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La prensa ¡Ay la prensa! La Concertación, el cierre de medios y el caso Clarín

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EL CLARIN DE CHILE

Margarita Labarca Goddard

¿Ustedes leen los diarios? Supongo que no, porque no les gusta leer El Mercurio o La Tercera. Pueden leer diarios del mundo entero en internet, pero a los viejos nos gusta leer en papel, sentir su tacto, su crujido, el olor de la tinta. Es una costumbre muy arraigada.

Antes y durante la Unidad Popular había muchos diarios de izquierda en Chile:  Clarín, Puro Chile, Última Hora, El Siglo,etc. Eran otros tiempos, ni siquiera existía internet para asuntos civiles. Pero durante la dictadura se acabaron todos. Sus dueños, directores y periodistas fueron apresados, a veces asesinados y les robaron todos sus efectivos, máquinas, documentos, etc, etc.

Pero cuando llegó la Concertación al gobierno, la cosa no mejoró, más bien empeoró. No sólo le entregaron el cobre y muchos bienes públicos a empresas privadas nacionales o extranjeras, sino que se fue terminando con toda la prensa clandestina que hubo bajo la dictadura, y también con las revistas legales que se hacían en otros países. Se terminaron   Análisis, Apsi, Hoy, La Época, Fortín Mapocho, Diario Siete, Rocinante, y otros. Ahora en Chile hay muy poca prensa impresa, y ese es uno de los indicadores de la democracia. Si uno busca la prensa impresa de Chile o de cualquier país, basta con poner Kiosko Chile, Kiosko México o el lugar que quiera, y le salen todas las portadas de los diarios de ese lugar.

En Chile aparece lo siguiente: diarios de alcance nacional: El Mercurio, La Segunda y la Tercera. Prensa económica: diario El Financiero. Prensa Popular: Ultimas Noticias.  Después, los periódicos regionales, de los cuales 21 pertenecen a la empresa de El Mercurio.

En otros países hay muchos más diarios y de diferentes empresas.

¿Y por qué en Chile hay tan pocos y de los mismos dueños? Pues porque casi el 100% de la publicidad estatal va a dos empresas derechistas: El Mercurio y COPESA. El gobierno de Ricardo Lagos financió a ambas, pero prometió otorgar publicidad estatal a medios  independientes y nunca cumplió.

El dueño y director de El Mercurio, Agustín Edwards Eastman fue a Estados Unidos a hablar con Nixon y con Kissinger para que intervinieran en Chile a fin de derrocar al gobierno legítimamente elegido de Salvador Allende. Eso se llama traición a la patria, de conformidad con lo que disponen el Código Penal, el Código de Justicia Militar y con lo que se establece en la mayoría de los países del mundo. Ese delito se castigaba con pena de muerte hasta enero de 1970, en que el gobierno de Frei permitió que los jueces aplicaran cadena perpetua.       Por supuesto que a Agustín Edwards no le aplicaron la pena de muerte ni la prisión perpetua ni nada de nada. Al contrario, los sucesivos gobiernos le rendían pleitesía y mucha gente de izquierda fuera del gobierno, también.

Siempre existió un estrecho vínculo entre El Mercurio y los partidos de la llamada transición, que bregaban por aparecer en las páginas del diario. Ricardo Lagos fue uno de sus principales promotores y protectores. Y este contubernio dura ya más de 40 años.

Copesa fue en un comienzo propiedad de un grupo radical. No existía en tiempos de la dictadura, pero en todo caso no se la puede calificar de prensa independiente y menos de oposición

La única revista de izquierda que subsistió hasta 2018 fue Punto Final, gracias al tesón de su dueño y director, el conocido periodista Manuel Cabieses, que la sacó quincenalmente a pulso durante más de 40 años. Finalmente Cabieses tuvo que rendirse ante los problemas financieros. El último número de P.F. salió el 9 de marzo de ese año.

