El exilio de los niños mapuche y la necesidad de re-construir su historia, sus raíces
por José Ernesto Huilcamán Quezada
Pays de Vaud, Suiza
A fin de la década de 1970 surge entre los refugiados políticos de origen Mapuche en Europa la necesidad de crear encuentros educativos para restablecer los lazos culturales y sociales con el Wallmapu (País Mapuche) para superar los traumas y el desarraigo del exilio. Así nacen los Nütram para niños (conversatorios). Mi padre animaba estos encuentros que se centraban en la historia y geografía, principalmente de Chile.
El relato predilecto era la lucha Mapuche de resistencia ante la invasión colonial de los conquistadores europeos. En ella se ilustraba una épica histórica, heroica y exitosa. Ayudaban a esto los poemas e ilustraciones de « La Araucana » de Alonso de Ercilla y Zúñiga, revistas de Comics como « Lautaro, joven y primer libertador de América », narraciones también sobre otros héroes y heroínas Mapuche como Lincoyán, Kallfülikan, Yanequén, etc. En los Nütram se hacía también referencia a un modelo de sociedad, comunitaria, ancestral y libre, en armonía con lo creado, en equilibrio con la naturaleza, los ciclos de la vida, la espiritualidad cosmogónica milenaria (Ütrofil mogen) y la extensa organización social, cultural, en observancia con las tradicionales leyes Mapuche (Az mapu).
A través de los años aprendí que ese pueblo vencedor, sobreviviente al más grande genocidio militar y cultural, valorado y glorificado por la literatura europea, no era una abstracción imaginaria como solía ser representando en las canciones de gesta de esa época, sino que un Pueblo-Nación real, bien definido, y para mí muy cercano; con historia, con determinado territorio e idioma propio (Mapudungun).
El imperio español derrotado en el Wallmapu (País Mapuche) debió reconocer la Independencia y Autonomía del Pueblo-Nación Mapuche en el año 1641, firmando el Pacto de Quillín. Esto, como resultado de la alta eficacia militar y estrategia político-diplomática de los líderes Mapuche para poder mantener su estatuto de Pueblo-Nación soberano y, por consiguiente, evitar así más conflictos y pérdidas. A este acuerdo le siguieron una numerosa serie de Parlamentos de ratificación cada vez que se acentuaba la tensión bélica.
La voluntad de mantener y determinar una paz duradera, un tranquilo y fructuoso intercambio comercial, atravesó cuatro siglos. Desde el primer Parlamento con el Imperio Español -1592- hasta el último Tratado de Paz entre el Gobierno de Argentina con los Caciques Ranqueles -1878-, pasando por el Tratado de Tapihue con el Gobierno de Chile -1825-. Fueron suprimidos militarmente con las « Campaña del Desierto » y la « Pacificación de la Araucanía », cuando los ejércitos chileno y argentino se unieron para masacrar a todos los pueblos autóctonos del cono austral de América del Sur.
El último gran sacrificado levantamiento Mapuche (Futxa Malon) no logró evitar la victoria enemiga, debido a la ventaja tecnológica de los ejércitos genocidas, tal como el que llevó al exterminio al Pueblo-Nación Selk’nam, y redujo notablemente la población Mapuche en el Ngulumapu y el Puelmapu (Chile y Argentina).
Al vencimiento militar le siguió la anexión del territorio, el robo del importante ganado y la concentración de los sobrevivientes en Reducciones (reservas territoriales) como una transición a la chilenización, causando gradualmente el éxodo Mapuche hacia las ciudades.
A principios de 1990, en la víspera de la conmemoración de los 500 años del “Encubrimiento de América” logro hacer mi primer viaje a Chile. Es el reencuentro con los mundos culturales y familiares distanciados durante décadas, causado por la dictadura chilena.
Regreso a mi lugar de origen, llegó a la capital, Temuko. Me encuentro con mi Laku, mi querido abuelo, miembro de la organización Ad Mapu. Me lleva directamente a una nueva organización Mapuche que acaba de crearse y que se planteaba contraria a lo que años después se llamaría la dolosa Ley Indígena, que hasta hoy ha sido incapaz de resolver la restitución de tierras y menos el respeto de los tratados.
Así tuve contacto con la Organización Aukiñ Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras). En un encuentro, la discusión se anima y ante mí se vuelve poco comprensible, por un lado, porque no conocía los argumentos de discusión (nueva Legislación Indígena), siendo también joven adolescente, crecido en el extranjero, y porque los dialogantes empiezan a expresarse en otra lengua, en Mapudungun, también por mí desconocida.
Mientras salíamos de aquella sede, experimento por primera vez el trato “cariñoso” de las instituciones chilenas hacia los Mapuche. La policía realiza un agresivo control de identidad. Por tener documento extranjero no sufro mayores consecuencias. Vuelvo a Europa, con más ganas y consciencia para reivindicar que la identidad indígena no es folclor, que el racismo postcolonial sistémico sigue imperante e impune, que el despojo y la destrucción de los ecosistemas continúa de manera brutal.
Tiempo después, pasa por mis manos una nueva Bandera Mapuche (Wenufoye). Símbolo que más tarde (hoy) aunaría y guiaría el anhelo de quienes reconocieran las demandas históricas del Pueblo-Nación Mapuche: el reconocimiento identitario, la recuperación y autonomía territorial, justicia y reparación entre otras.
Me interpelaba ese textil; el novedoso diseño colorido de la bandera y la original simbología central Mapuche. Venía también con ello el planteamiento de demandar al Estado chileno por fin la devolución de tierras Mapuche despojadas, y que aún tienen válido el Título de Merced, y la creación de un Parlamento Mapuche. Con la Wenufoye se materializaba un elemento de identificación cultural, histórico y político.
Pero en poco tiempo más tendríamos la noticia que los “instigadores” de esta relevante señal, más de 140 Comuneros Mapuche, serían acusados y condenados a la cárcel por la justicia y la democracia chilena postdictadura. A pesar de los recursos ante la Corte Suprema fue mantenida la decisión de condena. Esto ratificaba una vez más el intento de etnocidio político cultural en contra del Pueblo-Nación Mapuche, que difícilmente tendría garantías de proceso justo en el marco de la institucionalidad jurídica chilena, en tanto buscara la Autonomía como Pueblo.
Sin embargo, con el tiempo y la persistente lucha de los demás Pueblos Indígenas se ha ido fomentando un derecho internacional: Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Originarios, Declaración de la Organización de Estados Americanos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo a ejercer la Libre Determinación, o sea, a poder decidir libremente su condición política, sus formas propias de Gobierno, de desarrollo económico, social y cultural, al igual que estructurar libremente sus instituciones, sin ninguna intervención externa.
Este paragua jurídico señala a los Estados dominantes la reparación, indemnización, y restitución de los territorios indígenas ocupados. Las organizaciones del Pueblo-Nación Mapuche exigen el respeto y cumplimiento de estos derechos, conculcados solo en los últimos 130 años, pero ahora tutelares de un derecho internacional inigualable.
Hoy, a diez meses del estallido social, que recuperó desde la base los símbolos Mapuche, en pos de la voluntad de una refundación histórica en la sociedad chilena por mayor equidad, hermandad, sororidad entre los géneros y pueblos, es el momento de reconocer que los herman@s Mapuches han sido hasta hoy los guardianes del equilibrio natural y resguardo moral frente a los efectos destructivos en contra de la naturaleza. Tengamos el coraje de nuestros Futxa Chekeyem, alcemos este ideal hacia el horizonte y sigamos en la Lucha hasta vencer!!
AMULEPE TAIÑ WEICHÁN, MARRICHIWEUW !!!!