por Adán Salgado Andrade
Uno de los efectos que está teniendo la actual pandemia es el de casi haber paralizado la aviación comercial. Para las empresas aéreas, es un golpe casi mortal que ha llevado a varias a la quiebra, como la inglesa Flybe. La consultora de aviación CAPA, predice que, de seguir los negativos efectos de la emergencia de salud, muchas aerolíneas podrían quebrar para finales de mayo de 2020 (ver: https://www.businessinsider.com/coronavirus-airlines-that-failed-bankrupt-covid19-pandemic-2020-3?r=MX&IR=T).
Pero el lado positivo es que se ha reducido muchísimo la contaminación de tantas miles de naves que vuelan, en tiempos normales, por todas las rutas aéreas establecidas. Parte de tal contaminación se da en las estelas, esos restos gaseosos blancuzcos dejados por algunos aviones, visibles a simple vista, que aceleran el cambio climático.
Los aviones a reacción, tanto comerciales, como militares, requieren grandes cantidades de combustible para funcionar, lo que los vuelve, de entrada, muy contaminantes.Pero, además, las citadas estelas (contrails) que dejan, resultantes de una combinación del caliente vapor de agua, del que se llena la máquina a reacción, con el aire frío exterior, contribuyen en mayor proporción al cambio climático.
Un reciente artículo de Wired, firmado por Alex Davies, habla sobre ello, negando, de principio, todas las teorías conspiracionistas de que esas estelas blancas que dejan a veces los aviones, son mortales químicos que se rocían para provocar daños a la salud (una de ellas sostiene que el Covid-19 fue lanzado así, por citar sólo una). También afirma que no son para el bien climático, sino, al contrario, aceleran el calentamiento (ver: https://www.wired.com/story/plane-contrails-surprising-effect-global-warming/).
Esas estelas blancuzcas pueden extenderse por cientos de kilómetros, y al deshacerse, van acumulándose en la atmósfera. Van formando todas ellas una capa que atrapa el calor que trata de expulsar el planeta, calor que, en efecto, se iría si no se formara tal capa (claro que no son las únicas trampas de calor que tenemos, pues, la principal, está conformada por los gases efecto invernadero, como el CO2 o el metano, pero sí contribuyen mucho a retenerlo). Los científicos la han bautizado con el nombre que se les da a ciertas nubes, las cirrus, como “cirrus de estelas” (contrails cirrus).Sin embargo, un reciente estudio hecho por Inglaterra, “encontró que sólo 2.2 % de los vuelos crean el 80% del calentamiento provocado por los cirrus de estelas. “De acuerdo con un estudio de la publicación Environmental Science & Technology, los problemáticos son los vuelos que salen en la tarde o al anochecer, cuyas estelas sobreviven casi toda la noche, cuando pueden atrapar calor, pero son incapaces de reflejar el sol mañanero”, señala Davies, y eso crea un desbalance. Cita a Marc Stettler, autor principal del estudio Mitigando el Cambio Climático Provocado Por las Exhalaciones de los Aviones Mediante Pequeños Desvíos y Adopción Tecnológica, quien dice que “Los efectos durante la noche son de calentamiento puro”.Con pequeños cambios, dicen los autores del citado estudio, podría evitarse ese 2.2% de dañinas exhalaciones. Con que se hicieran cambios de altura menores, se disminuirían o eliminarían las estelas. Éstas, se forman “sólo cuando el aire está muy saturado de moléculas de agua, las que se adhieren a partículas de hollín de la máquina y se condensan, formando cristales de hielo, que se unen a las nubes. Como es frecuente que la saturación de agua se dé por bandas, los aviones podrían evitarlas buscando áreas más secas, moviéndose arriba o abajo”. Lo cual, en efecto, no sería tan problemático.
Davies señala que, de acuerdo con cálculos de dichos investigadores “desviando menos del 2% de los vuelos, ya sea arriba o abajo unos 600 metros o menos, podría reducirse el impacto total de las estelas en el clima un 59%. Y contrario al CO2 que ya está en las alturas, las estelas dañan sólo durante su breve lapso de vida”. Cita otra vez a Stettler, quien afirma que “Es realmente una rápida manera en que la industria de la aviación podría contribuir a la mitigación del cambio climático”.
Stettler y sus asociados basaron sus hallazgos en vuelos sobre Japón, durante el 2012, los que ofrecieron los mejores datos, a los que ellos pudieron acceder, para establecer las posiciones exactas de los aviones. Las sincronizaron con datos sobre el tiempo y usaron un modelo computacional que predice cuándo un avión produce estelas, para revisar cuáles vuelos pudieron provocar el mayor daño.
El siguiente paso sería verificar si estos resultados se sostienen en otras partes del mundo y saber cuándo es razonable que las aerolíneas cambien sus trayectorias. Un problema es saber cuándo un avión está dejando una estela. “No hay un espejo”, dice Les Westbrooks, profesor de ciencia aeronáutica y operaciones de aerolíneas, de la Universidad Aeronáutica Embry-Riddle.Stettler sugiere que se colocara un sensor para avisar o que los pilotos se alertaran cuando vieran la exhalación blanca.
Como siempre, hay muchos peros de las aerolíneas, como señala Westbrooks, quien ve difícil que aquéllas quisieran ajustar sus rutas, pues ya están calculadas para ahorrar combustible lo más posible, ya que “es un tercio de los gastos de las aerolíneas”. Dicen las aerolíneas, a su favor, que están buscando, junto con la NASA y la FAA (La administración federal de la aviación de Estados Unidos), “ mecanismos para mitigar potenciales efectos de las estelas con aviones más eficientes, estrategias de administración de tráfico aéreo y la sustitución de combustible por uno más sustentable”. Todo eso lo dicen, con tal de justificarse y no hacer cambio alguno en las alturas. Sin embargo, Stettler afirma que los cambios de rutas sólo implicarían un aumento del consumo de combustible de tan solo 0.27%, muy poco. Así que si gastaran, supongamos, $2000 dólares de combustible por un determinado vuelo, se incrementaría sólo 54 dólares, que los podrían ajustar en el precio de los boletos, como siempre hacen ante cualquier imprevisto.
Stettler dice que su estudio es una contundente prueba de que si la industria de la aviación realmente quisiera ayudar a mitigar el cambio climático, podría comenzar con los cambios propuestos, pudiera adoptar la frase “No dejes huella”.
Pero, por desgracia, es siempre muy difícil luchar contra los intereses económicos del capitalismo salvaje y sus empresas.
Pero, miren, que ironía, como expongo arriba, ahora, durante la pandemia, forzadamente, están las aerolíneas ayudando a mitigar el cambio climático. En algunos casos, hasta ochenta por ciento de los aviones están, simplemente, estacionados, a falta de pasajeros.
Por decenas de años han estado dañando al planeta con sus contaminantes aparatos, contribuyendo directamente al cambio climático, el que, entre otros efectos, está ocasionando que, de repente, surjan pandemias como la actual, que está afectando, no sólo la salud, sino la economía mundial (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/03/la-nueva-normalidad-climatica-y-social.html).
Quizá les habría convenido, desde hace años, mitigar sus destructivas estelas y contaminantes expulsiones.Ahora, el Covid-19, mitigó dramáticamente sus vuelos.
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