Pepe Gutierrez Alvarez
LA HUELGA GENERAL, OBRA DE LONDON Hace días insistí a través del POST sobre DEBS en la existencia de una tradición socialista combativa en los EEUU. Anotábamos que Jack London le dedicó un libro sobre la huelga general desde una opción sindicalista revolucionaria. No en vano fue, a pesar de sus contradicciones, socialista. Lo demuestra en “La huelga general”, un texto reeditado en varias recopilaciones. Desde muy joven fue un militante ardoroso, amén de un popular orador y miembro del entonces pujante Partido Obrero Socialista liderado por Eugene V. Debs. Tras leer a Marx, Jack había llegado a la conclusión de que los males que aquejaban a las clases trabajadoras debían y podían ser cambiados por la lucha social, por las huelgas y las barricadas (y así lo llevaron a cabo muchos trabajadores, con los “wobblies” del IWW, y la izquierda socialista militante al frente), actividades que tendrían que concluir en una revolución social que cambiara un orden social basada en el neodarwinismo y que convertía el llamado “sueño americano” en una pesadilla para la inmensa mayoría.
Contra lo que se suele creer, el socialismo revolucionario tuvo una considerable potencia en los Estados Unidos, al menos hasta la II Guerra Mundial.
Luego, la socialdemocracia norteamericana entró en declive por una suma de factores harto complejos, pero primordialmente por la capacidad de las clases dominante de combinar integración (a través de una “aristocracia obrera” sindicada en la “American Federation Labour”), con la represión brutal, tanto más legitimada en cuanto se hizo en nombre de la democracia. No es por casualidad que las dos fechas más emblemáticas de la historia del movimiento, el 1 de Mayo y el 8 de marzo, se remitan a “gestas” represivas de las clases dominantes del país del dólar, “gestas” a las que habría que añadir como las que evocan los nombres de Sacco y Vanzetti.
Otra cuestión sería la propia fractura del movimiento obrero, así como su deriva socialdemócrata (que acabará empantanada en el Partido Demócrata), y estalinista, la misma que contribuirá objetivamente a facilitar la famosa “caza de brujas” liderada por el siniestro Joe McCarthy y cuya consecuencia será reducir a la mínima expresión todo actividad social y política situada al margen del bipartidismo demócrata-republicano, una fórmula que pugna por imponerse en estos tiempos en Europa.
La toma de conciencia socialista, y su opción por convertirse en un escritor como los que tanto admiraba, fue para London una misma cosa. Aunque en principio no era un rebelde precoz; en realidad, a sus veinte años había vivido lo suficiente como para tener una experiencia (y una confianza en sí mismo) superior a la de alguien que le doblara la edad.
Completamente convencido de que, a pesar de los pesares, se tenía que convertir en un escritor profesional como los que tanto admiraba, Jack escrutaba los relatos que le gustaban, y quitándole horas al sueño mientras desarrollaba faenas laborales especialmente duras, se dedicaba a copiarlos a mano para aprender cómo estaban estructurados, y luego, con estos ejemplos en mente, escribía sus propias narraciones a su manera; nadie le pudo acusar nunca de plagiar a sus maestros.
Enviaba por correo tanto material a las revistas que tuvo que ordenar un sistema de control con tal de seguirles el rastro.
