Por Rodolfo Bueno
Fuente: Rebelión
Sobre la base de que a Julián Assange, fundador de WikiLeaks, Ecuador le suspendió la nacionalidad ecuatoriana, el 11 de abril de 2019, a las 6 de la madrugada, Scotland Yard fue autorizada, por el embajador de Ecuador, para entrar en la sede diplomática ecuatoriana, de donde lo sacaron a rastras.
Desde entonces, Assange está preso en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, Inglaterra, donde le aplican las condiciones de aislamiento que se aplica a los peores terroristas. El relator especial de la ONU sobre la tortura, después de investigar las condiciones en las que Assange está detenido, afirmó que han creado un sistema para asesinarle. Assange está bajo amenaza de extradición a EEUU, que le acusa de 18 cargos y, si fuera declarado culpable, podría ser condenado hasta 175 años de prisión.
El gobierno de Ecuador hizo algo insólito, lo que no han hecho ni las dictaduras más perversas: no respetar el derecho de asilo y hacerse de la vista gorda para que la policía extranjera ingrese a su territorio, maniate y arreste a quien ante el mundo era un huésped de honor. ¡Que vergüenza! Lo entregamos a una jauría de lobos hambrientos, que son los que lo van a enjuiciar. Tal vez, nuestra mácula se borre cuando lo declaremos héroe y le devolvamos la nacionalidad arrebatada ilegalmente.
Ecuador traicionó a Julián Assange, debió protegerlo y no lo hizo, luego pregonó que era un problema heredado y que se suspendía su nacionalidad, regla inexistente en las leyes ecuatorianas. Dijeron que la situación se volvió inviable por la conducta irrespetuosa y agresiva de Julián Assange, que transgredió la totalidad de los convenios internacionales. ¡Cómo si la Constitución del Ecuador no garantizara a sus ciudadanos el derecho a expresar libremente sus opiniones! La verdadera razón es asustar a los periodistas del planeta para que callen la verdad y satisfacer la aspiración al vasallaje total con que los esbirros del mundo creen servir mejor a la cloaca de Washington, sector político llamado así por el expresidente Trump.
Luego del arresto de Assange se conoció que los fiscales Kellen S. Dwyer y Thomas W. Traxler, del Departamento de Justicia de EEUU, lo acusan de “conspiración para cometer intrusión de computadora” en complicidad con Chelsea Manning, al haber aceptado conseguir la contraseña de una computadora del gobierno de EEUU, para obtener documentos clasificados, y a la que podrían añadir el cargo de espionaje, que lo podría condenar a la pena máxima de ser declarado culpable.
Lo real del caso es que Manning entregó a Assange 250.000 cables diplomáticos, 400.000 documentos de la guerra de Irak, 490.000 de la guerra de Afganistán, cerca de 1.000 sobre los detenidos en la cárcel de la Base Naval de Guantánamo y videos de la grabación conocida como “asesinato colateral en Bagdad”, en los que se ve disparar desde un helicóptero de EEUU a periodistas de Reuters y civiles de Iraq.
Manning informó a Assange que otros documentos importantes estaban almacenados en el ordenador del Departamento de Defensa, pero que él no tenía la clave de acceso, y le preguntó si se la podía conseguir. Assange no consiguió la clave del computador mencionado y ahora es acusado de un delito no cometido. Y si la hubiera conseguido, tampoco hubiera cometido delito alguno por no tratarse de información secreta sino de datos sobre actividades ilegales. Pero, según los fiscales, la sola oferta de Assange es conspiración, acusación jalada de los cabellos porque todo periodista serio de EEUU hace lo que hizo Assange y lo protege la Constitución de dicho país.
Esa fue una de las razones por las que el 16 de agosto del 2012, Ricardo Patiño, entonces Canciller de Ecuador, anunció la decisión de la República del Ecuador de conceder asilo político a Julian Assange. Indicó, entre otros motivos, lo siguiente: Julian Assange es un profesional de la comunicación galardonado internacionalmente por su lucha a favor de la libertad de expresión, de la libertad de prensa y de los derechos humanos en general; que de darse una extradición a EEUU, no tendría un juicio justo, podría ser juzgado por tribunales especiales o militares, y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante, y se le condene a cadena perpetua o a la pena capital, con lo cual no serían respetados sus derechos humanos.
