Susana Ramirez
En la ciudad de Santiago como en regiones del país, desde hace varios años, millares de mujeres trabajadoras, jóvenes y también hombres, han protagonizado un movimiento masivo que ha demando el fin a la violencia opresión y discriminación contra la mujer, que existe en nuestra sociedad. El movimiento feminista y las diversas organizaciones que lo componen, volverán a movilizar a millones de mujeres este 8 de marzo por todo el país, conmemorando otro día internacional de la mujer trabajadora.
Esta movilización se da en un contexto especial de inestabilidad y crisis global del capitalismo. Este sistema fallido se aproxima aceleradamente a una nueva recesión económica. Esto causará más pobreza y desigualdad para la población, además de agudizar la crisis medioambiental que amenaza la supervivencia de la humanidad.
En Chile esta movilización se da en medio de la mayor crisis política y social de la historia reciente. Tras el estallido social del 18 de Octubre constatamos el inicio de un proceso revolucionario, aún en desarrollo. Observamos una creciente y aguda lucha de una mayoría que lucha por cambios radicales del sistema y, por otra parte, una pequeña minoría que defiende a muerte sus privilegios, el capitalismo neoliberal y la constitución dictatorial que lo sustenta.
La situación excepcional de crisis que vivimos, plantea al movimiento feminista y sus organizaciones, la urgencia de apoyar la unidad de acción en la lucha con las diversas organizaciones de la sociedad: sindicatos, organizaciones de jóvenes y pobladores, asambleas y cabildos territoriales.
La lucha para acabar con la opresión, explotación y violencia contra la mujer debe ser asumida por toda la clase trabajadora y la juventud, como parte de una lucha más amplia para acabar no solo con el actual gobierno de los empresarios; sino que acabar con el capitalismo neoliberal, sistema que es la raíz de toda opresión y explotación.
Es necesario acabar con este podrido sistema capitalista y construir una nueva sociedad y economía que funcione para responder a las necesidades de la mayoría de la población y no en favor de las ganancias de un puñado de multimillonarios, como ocurre ahora. Construir una nueva sociedad en que la población participe colectivamente en la dirección y gestión de la producción; una sociedad donde la revolución de la conciencia y la cultura permitirá acabar con el lastre moral del pasado, echando al basural de la historia el patriarcado como toda forma de opresión. La alternativa de una sociedad socialista democrática, será la única forma de dejar atrás toda forma de explotación y opresión; permitiendo que mujeres y hombres puedan, finalmente, desarrollarse como seres humanos libres y plenos.