CIPER 24.06.2020
La decisión de enviar militares a la Araucanía es un acto de la máxima gravedad: por primera vez desde el retorno de la democracia se justifica su participación en el control del delito, explica el autor. Las consecuencias de dar este paso pueden ser terribles. Esta columna muestra como la relación del Estado chileno con el pueblo mapuche está marcada por brutalidad disfrazada de civilización. Desde el ministro José Manuel Pinto, que proponía secuestrar a los hijos de los caciques para que estos temieran rebelarse, hasta Vicuña Mackenna que veía en el indio la condensación de todas las abominaciones, las élites políticas y económicas han carecido de “una mirada de largo aliento que acepte y reconozca sustantivamente a los pueblos originarios que habitan el territorio”, escribe el autor. Una encuesta del CIIR muestra que las personas (indígenas y no indígenas) están más de acuerdo con el diálogo que con la militarización.
Artículo enviado por Sergio Medina, gestor cultural, fotógrafo, videasta, comunicador social