La detención de Assange va contra la Declaración Universal de Derechos Humanos. Según Paul Craig Roberts, ex Secretario de Finanzas del Presidente Reagan, el Reino Unido se encuentra bajo la influencia del “Gobierno corrupto de Washington, cuyas acciones criminales fueron desenmascaradas por Assange”. ¿Qué sucede? Sucede que las mismas fuerzas políticas que se rasgaban las vestiduras en defensa de la libertad de palabra para Pasternak, Soltzhenitsen o Sájarov, que homenajearon en la Casa Blanca a las semillas de Al Qaeda, a las que llamaron “combatientes por la libertad”, que protegieron a los terroristas chechenos que masacraron a los escolares de Beslán y no los extraditaron a Rusia, porque temían que no tuvieran un juicio justo, son los mismos que ahora guardan silencio cómplice cuando se persigue a Assange, que tuvo el valor de denunciar los crímenes cometidos por las tropas de EEUU en Afganistán, Iraq, Libia, Siria… Denuncias en las que no hay una pizca de mentira.
En este caso, la verdad juega un rol importante, porque cuando Daniel Ellsberg, exanalista de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, entregó a diecisiete periódicos estadounidenses los llamados Pentagon Papers, un estudio sobre las decisiones del gobierno de Johnson relacionadas con la guerra de Vietnam, clasificado por el Pentágono de top secret, el The New York Times escribió: “Demostraron, entre otras cosas, que la administración Johnson había mentido sistemáticamente, no solo al público sino también al Congreso, sobre un tema de interés nacional trascendente e importante”. Vale la pena recalcar que la Corte Suprema permitió que el The New York Times publique los Pentagon Papers, fallo que fue llamado pilar moderno de los derechos de la Primera Enmienda respecto a la libertad de prensa. Posteriormente, Ellsberg sería galardonado con el Premio Right Livelihood.
El caso de Assange es casi idéntico, sólo que ahora fue Chelsea Manning quien entregó a Assange los documentos clasificados, que el The Guardian, Der Spiegel, Le Monde, El País y The New York Times publicaron gustosos como información exclusiva, para luego distanciarse de él, y el video del ejército conocido como asesinato colateral en Bagdad, en el que se ve disparar desde un helicóptero de EEUU a periodistas de Reuters y civiles de Iraq. Sin duda, ambos casos están protegidos por la Primera Enmienda a la Constitución de EEUU, lo que puso en duda el Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, quien dijo: “La extradición de Assange ha puesto al descubierto la naturaleza hipócrita de la libertad de expresión y de prensa en EEUU, mejor que las revelaciones de WikiLeaks. Lo que le sucede a Assange muestra que para EEUU exponer las llamadas atrocidades de otros países es heroico, mientras que revelar los escándalos de EEUU es criminal”.
María Zajárova, portavoz de la Cancillería de Rusia, calificó de canibalismo la actitud de Occidente contra Assange. “Aquí no se está hablando de dobles raseros y ni siquiera de pisotear altos principios e ideales. Se trata del exterminio de una persona, de la venganza por su postura, por su valentía y porque él consideró necesario, aun comprendiendo aparentemente los posibles riesgos, compartir con el mundo una importante información, que arroja luz sobre las mentiras y engaños de toda una serie de Estados”.
Ron Paul, congresista por Texas, defendió a Julian Assange: “En una sociedad donde la verdad se convierte en traición a la patria, entonces estamos en graves problemas”. El Presidente Lula da Silva señaló: “Quiero manifestar mi protesta contra este atentado a la libertad de expresión”. El Presidente Putin declaró que “el público y las organizaciones no gubernamentales deberían pensar cómo ayudarlo, quizá postularlo al Premio Nobel de la Paz”. El Presidente Andrés Manuel López Obrador expreso que “si lo llevan a Estados Unidos y lo condenan a la pena máxima, habría que empezar una campaña para desmontar la Estatua de la Libertad, que entregaron los franceses a EEUU y está en Nueva York, porque ya no representa nada”.
Toda esta mojiganga sucedía al mismo tiempo que el Presidente Joe Biden anunciaba su iniciativa de renovación democrática, que asignó 424.4 millones de dólares para “defender, sostener y desarrollar la resiliencia democrática en el mundo y apoyar los medios libres e independientes”. Suena bonito, pero Julian Assange es el preso político que cumple la sentencia más larga en el mundo occidental. Su error fue buscar refugio en el nido de víboras en que se iba a convertir Ecuador, algo que ni él ni nadie esperaba. Si se hubiera refugiado en la Embajada de Rusia, por ejemplo, hoy estaría a salvo de todo peligro, como está Snowden, y gozaría del prestigio de ser el mejor periodista del mundo.