Y ahora, en 2021, sabemos que la situación de la prensa en Chile es lamentable.  Cuando Pinochet perdió el plebiscito de 1988, todos pensamos que vendría la libertad y la democracia en Chile y que resurgiría la prensa libre. Pero nada de eso ocurrió, porque ningún  buen diario vive sólo del tiraje y de las ventas. Se financian con los avisos, que pueden ser de particulares o de Gobierno. En Chile, El Mercurio y COPESA siempre han vivido del avisaje fiscal, que es enorme. Y ahora en 2021, estamos igual que en 1990. El gobierno les da casi todo al Mercurio y a COPESA ¿Por qué, a pesar de que son de derecha? Desde luego, la empresa propietaria de El Mercurio apoyó el golpe cívico/militar y siguió apoyando siempre a la dictadura. El gobierno no necesitaba sostenerlo y menos seguirlo haciendo en el siglo XXI. Es que estos gobiernos de la D.C. y de gente como Lagos y Bachelet, que se decían socialistas, siguieron aplicando el modelo neoliberal. Traicionaron principios, traicionaron promesas, traicionaron lealtades elementales. Se ha dicho que es porque en el exilio conocieron la mantequilla. Pero no es cierto, toda esta gente, Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Bachelet, Lagos, conocían muy bien la mantequilla porque siempre fueron de clase media alta. Es por ambición de poder, por afán de lucro, por arribismo social, porque en el fondo el neoliberalismo les convino.

Pero lo que es absolutamente paradigmático en materia de traición a la libertad de expresión y a la libertad de prensa, es el caso Clarín. Durante el gobierno de Salvador Allende, Clarín era el diario de mayor tiraje en Chile. Todos lo leíamos, era un diario populachero pero excelente. Ni siquiera necesitaba propaganda gubernamental, se financiaba con sus ventas que aumentaban día a día. Su director era el periodista Alberto, “Gato” Gamboa, famoso por su inteligencia y sus geniales titulares.

Clarín fue creado en los años 50 por un personaje bastante enigmático: Darío Saint Marie, de origen boliviano y que escribía bajo el seudónimo de Volpone. El diario era bueno, pero no logró “pegar” económicamente. Saint Marie decidió venderlo y se lo ofreció a Víctor Pey, un español republicano que estaba en Chile después de haber combatido en España.     Pey tenía algunos medios económicos, aceptó y en 1972  pagó un millón doscientos mil dólares y adquirió todas las acciones del consorcio dueño de Clarín.

Como nunca había dirigido un diario, a fines de 1972 decidió vender parte de las acciones de Clarín a tres amigos para que le ayudaran en esa tarea: Emilio González (DC), Jorge Venegas (PS) y Ramón Carrasco, abogado del diario. Pero la venta nunca se finiquitó, sólo se elaboró una especie de promesa en que el precio y otros detalles, incluyendo las firmas de los contratantes quedaron en blanco.

Pero cuando se produjo el golpe militar, la dictadura envió tropas a todos los diarios de gobierno e independientes, incluyendo a Clarín, donde destruyeron las oficinas, muebles e instalaciones y se robaron todo lo que se podían robar. En la caja fuerte de Víctor Pey encontraron las acciones y los traspasos en blanco a las personas  antes señaladas.

En vista de esto, la Junta Militar decidió confiscar todos los bienes de Clarin, salvo los que correspondieran Emilio González, Jorge Venegas y Ramón Carrasco, quienes en realidad no tenían ningún derecho pues sólo habían acordado un proyecto de promesa sin firmas.

Fuera de Chile, Víctor Pey formó la Fundación Presidente Allende, a la que traspasó el 90% de sus acciones  en Clarín.

Al terminarse la dictadura el año 1990, Pey solicitó al gobierno de Patricio Aylwin la devolución y reparación de los bienes incautados. Pero ni Aylwin ni posteriormente los presidentes Eduardo Frei y Ricardo Lagos dieron respuesta. Víctor Pey recurrió entonces al arbitraje del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), dependiente del Banco Mundial.

