no se permite hablar con ellos. ¿Sabrían del jugo de alguna fruta, de
una resina o algo que se podían untar y que repugnaba a las fieras? Quizás, así como sabían las
pantas que se podían comer y las que eran venenosas.
Están bastante bien de salud, dicen los médicos aunque algo deshidratados y todavía no pueden
ingerir alimentos sólidos. Lo que se sabe es que nadie puede sobrevivir más de tres o cuatro días
sin ingerir ningún líquido. Estos chicos sacaron líquidos de frutos, de plantas, de algún río. Y
lograron lo que no ha logrado casi ningún adulto, gracias a sus conocimientos de los secretos de la
selva, dice alguna gente.
Y todos en Colombia y muchísimos en el resto del mundo, se ha puesto a sonreír y reír de alegría y
a gritar “Milagro, milagro”. Y yo misma, que no soy creyente, no he podido evitar decir “Milagro,
milagro.”
Se comprobó que los niños habían caminado alrededor de cinco kilómetros y medio más allá de la
avioneta caída. ¿Caminaban en redondo? se preguntarán ustedes- No, no caminaban en redondo.
Pero es que la selva es tan tupida, que los arboles, las plantas, las ramas y hojas caídas impiden el
paso. Los soldados y campesinos que los buscaban caminaban muy lentamente, apartando con un
palo o una varilla metálica, la vegetación a su paso. Vean las fotos y videos que hay en internet.
EL SALVATAJE
En la búsqueda participaron muchos militares con perros rastreadores especialmente entrenados.
Pero también lo hicieron los indígenas que viven en la zona y que conocen muy bien la selva y sus
secretos. El padre de de loa chicos también estuvo allí, naturalmente.
La selva no era la amenaza, la selva los salvó, porque estos niños también son indígenas
dicen muchos de los habitantes de la zona. El caso que para muchos puede ser un milagro,
para otros es un evento usual en sus vidas.
-El ejército ha dicho que parte de la dificultad para encontrarlos fue que los niños
estaban en movimiento. ¿Por qué lo hacían? se le preguntó a uno de estos indígenas,
-Porque uno en la selva no puede quedarse quieto. Por instinto, te mueves. Porque
nosotros no estamos pendientes de salir, sino de encontrar comida y cosas
que nos permitan pasar mejor la noche.
-Uno se ayuda de los animales. Por ejemplo, de los micos, que como se alimentan
parecido a nosotros, con muchas frutas dulces, sirven de guía. Hay una convivencia
entre nosotros y ellos, que, como están en los árboles, van tirando alimento al piso.
El reto es adaptarse a su movimiento, que es rápido.
-¿Cómo describiría la selva en la que estaban?
-Es una selva muy oscura, muy densa, donde están los árboles más grandes de la
región. Es una zona que no ha sido explorada. Las poblaciones son pequeñas, y
están al lado del rio, no en la selva. Hay frío, zancudos, humedad. Es peligrosa,
porque es el corredor del jaguar, de la anaconda, de la serpiente verrugosa, una de
las venenosas más grandes de América.
Desde los aviones y helicópteros que los buscaban sin verlos –porque desde el aire sólo se ven las
copas de los inmensos árboles- les lanzaban al azar paquetes con comida, agua, elementos
sonoros como pitos y otros para que pudieran señalar su presencia. Sólo algunos encontraron los
niños.
Los buscaban por tierra y por aire. En tierra los rastreadores con perros fueron encontrando
algunas pistas: un biberón, unos pañales de la bebé, zapatos de niños destrozados, huellas de
pies. Y finalmente, el día 40 LOS VIERON. Vieron que algo se movía, se acercaron y allí estaban los
cuatro niños, todo vivos. De inmediato avisaron a los helicópteros que, bajando lo más posible,
lanzaban un arnés con un hombre que se abría camino con dificultad entre los árboles, tomaba en
brazos a un niño y lo subía al helicóptero. En qué orden lo hicieron, no se sabe, pero se supone
que Lesby vigiló todo y subió la última.
Y cuando esto se supo, resonó el grito de alegría en toda Colombia y en el mundo entero:
¡Milagro, milagro, los rescataron a todos y están bien¡
Y AHORA: la alegría reina en Colombia y en todas partes. Los niños están perfectamente
atendidos y se recuperan sin problemas. Los médicos dicen que tres o cuatro semanas se van a
demorar.
Y nosotros también nos unimos a la felicidad y decimos: QUE VIVA COLOMBIA, QUE VIVA EL
PROCESO DE PAZ COLOMBIANO. FELICITACIONES AL PRESIDENTE PETRO Y A LOS RESCATISTAS
QUE NUNCA PERDIERON LA ESPERANZA.