Carta de la Alcaldesa Stefania Bonaldi al Presidente del Consejo de Ministros Mario Draghi Estimado Primer Ministro Prof. Mario Draghi, Me dirijo a usted como alcaldesa de un municipio, que trabaja para una comunidad de 35 mil personas y que sólo puede imaginar lo que significa gobernar un país de 60 millones de habitantes, más aún en un momento tan dramático. Sin embargo, como mujer, como madre, como ciudadana y, finalmente, como alcaldesa, siento que debo añadir una pequeña carga a las que ya se ciernen sobre su figura, porque creo que nuestro país, hace unos días, ha violado de forma grave códigos decisivos de la civilización, como la gratitud, la lealtad, la memoria, la solidaridad. Hace un año, la Brigada Henry Reeve, con 52 médicos y enfermeras cubanos, acudió en ayuda de mi ciudad, Crema, de mi gente y de nuestro hospital, que había sido atacado y casi devastado por la primera ola de la pandemia. Los sanitarios cubanos se presentaron en una noche de marzo con temperaturas extremadamente bajas, en camisas de mangas cortas, con frío pero con dignidad. Habían cruzado el océano para compartir un drama que en ese momento parecía casi sin remedio y los días se consumían en una atmósfera de muerte. Incluso hoy es así, pero hace doce meses el enemigo era oscuro y parecía omnipotente, la ciencia aún no había encontrado las contramedidas. Hoy vemos la luz, entonces estábamos viviendo una historia con un resultado incierto. En una sola noche, gracias a la solidaridad de los y las habitantes de Crema , les dimos abrigos y los equipamos contra el frío invierno. Desde ese momento y durante más de dos meses, se encerraron en un hospital de campaña, instalado al lado de nuestro hospital, codo con codo con nuestro personal médico, para prestar atención y apoyo a la población afectada por el virus, generando una respuesta de valentía en la gente, que en esos meses resultó decisiva. ¡Esa fue la primera vacuna para nosotros los habitantes de Crema! Y en cuanto la presión sobre el hospital disminuyó, nuestros amigos cubanos se volcaron de inmediato a intervenir en el territorio. La medicina en Cuba se hace casa por casa, una dimensión que hemos cultivado poco, y las debilidades de esta elección las hemos sentido todos, durante la pandemia, atravesando caminos hostiles sin vigilancia. Bastó la sugerencia de la Asociación Italia-Cuba al ministro Roberto Speranza para que enviara una solicitud de ayuda, y el Estado de Cuba, en cuestión de días, el 21 de marzo de 2020, respondió enviando 52 trabajadores sanitarios a Crema, mientras que otros 39 llegarían el 13 de abril siguiente a Turín, para llevar a cabo la misma misión humanitaria, reescribiendo la palabra solidaridad en la vida de muchos italianos, rompiendo todas las barreras y depositando un legado civil y educativo para nuestras comunidades y nuestros hijos. Sólo entonces comprendimos que el virus perdería su batalla, y aún hoy vivimos de ese legado, por lo que tenemos menos miedo. Me doy cuenta de que hay “equilibrios” internacionales y que hay posiciones tradicionales “atlanticas” de nuestro país, pero cuando uno se encuentra con el espíritu humanitario de los cubanos “sitiados”, que como todos nosotros aspiran a una vida mejor, cuando se superan los muros ideológicos, se encuentra ante otro segmento de la humanidad, capaz de ganarse la gratitud y el aprecio de tantos italianos, uno acaba encontrando incalificable la posición adoptada por nuestro país en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, donde se discutía una resolución que condenaba el impacto sobre los derechos humanos de las sanciones económicas unilaterales contra algunos Estados, entre ellos Cuba. “La nuestra Patria es la humanidad” Con estas palabras nos saludaron nuestros Hermanos de Cuba a su llegada a Crema y le pregunto, querido Presidente, cuál es nuestra patria, si el oportunismo y la realpolitik nos impiden responder en términos de reciprocidad a los beneficios recibidos y a la solidaridad que un pueblo mucho más humilde y pobre, con muchos menos medios que el nuestro, pero rico en dignidad, humanidad y orgullo, nos ha ayudado en uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia republicana. La postura adoptada por nuestros representantes en las Naciones Unidas, un acto con un fuerte valor simbólico, tenía que ser diferente, porque era necesario responder con madurez política a una acción gratuita y generosa, que había salvado vidas reales de italianos de carne y hueso. Me pregunto qué sentido pedagógico y político podría haber tenido en cambio nuestro voto en contra. Esta no es la manera de promover el cambio en las relaciones, incluso en las internacionales. Era la ocasión propicia para reaccionar con un acto de claridad, capaz de derribar posiciones cristalizadas desde hace más de medio siglo, precisamente para demostrar la voluntad de unir fuerzas con todos los pueblos, en un planeta donde las fronteras y las ideologías parecen estar cada vez más alejadas del espíritu de las nuevas generaciones. Quiero pedirle, señor Presidente, de tener un gesto institucional positivo y de agradecimiento a nuestros hermanos cubanos, un acto que, tras la repentina toma de posición, les reafirme nuestro afecto y cercanía, que abra el camino a la consolidación de la amistad y que permita que la democracia tenga una oportunidad. Con estima, Stefania Bonaldi Alcaldesa de Crema.