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La matriz, el espejo y la hegemonía cultural neoliberal!

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por Franco Machiavelo

La hegemonía neoliberal en Chile no actúa solo como un sistema económico, sino como una estructura mental y simbólica que define lo posible, lo decible y lo pensable. Funciona como una matriz que produce obediencia y naturaliza desigualdades, y como un espejo deformante que nos devuelve identidades reducidas: consumidores en vez de ciudadanos, competidores en vez de trabajadores, individuos aislados en vez de comunidad.
 
Este poder no se impone únicamente desde arriba; se infiltra en el lenguaje cotidiano, en los medios, en las instituciones y en las rutinas sociales. Controla el pensamiento no prohibiendo ideas, sino limitando aquello que puede ser imaginado. Cambia el significado de las palabras para estrechar el horizonte político:
— crecimiento se presenta como sinónimo de bienestar, aún cuando solo beneficia a unos pocos;
— modernización se usa para justificar privatizaciones y recortes;
— orden público se convierte en excusa para reprimir la disidencia;
— democracia se reduce a una formalidad vacía dentro de un tablero cerrado.
 
El neoliberalismo vive de esa arquitectura discursiva. No solo domina, sino que produce consenso. Convierte sus propias reglas en sentido común, sus intereses en destino nacional y sus abusos en simples “externalidades”. Así perpetúa un control mental sutil pero eficaz.
 
En ese escenario, la alternancia pseudo-progre —el gatopardismo que cambia gestos para conservar lo esencial— cumple un rol funcional. Sus gobiernos administran el modelo sin disputarlo, repiten su vocabulario y aceptan los límites que el poder económico impone. Cambian los rostros, no la estructura. Se maquillan injusticias, no se transforman.
 
Mientras tanto, el empresariado opera con decisiones voraces, de instinto reptil: se adapta a cualquier gobierno, captura instituciones, financia discursos, compra voluntades y define qué es “serio” o “responsable”. Su dominio no es solo material; es cultural. Es la capacidad de determinar el marco completo en el cual se piensan las políticas públicas.
 
La izquierda progresista, desprovista de identidad de clase y atrapada en su propia tecnocracia, se debilitó. En vez de recuperar un liderazgo popular, se acomodó dentro del esquema neoliberal. Terminó convertida en una élite que habla de transformaciones, pero vive de pactos y concesiones. Y en ese proceso se volvió servil: cómplice por omisión, por miedo o por conveniencia. Lamebotas que administran la hegemonía que dicen combatir.
 
Esta hegemonía cultural no caerá por decreto ni por promesas. Necesita una ruptura profunda del lenguaje y de los mitos que sostienen el modelo. Necesita que el pueblo recupere la capacidad de nombrar el mundo desde su propia experiencia y no desde las palabras que otros impusieron.
 
El día en que la clase trabajadora, los territorios y las memorias populares reescriban el sentido común, la matriz empezará a fisurarse. El espejo dejará de reproducir identidades domesticadas y mostrará otras posibilidades de país.
 
La pregunta no es si existe alternativa.
La pregunta es cuándo decidiremos romper el encantamiento neoliberal.

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