LAS ILUSIONES SE ROMPEN CON ILUSIONES. EN LAS ELECCIONES DEL DOMINGO PARTICIPAN JÓVENES Y TRABAJADORES QUE SIGUEN A BORIC, TAMBIÉN A LOS PARTIDOS OBREROS-BURGUESES, SOCIALISTA Y COMUNISTA. TODOS ELLOS TIENEN ILUSIONES EN SUS DIRIGENTES. NOSOTROS DECIMOS CLARAMENTE QUE NO CONFIAMOS EN LAS CÚSPIDES DIRIGENTES, PERO VOTAMOS POR EL MAL MENOR PARA PARAR EL FASCISMO DE KAST Y ACOMPAÑAR A LOS TRABAJADORES EN SU EXPERIENCIA.
Compartimos esta batalla electoral con compañeros y compañeras que, siendo conscientes de lo que representa Boric, van a votar críticamente por él, como también con quienes quieren enfrentar a la derecha. Esto debido a que el factor que está ausente es la falta de un partido revolucionario con influencia real entre las masas y armado con un programa alternativo para tomar el poder. La ausencia de este factor, una vez más, ha sido determinante para la evolución que han tomado los acontecimientos. El PS y los partidos del Frente Amplio se subieron al carro de Piñera el 15 de noviembre de 2019, y el PCCh primero se negó en redondo a convocar a la huelga general indefinida para derrocar al Gobierno asesino, y más tarde se plegó a la convención constituyente de los dos tercios acordada entre la derecha y la socialdemocracia.
EL VOTO NO DEBE SER VISTO COMO UNA FORMA DE AUTOEXPRESIÓN PERSONAL O JUICIO MORAL. EL ACTO DE VOTAR ES UNA CUESTIÓN TÁCTICA, ES AUMENTAR O DISMINUIR MARGINALMENTE LA POSIBILIDAD DE QUE UNO DE LOS PRINCIPALES CANDIDATOS DE UN PARTIDO GANE. VOTAR POR EL MAL MENOR NO SIGNIFICA EN ABSOLUTO APOYAR EL PROGRAMA DEL CANDIDATO DEL “MAL MENOR.” ES UN VOTO CRITICO Y LA CONTINUACION DE LA LUCHA POR EL PARTIDO Y PROGRAMA REVOLUCIONARIO.
Frente a las elecciones de este domingo, entre Boric y Kast, la postura de los marxistas, obviamente, no puede ser llamar a la abstención o boicot. Esto constituiría un izquierdismo infantil y estéril. Nuestra obligación es explicar pacientemente y acompañar a los que tienen ilusiones para que hagan su experiencia
y entren en contradicción con sus dirigentes reformistas burócratas. Hoy día nos ubicamos codo a codo con todos los trabajadores, mujeres, jóvenes y de la diversidad sexual que odian a Kast y quieren enfrentarlo. Nuestro llamado es a derrotar a Kast y la derecha con la fuerza y movilización de la clase trabajadora y los sectores populares, pero sin ninguna confianza en Boric, sus aliados y su proyecto.
Junto a ellos apoyamos a esta campaña en todos los espacios, incluyendo el impulso de comandos contra Kast independientes y no subordinados a Apruebo Dignidad. Necesitamos unidad y la organización independiente de la clase trabajadora, movimiento de mujeres, estudiantil, territorial, pueblo mapuche para derrotar a la derecha y a los capitalistas que se benefician de la dictadura de Pinochet y del régimen de los 30 años.
Votamos por el “mal menor”, pero seguimos explicando que solo un gobierno de los trabajadores que nacionalice la banca, los monopolios y la tierra, es la única manera real de asegurar el empleo y las pensiones dignas, la sanidad y la educación públicas, acabar con las privatizaciones y la corrupción, garantizar los derechos de pueblo mapuche y la depuración de fascistas del aparato del Estado.
Kast amenaza atentar contra las libertades democráticas y combatir a las organizaciones obreras y de la izquierda. Promueve anular el Convenio 169 de la OIT y legalizar a las ya existentes bandas civiles armadas que atentan contra las comunidades en el Wallmapu y a los campamentos de migrantes. También, pretende derogar la ley de exonerados políticos, limitar el derecho a sindicalización, indultar a los violadores de derechos humanos, expulsar inmigrantes, potenciar allanamientos en domicilios particulares y organizaciones sociales, eliminar subsidios a niños de educación diferencial, y reforzar la judicialización de la protesta social y el encarcelamiento de activistas y militantes de la izquierda.
Kast está en contra del matrimonio igualitario y la despenalización del aborto, entre otras históricas demandas de las mujeres y las disidencias sexuales. Incluso, miembros de su partido han sugerido la idea de disolver la Convención Constitucional. Alertamos que, de ganar o no las elecciones, las tentativas fascistas buscarán fortalecerse. No podemos esperar que lleguen al poder; los trabajadores debemos intervenir en la crisis, como una fuerza política independiente, para erradicarlas.
