MARC FORTUÑO @Marc__Fb
La economía japonesa vuelve a recibir malos datos. Y es que con el aumento del impuesto al consumo en el último trimestre, hemos visto una elevada contracción no vista en 5 años y, a ello, se alimentan las preocupaciones a medida que el creciente brote de coronavirus ha impactado en la actividad del país.
En concreto, el PIB se ha reducido a un ritmo anualizado del 6,3% desde el trimestre anterior hasta el último trimestre del año, según la estimación preliminar que se ha publicado. Un impacto que ha sorprendido debido a que las estimaciones iniciales pronosticaban una caída del 3,8%, fruto de diversos factores como el aumento del impuesto al consumo, la débil demanda mundial y la interrupción del tifón en el mes de octubre.
El impuesto al consumo machaca la economía
El problema base ha sido el impacto de la subida de impuestos al consumo porque el Gobierno de Shinzo Abe aumentó el impuesto del 8% al 10% el pasado 1 de octubre.
Este caso tanto la administración Abe como el Banco de Japón esperaban un impacto inferior a 2014 cuando la economía se contrajo más del 7%. En esta ocasión el aumento de impuestos fue menor que hace seis años, debido a que los alimentos quedaron exentos.
El consumo se ha resentido duramente. Los últimos datos mostraron que el consumo privado se desplomó un 11% anualizado en el trimestre, debido a que los hogares redujeron sus compras de automóviles, cosméticos y electrodomésticos. En términos comparativos, en 2014 fue del 18%.
Las empresas también redujeron la inversión en un 14%, prefirieron esperar señales de una recuperación del shock fiscal antes de mover pieza.
Hacia la cuarta recesión desde 2010
Se define como recesión la caída del PIB durante dos trimestres consecutivos. Bajo esta definición, Japón ha experimentado tres recesiones desde 2010 y, con los datos aportados y las maltrechas expectativas influenciadas por el coronavirus, el menor turismo y una caída de la demanda global, llevarían a un dato negativo en el primer trimestre del año, formalizando la cuarta recesión de la década.
Estamos viendo que la economía japonesa ha sufrido un golpe duro en consumidores y empresas, pero esto no acaba aquí debido a los crecientes riesgos vinculados al coronavirus.
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El problema existente es que el aumento de las consecuencias de la epidemia ya está dañando a la economía japonesa y muy especialmente al turismo -alimentado especialmente por turistas chinos-. El impacto inmediato de la epidemia ha sido detener a cientos de miles de visitantes chinos a Japón, la mayor fuente de ingresos turísticos.
Además, por si el incremento en el impuesto sobre el consumo no había sido suficiente, también podría reducir aún más el pésimo gasto de los consumidores japoneses, ya que evitan lugares abarrotados después de informes de algunas infecciones en las ciudades más grandes de Japón.
Los exportadores de Japón, que ya sufren después de un largo período de débil demanda global, podrían verse afectados aún más, ya que el brote altera la producción y la demanda interna en China, el mayor socio comercial de Japón. Mientras más dure el brote, es más probable que algunos suministros de piezas de China para fabricantes japoneses también se agoten.
El intervencionismo monetario extremo no cede
El Banco de Japón (BoJ) tiene fijado el objetivo de estabilidad de los precios en el 2% (variación anual del IPC) y supolítica monetaria está orientada también en el marco del «Alivio Monetario con Control de la Curva de Rendimiento».
Japón tiene los tipos de interés en negativo, en el -0,1%. Esto influye directamente en los bonos de menor plazo. Y además acusa un política monetaria, de pura manipulación de la curva de rendimientos cuyo objetivo es que el bono a diez años cotice con una rentabilidad alrededor del 0%.
En Europa nos inspiramos mucho en la política monetaria del BoJ y cada vez tenemos más elementos en común como el bajo crecimiento, la elevada deuda publica y sin capacidad de conseguir el objetivo de precios del 2%. Desde el banco central nipón se ha tratado de apoyar la actividad económica de las empresas y los hogares manteniendo condiciones financieras especialmente laxas, pero sin que ello tenga traducción a la economía real.
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En lo que respecta a la ejecución de la política monetaria, la autoridad monetaria ha demostrado su postura de decidir la política monetaria que se considera más apropiada, teniendo en cuenta de manera integral la evolución de la actividad económica y los precios, así como las condiciones financieras del momento… Su principal objetivo, el IPC del 2% ha sido imposible de alcanzar sostenidamente.
Debido a las compras realizadas, el Banco de Japón ha aumentado su balance general por encima del 105% del PIB, a medida que Japón se dirige, de nuevo, a la recesión. En algún momento, descubriremos si existen límites para la expansión del balance general o si los bancos centrales pueden expandir sus activos totales indefinidamente.
A pesar que no ha conseguido su objetivo inflacionista fijado, la declaración pública emitida en julio de 2019 planteó que la autoridad monetaria no dudaría en tomar medidas adicionales de flexibilización si hubiera una mayor posibilidad de que se perdiera el impulso inflacionario. Para el BoJ el problema es que las medidas monetarias no han sido suficientes, mientras trata de no ahogarse en su propio estancamiento.