por Juan Carlos Gómez Leyton
El día 26 de abril la ciudadanía chilena debió haber asistido al plebiscito de entrada para decidir si aprobaba o rechazaba la propuesta de modificar la Constitución Política de 1980 como también, en el mismo acto, decidir si lo haría por una Convención Constitucional mixta o una Asamblea Constituyente. Sin embargo, la llegado de un “invitado de piedra”, el COVID-19, postergo dicho plebiscito para el mes de octubre del presente año. Es decir, al año justo del inició de la rebelión popular y ciudadana de octubre de 2019. Rebelión, por cierto, esta también suspendida.
La insurrección había abierto la coyuntura constitucional, la cual fue instalada por el poder constituido, el gobierno de S. Piñera y la clase política (partidos políticos) parlamentaria con el objeto de frenar y controlar la rebelión popular y ciudadana de octubre de 2019. Luego del 15 de noviembre, el conflicto político fue reducido a la cuestión constitucional. En función de ello sostengo en el comentario que se conformaron tres poderes constituyentes que se estaban disputando el proceso constituyente, a saber:
A) el poder constituyente neo-liberal, autoritario en muchos aspectos antidemocrático, que representaban los sectores ligados al gobierno, a las clases dominantes, a los partidos de la derecha política (Evoli, Renovación Nacional y la UDI), a personajes como J.A. Kast, entre otros. Todos por el RECHAZO y por la Convención Constitucional mixta
B) el poder constituyente liberal conformado por los los partidos políticos de la vieja Concertación, de la Nueva Mayoría como también de la izquierda tradicional no parlamentaria, el Frente Amplio, entre otros. Todos ellos defienden y avalan una concepción liberal del poder Constituyente, al cual lo consideran como la expresión mayor ya sea del Pueblo como de la Nación y demandan la conformación de una Asamblea Constituyente, democrática, plurinacional y paritaria.
Por cierto, están por el APRUEBO, sin considerar todas las limitaciones que tiene redactar una nueva constitución política sin haber destituido al poder constituido. Tampoco están modificar radicalmente el régimen capitalista.
C) El poder constituyente popular y revolucionario, este poder estaba en proceso de conformación y emergencia en los distintos territorios, barrios y comunas de las ciudades del país. Conformado por los sectores populares, trabajadores, estudiantes, mujeres, pobres, la plebe, como los nombro en algún momento, García Linera. El poder constituyente revolucionario lo detentaban los integrantes de la 1 línea y de los diversos colectivos de jóvenes populares y estudiantes secundarios, como la ACES. Ellos apostaban por desarrollar un proceso constituyente desde la ciudadanía popular directa. Y, disputar abiertamente la conducción proceso constituyente institucional. Este poder político y social, habían sido y eran los actores centrales de la rebelión y estaban practicando y haciendo la «política» desde octubre de 2019; eran los que se había apropiado de los espacios públicos, los que habían conquistado esos espacios y rebautizado con nombres que hablan de su proyecto social anticapitalista, anticolonial, liberador y emancipador. Ese proyecto se había estado construyendo en los márgenes de la sociedad neoliberal durante los últimos años.
La política popular, al contrario de la «política estéril», es fecunda, pues, construye futuro, no busca administrar la política institucional, como lo hacen y lo plantean los neoliberales y liberales, que si bien, expresan un poder constituyente, este es un poder conservador a lo más reformista. Ellos, entre sí, pueden ser aliados políticos como lo son. Pues su adversario principal es el poder constituyente popular y revolucionario. Hasta el 16 de marzo, cuando la invasión del COVID-19, detuvo el proceso político, estos tres poderes estaban en conflicto.
Todo se ha suspendido para octubre de 2020, sí, salimos vivos tanto de las decisiones del gobierno corrupto de Piñera como de las consecuencias del COVID-19. La conjunción de ambos, hacen que el presente como el futuro inmediato para la sociedad chilena popular sea muy peligroso e incierto para la vida. Cuando se salga, tal vez, volvamos retomar lo que se estaba discutiendo en marzo 2020. Lo más probable que la lucha entre los tres poderes constituyentes se vuelva más álgida y profunda.
La lección que nos está dejando la pandemia es que debemos buscar la superación de la sociedad capitalista, por lo tanto, debemos poner en marcha un proceso revolucionario que pueda destituir y destruir las estructuras de poder actuales y construir una nueva sociedad en donde la redacción de la nueva constitución sea el resultado final de ese proceso. Esa la tarea del poder constituyente revolucionario. Pues, del neoliberal o del liberal, solo podemos esperar la continuidad del capitalismo con nuevas normas, reglas, que solo van regular de distinta, las formas de explotación y devastación de la vida y de la naturaleza que realiza el capital.