Diario U. de Chile. Patricio López |Miércoles 8 de marzo 2017
Se le acabó la tregua y el camino despejado a Mauricio Macri. 15 meses de ajuste y casos de corrupción, junto con una promesa de reactivación macroeconómica que nunca se concreta, hastiaron a los argentinos que salieron masivamente a las calles, a pesar de la fragmentación opositora.
Por una inercia de la política argentina de los últimos años, la suerte del presidente Mauricio Macri está ligada y es inversamente proporcional a la de Cristina Fernández. Por eso, cuando más complicaciones vive el actual mandatario, suelen aparecer supuestos casos de corrupción que involucran al gobierno anterior. Esto sucedió, por ejemplo, cuando Macri apareció salpicado por el caso “Papeles de Panamá” y aparece ahora, cuando el Gobierno inicia un año político de elecciones con descontento popular y convocatorias de protesta en las calles.
Los medios de comunicación internacionales nos informan con detalle lo de Cristina Fernández, pero mucho menos lo de Macri. Y esto induce a una distorsión absoluta, porque la situación argentina hoy se traduce en el fin de la tregua de los sindicatos con el Gobierno, en una masiva huelga de profesores, en el retraso del inicio del año escolar y en la situación de millones de niños que se encuentran sin clases.
Todo esto, coronado por la multitudinaria jornada de este martes 7 de marzo, donde las distintas sensibilidades de la oposición, disgregadas hasta ahora, se mezclaron en las calles contra un gobierno que por neoliberal es extraño a la tradición política argentina. Las adhesiones abarcaron prácticamente todo el arco opositor. Estuvo, además de la convocante CGT, La Cámpora el Movimiento Evita y la CTA y otras organizaciones de distinto signo. Sumadas, y bajo la consigna de “¡Paro General!”, fueron cientos de miles de personas las que salieron a la calle para decirle que No Más a las políticas de Mauricio Macri. La paralización podría concretarse a fines de marzo o principios de abril.
Esta confluencia, sin embargo, es políticamente débil: les separa la discrepancia entre esperar o radicalizar el movimiento, la apreciación sobre Cristina Fernández y la disputa abierta por las elecciones legislativas de octubre, donde el liderazgo de la exmandataria podría sobreponerse o bien consolidarse el surgimiento de otras opciones.
En ese contexto, al igual que en Chile, pero por distintas razones, la palabra “gobernabilidad” es muy importante para el Ejecutivo. En este caso, Macri ha intentado imponer su proyecto frente a dos obstáculos significativos: la minoría parlamentaria y la dificultad que supone ser una administración no peronista en un país donde los sindicatos mayoritariamente sí lo son, además de poderosos. Es por eso que desde la Casa Rosada se acusa la extorsión de sindicatos y profesores, lo cual supone reconocer tácitamente la propia situación de debilidad.
Pero los problemas no llegan hasta ahí: el Gobierno no solo enfrenta el hastío ciudadano por las políticas económicas. Debe lidiar también con una serie de casos de corrupción que han envuelto al Macrismo, los que al menos denotan favores a determinados empresarios o grupos afines. Entre los que más escándalo público han producido están la aparición del Presidente y su entorno en el caso “Papeles de Panamá”, sobre las cuentas de personeros de todo el mundo en paraísos fiscales. Luego, la demoledora investigación sudamericana sobre la constructora Odebrecht, donde el amigo de Macri, Gustavo Arribas, quedó envuelto en pagos de la empresa a su nombre. Por último, y probablemente la gota que rebasó el vaso, una condonación millonaria del Estado argentino a quien fuera dueño del Correo Argentino, Franco Macri. El padre del mandatario.
Dadas la suma de cuestionamientos por la falta de separación entre los negocios y la actividad política, llamó la atención que mientras la muchedumbre rodeaba la Casa Rosada este martes, en su interior el Presidente sostenía una reunión con uno de sus principales aliados en la política sudamericana: el ex presidente chileno, Sebastián Piñera.
En este momento de inflexión en que Macri enfrenta por primera vez a una oposición multitudinaria y movilizada, circula la pregunta sobre si la fórmula del Gobierno en los primeros 15 meses debe ser modificada o profundizada. A saber, si es conveniente seguir planteándole a la ciudadanía que la disyuntiva es entre Kirchnerismo y Macrismo. Y, también, si las políticas de ajuste y la Vía Argentina al Neoliberalismo deben ser frenadas, para no acrecentar la resistencia, o incrementarlas ahora para consolidar el proceso.
Las respuestas a estas preguntas tienen importantes consecuencias en toda la región. El triunfo de Macri fue un punto de inflexión a la hegemonía del ciclo de gobiernos progresistas, junto con el triunfo de la oposición en las elecciones legislativas venezolanas y la destitución -bastante menos elegante- de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil. Después de la aplicación sostenida en estos y otros países de un cierto tipo de políticas, hoy empezamos a constatar cuánto de aquello se podría desmontar, cuánto podrían avanzar los nuevos gobiernos y si, por ejemplo, el resultado podría parecerse a la década del 90, llamada también fuera de nuestras fronteras la década neoliberal, aunque desde Chile todas las últimas décadas hayan sido iguales. En el caso específico de Macri, se discutió también la fuerza y la velocidad de la aplicación de las reformas, puesto que, como incluso ha sostenido la Patronal, el objetivo es consolidar un proceso de largo plazo y que no se produzca un efecto rebote. Que nada se parezca a la escena de Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero de la Casa Rosada.
Con el paso de los meses, tiende a concluirse que difícilmente las derechas van a poder dar un giro tan fuerte como para regresar a los 90. Ya se sabe que la proyección electoral no viene bien para Macri, en un país donde la ciudadanía está comparativamente más organizada y más politizada. Esto, aunque el Gobierno se aferre a que la tantas veces invocada recuperación macroeconómica llegue y levante el apoyo popular. Y también se sabe que en Brasil es altamente probable que el PT retorne al poder, de la mano de Lula.
¿Hacia dónde girará el continente? De pocos lugares la respuesta depende más que de Argentina.