Para reactivar la rebelión y reorientarla a sus fines profundos de subversión y superación de este orden social es necesario deshacer estas ilusiones y asumir nuestros objetivos, sólo pueden alcanzarse derrocando todo el orden social existente. Las ilusiones en alcanzar el “socialismo” mediante reformas parlamentarias, “vía pacífica”, etc., pronto se darán de bruces con la realidad.
El rasgo fundamental que define hoy la situación a escala internacional es el miedo de la clase dominante a la revolución. La contradicción entre la enorme fuerza y disposición a luchar de los oprimidos, y la ausencia de una dirección marxista con un programa y un plan de acción para vencer, hace que los procesos revolucionarios sufran distorsiones monstruosas, avances y retrocesos, y que muchos de ellos se salden en derrotas. Pero una diferencia significativa con otros momentos históricos es que, pese a la capitulación de las direcciones reformistas y su franca colaboración con el orden capitalista, la burguesía no consigue cerrar de manera concluyente los procesos revolucionarios abiertos.
Por supuesto, los partidos socialista y comunista, en su mayor parte, están integrado por obreros. Sin embargo, el que un partido sea, o no, un auténtico partido político obrero no depende solamente de si está integrado por obreros, sino también de quién lo dirige y del contenido de su acción y su táctica política. Sólo estos últimos elementos nos permiten determinar si se trata realmente de un partido político proletario. Desde este punto de vista, estos son partidos obreros-burgueses hasta la médula. Fueron creados por los trabajadores en su lucha contra el capital, pero sus cúspides dirigentes se han pasado al orden de la burguesía, pues, aunque está integrado por obreros, lo dirigen reaccionarios, que actúan enteramente en el espíritu de la burguesía, engañan sistemáticamente a los obreros.
El partido socialista de Chile al igual que la socialdemocracia internacional es un partido enteramente obrero-burgués, dirigido en condiciones normales de forma muy hábil desde el punto de vista de la burguesía; pero este partido no sirve de nada en condiciones de crisis social. Los dirigentes socialdemócratas se ven completamente forzados, incluso contra su voluntad, a admitir el carácter burgués de su partido, cuando han apoyado y refinado el neoliberalismo.
En 1935, León Trotsky dio una clara explicación: sobre la táctica del apoyo critico en las elecciones, cuando los trabajadores quieren luchar contra el capital y todavía tienen ilusiones en sus dirigentes traidores: “El Partido Laborista te engañará y te traicionará, pero tú no nos crees. Muy bien, repasaremos la experiencia con ustedes, pero en ningún caso nos identificamos con el programa del Partido Laborista». Debería, sobre todo, mostrar en la práctica lo que significa un verdadero apoyo crítico. Acompañando el apoyo con la crítica más aguda y amplia, explicando pacientemente que dicho apoyo es solo con el propósito de exponer la traición de la dirección del Partido Laborista.
Trotsky habló a menudo del «diálogo» que debe continuar en la lucha de clases entre las capas revolucionarias del proletariado y los trabajadores menos avanzados con ilusiones en los líderes reformistas. Señaló que había una diferencia significativa entre los puntos de vista reformistas de los líderes, que tenían un interés material creado en la sociedad capitalista, y puntos de vista similares sostenidos por sus seguidores. Las opiniones de las filas eran más transitorias, y sus ilusiones podían disiparse en el curso de la lucha a través de las lecciones extraídas por la capa avanzada.
El partido obrero-burgués es un partido burgués con un programa socialista-reformista, integrado mayoritariamente por obreros, o con una influencia importante en la clase obrera. En ciertas circunstancias es lícito llamar a votar por partidos obrero-burgueses, como lo hicieron Lenin y Trotsky- para ayudar a que la clase obrera haga su experiencia con sus dirigentes oportunistas en el poder y lleguen a la conclusión de formar un partido auténticamente revolucionario.
La bancarrota de los partidos tradicionales se manifiesta en Chile en el desplazamiento que éstos han sufrido tras la emergencia de fuerzas políticas relativamente nuevas –respecto a la carrera presidencial- como Apruebo Dignidad y el Frente Social Cristiano. Piñera no pudo garantizar a cabalidad la agenda de rescate capitalista ni mantener la estabilidad social, al ser confrontado por luchas que vieron su máxima expresión durante la rebelión popular, primero por el despertar de octubre, y por su gestión capitalista de la pandemia, después. Durante todos los gobiernos que sucedieron a la dictadura, con la complicidad de la burocracia sindical y de la izquierda reformista, la cesantía se ha acentuado de la mano con el cierre de centros productivos, y los salarios han disminuido drásticamente. Mientras la corrupción compromete a funcionarios de todos los poderes del Estado, el sobreendeudamiento ha aumentado en las familias trabajadoras. Estos gobiernos han blindado a las AFP, han profundizado la privatización de empresas estatales, y han convertido en un lucrativo negocio a la salud, la educación y la vivienda –entre otros.