Pasaban los años sin solución, pues el gobierno de Chile interponía recursos y más recursos ante el CIADI.

El gobierno chileno no quería que por ningún motivo se editara nuevamente Clarín,  por lo cual ideó reconocer como dueños de las acciones a Emilio González, Jorge Venegas  y Ramón Carrasco. Con ese objeto contrataron al abogado Enrique Testa Arueste, para que realizara un estudio externo del caso Clarín.

Lo primero que hizo este abogado fue formar, con su yerno Isidoro Gorodischer,  una sociedad llamada ASINSA, que les ofreció a González, Venegas y Carrasco, comprarles sus inexistentes derechos en Clarín. ¿Gorodischer, Gorodischer? Vaya, como que suena este nombre ¿verdad? Es que don Isidoro es el padre de Gerardo Gorodischer, a quien hemos visto recientemente en la prensa, criticando al compañero Daniel Jadue y diciendo que todos los judíos son sionistas, lo que es absolutamente falso y Gorodischer lo sabe perfectamente.

La sociedad ASINSA logró comprar a los herederos de la viuda de Emilio González, sus imaginarios derechos en Clarín, por lo cual les pagó dos millones quinientos mil pesos. Y de inmediato solicitó al gobierno la cantidad de quinientos millones de pesos ($500.000.000) en calidad de indemnización por la confiscación de Clarín. No me voy a referir a la diferencia entre estas cifras, no hace falta.  Pero el que sí se refirió fue el Colegio de Abogados, que sancionó a don Enrique Testa por el uso indebido de información privilegiada que habría utilizado para obtener la indemnización.

Pero a pesar de todo esto, en el año 2000 el gobierno decidió pagarle a ASINSA una suma equivalente a diez millones de dólares y le comunicó al tribunal arbitral que ya había pagado la indemnización. Víctor Pey reclamó que le habían pagado a quienes no eran los dueños de Clarín. Y así siguieron las cosas, recurso va y recurso viene. En ese tiempo, Víctor Pey falleció pero quedan sus herederos. El hecho es que el caso Clarín se arrastra en los tribunales la friolera de 22 años o más, sin que Víctor Pey ni sus herederos hayan recibido ninguna indemnización.

Conclusión, los gobiernos de derecha y los de la Concertación, que con razón se han  llamado las dos derechas, no quieren que vuelva a editarse Clarín, un magnífico diario de auténtica izquierda.

Chile es un país que tuvo la fortuna de tener a un presidente como Salvador Allende, a un precursor de las luchas populares como Juan Emilio Recabarren, y a cientos de compañeros valientes, consecuentes y heroicos, que ofrendaron sus vidas por amor al pueblo y amor a su patria. Ahora tenemos que enfrentar la vergüenza de no tener un diario impreso de izquierda y ni siquiera independiente, cuando la mayoría de los países de Latinoamérica sí los tienen. Vergüenza de que personas como Lagos, Insulza y otros, que se las daban de socialistas, se hayan pasado al adversario. ¿Acaso Ricardo Lagos, que en su juventud asistía entusiasmado a cursos de marxismo, cuando fue presidente no se dedicó  a privatizar todo lo privatizable que quedaba en Chile? Y José Miguel Insulza, que tranquilamente sigue militando en el partido socialista, en circunstancias de que su gran hazaña fue salvar a Pinochet de la justicia inglesa y española, con el cuento de que estaba mal de la cabeza. Y cuando llegó el dictador de vuelta a Santiago, se dio el lujo de burlarse de todos, pues al bajar del avión, tiró lejos el bastón, se paró de la silla de ruedas  y caminó perfectamente.

Chile, que era un país serio, ha dejado de serlo, porque además, Piñera se fue a  exhibir a Norteamérica con una banderita chilena insertada en la bandera norteamericana,  mientras Trump  lo miraba con vergüenza ajena.

Por Margarita Labarca Goddard

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