Ha sido determinante en lo anterior, la carencia de un programa socialista, independiente de los partidos patronales, del Estado y de la Iglesia, que pueda explicar la necesidad de luchar por el poder. El sectarismo en la izquierda revolucionaria dificulta los reagrupamientos y exige dogmatismo a la clase obrera. Por su parte, la izquierda subordinada al régimen, al igual que Kast, se apoya en el retraso político, produciendo desorientación y frustración políticas –que decantan en conclusiones derrotistas. La rebelión popular, al no encontrar un cauce independiente producto de la profunda crisis de dirección revolucionaria, fue desviada institucionalmente vía Convención Constitucional para evitar la caída del gobierno de Piñera, la revocatoria de los poderes del Estado, y bloquear la instauración de una Asamblea Constituyente libre y soberana en el país.
Cuando la pandemia está lejos de ser superada y habiendo costado casi 40 mil muertes en el país, ninguna de las alternativas de gobierno representa los intereses de la clase trabajadora. No promueven un proceso de reindustrialización del país, ni el fin a las AFP, ni salud ni educación pública poniendo fin a la privatización. La inflación seguirá aumentando, encareciendo el costo de la vida, y el déficit de viviendas continuará agrandando la toma de terrenos y el hacinamiento. Ambas variantes –una de posiciones fascistas y otra de conciliación de clases- moderan sus propuestas hacia el “centro” para obtener el apoyo electoral de todas las coaliciones, y dar tranquilidad al mercado capitalista frente a la tendencia de la rebelión popular.
Boric, por sus límites programáticos, realiza concesiones a la derecha manteniendo la línea represiva proponiendo aumentar la dotación de efectivos policiales con la excusa de combatir al narcotráfico y al crimen organizado, cuando éstos son inherentes al sistema capitalista. Manteniendo a las AFP, propone un sistema previsional tripartito que continúa con la confiscación al salario mediante “aporte de los trabajadores” y de impuestos al Estado, dejando un tercio a las patronales que buscarán resarcir mediante nuevos recortes de sueldo y despidos. Respecto de salud y educación, adaptándose al ajuste fiscal 2022, plantea un aumento presupuestario, pero no la desprivatización y, por ende, la gratuidad de estos servicios. En materia de DD.HH., la discriminación judicial en causas por “vandalismo” avalan el montaje con infiltrados, pruebas y testigos falsos, quita el legítimo derecho de defensa de los luchadores, e ignora el repudio a las instituciones propias de una rebelión popular –dificultando la aprobación de la Ley de Indulto. Boric no se dirige a la rebelión popular ni a la clase obrera, sino a los empresarios y a los sectores desclasados.
Que los trabajadores demos nuestro voto a Boric frente a lo que Kast representa, se trata de optar por “el mal menor”, para intervenir en la crisis con una posición independiente y una clara delimitación política y programática, en interés del proceso revolucionario abierto en Chile.
No puede entonces de antemano hablarse de una derrota de la rebelión popular, cuando la clase obrera no ha intervenido en la crisis social como una fuerza política autónoma, y cuando un gran porcentaje de votantes mantuvo un abstencionismo crónico por la no obligatoriedad del voto, por apatía política y/o ruptura con la institucionalidad vigente. En la coyuntura actual, las elecciones deben servir para denunciar las políticas anti-obreras de las variantes del régimen y promover un profundo debate político y programático con completa independencia política de clase.
La situación política en Chile continúa siendo explosiva porque las demandas de la rebelión popular no han sido satisfechas, sino por el contrario, se han agravado. Por esto, la crisis de poder continuará desenvolviéndose. El desvío institucional, el entrampamiento de la Convención Constituyente bajo los términos del acuerdo por la paz y la tregua de las centrales sindicales, no ha impedido la organización de la clase obrera que impulsa la creación de sindicatos combativos, y que se manifiesta en la seguidilla de huelgas, en las movilizaciones por la vivienda, de las mujeres y disidencias sexuales, y en las del pueblo mapuche castigando a las forestales y luchando por la libertad de los presos políticos.
Ante la segunda vuelta, estas luchas representan la presión para que las centrales burocráticas rompan la tregua y sienten posición contra Kast, colocando sobre la mesa las demandas postergadas que deberán ser la base de un plan de lucha sostenido bajo el próximo gobierno, planteando su maduración política hacia un programa obrero y socialista. La necesidad de un Congreso de bases del movimiento obrero ocupado y desocupado que supere el aislamiento mediante la coordinación de los conflictos y dispute la dirección de los sindicatos en pos de su movilización política vía huelga general, abona en esta perspectiva.