El pueblo de Chile, hoy atomizado y manipulado, demorará mucho tiempo en, primero, tomar conciencia de cuán aherrojado y subyugado se encuentra, y segundo, iniciar la estructuración de un referente social y político de dimensiones nacionales para dar los pasos que se necesitan en orden a conquistar el gobierno.
Por: Arturo Alejandro Muñoz
POLITICAMENTE HABLANDO estamos en un verdadero ‘Interregno’, es decir, en un momento donde Chile se encuentra viviendo un período en el cual la política carece de representatividad popular. Aun más, el interregno abarca los tres poderes del estado ya que la situación es caótica, confusa y nada halagüeña tanto a nivel del futuro presidencial, como en el legislativo y en las cortes judiciales.
Unos amigos de viejo cuño –profesionales del área ingenieril- intentan tranquilizarme asegurando que “el sistema se maneja a sí mismo, y no requiere necesariamente de la intervención de actores políticos para seguir funcionando”, lo que por cierto sólo logra incrementar mis angustias ya que de ser ello posible significaría que el capitalismo ha podido mutar de sistema a civilización. Si así ha sido, entonces el ser humano deberá esperar tres siglos para zafarse del neoliberalismo y sus secuelas.
Me rebelo y no acepto la opinión de los ingenieros; recurro entonces a otros amigos, y esta vez me reúno con profesionales del área social. Debatimos el tema durante una larga noche, pero al arribar la fría madrugada mi ánimo reconoce estar en franca depresión ya que los comentarios finales –hay que cerrar de algún modo la tertulia para regresar a casa- son menos halagüeños que los de aquellos amantes de las matemáticas y de los números.
Estos expertos de las ciencias sociales (y políticas) aseguran que la derecha no tiene en verdad ningún interés en ganar el sillón de O’Higgins, ya que sólo les preocupa mantener el derecho a veto en el Parlamento y con ello afiatar el sistema económico engendrado por los “Chicago Boys” e insuflar mayores prebendas al mismo, pero prebendas que favorecen al empresariado transnacional que, en rigor, constituye el patronazgo de los chicos de la UDI y de RN, quienes a su vez cuentan con un extenso vasallaje mayodormil llamado Concertación. .
La derecha económica (que es la que manda) tiene claro cuál es su juego en esta partida de ajedrez político, mas, pese a ello, hace un intento por quedarse con pan, torta y charqui. Ese intento se resume en el lanzamiento ‘al mercado’ de un nuevo producto que huele a cambio, a progresismo, a juventud y a rebeldía…pero que, en esencia, una vez desnudado de sus ropajes mediático-faranduleros, lo que se observa es más de lo mismo neoliberal, derechista, continuista.
Para la Izquierda en cambio la tarea es mayúscula, pues la economía capitalista en Chile podrá presentar algunas dificultades en las cifras macroeconómicas, pero estructuralmente está en un momento de solidez frente a las actuales turbulencias internacionales. Y ello parece resultar suficiente argumento oficial en orden a mantener inefablemente ‘orgulloso’ y pasivo al mismo pueblo que está sumido en deudas y carencias debido a la aplicación a ultranza de un sistema neoliberal bastante salvaje.
Si a lo anterior se agrega la retahíla de consecuencias políticas derivadas del sistema binominal, el panorama se oscurece aún más, ya que un 20% de la población electoral chilena queda sin posibilidad de representación en el Poder Legislativo, lo que favorece claramente a aquellos sectores que se afanan por legislar en beneficio exclusivo del capital y la inversión, en detrimento del mundo laboral.
Luego de constatar el fracaso electoral del pacto ‘Juntos Podemos’ que llevó el año 2006 a Tomás Hirsch –miembro del Partido Humanista- como candidato a la Presidencia de la República, la dirigencia del PC estimó necesaria una aproximación hacia sus antiguos ‘compañeros de ruta’ en años mejores: los socialistas y algunas líneas internas del PPD. Pero aquello traía aparejada una consecuencia significativa: quebrar el pacto del ‘Juntos Podemos’ y abandonar a los aliados humanistas. Algunas voces al interior del propio partido de la hoz y el martillo protestaron asegurando que eso era «venderse por un plato de lentejas mal cocinadas».
Las ‘lentejas‘ no eran sino un par o un trío de vacantes para el PC en los listados concertacionistas de las futuras elecciones parlamentarias el 2009. A su vez, el Partido Socialista sacó cuentas y concluyó que el posible 5% del total de sufragios nacionales –perteneciente a los comunistas- servirían para desequilibrar la balanza a favor de la Concertación y, por supuesto, de la tienda socialista.
Algunos sectores de la actual izquierda chilena dicen entender que la lucha política y democrática no es sólo contra el sistema y sus principales representantes (UDI y RN) sino, además, contra quienes hoy lo sustentan y administran, por mucho que estos últimos pretendan figurar como ‘progresistas’. Ello significa aceptar –aunque parezca doloroso- que la dirigencia de la Concertación también forma parte del contingente neoliberal, pues se ha aliado voluntariamente a los intereses del empresariado transnacional y a las voluntades de quienes en el pasado reciente fueron responsables del quiebre dramático de la institucionalidad democrática.
Esos sectores juveniles pertenecientes al espectro más radical, a la hora de ponerse a sacar cuentas, han manifestado que lo coyunturalmente necesario –dadas las circunstancias vigentes- podría ser el triunfo de Sebastián Piñera para, recién entonces, una vez agudizadas las contradicciones del modelo económico a través de huelgas y paros, rearticular una izquierda en serio, masiva, con programa claro y fuerza electoral suficiente para influir en la legislación y en las decisiones de alto nivel. Obviamente, como ha sido tradicional en los últimos cuarenta años, tal perspectiva aterroriza al PC chileno.
En eso está ahora el intríngulis político parido por los propios dirigentes comunistas, quienes ven con pavor cómo sus intenciones pueden irse al tacho de la basura y, además, ellos mismos en cuanto tienda política, ser superados por una emergente realidad de la actual izquierda criolla que ha comenzado a replantear sus estructuras mediante la idea –aún en ciernes- de alzar un amplio frente anti neoliberal que recoja sentimientos y esperanzas de una masa cercana al 20% del electorado.
Claro que tales análisis se vinieron al suelo cuando irrumpió Marco Enríquez-Ominami, que ahora –recién renunciado al PS- amenaza incluso la continuidad de Eduardo Frei como candidato de la Concertación, pues el joven ‘rebelde’ ha logrado superar el 15% en las encuestas y, lo más importante, es el directo responsable del estancamiento y baja que experimenta el derechista Sebastián Piñera en esos documentos de opinión pública. Y Marco EO, que fuera profusamente publicitado y promovido por los medios de comunicación que posee y administra la derecha (como es el caso de la televisión abierta, y las empresas periodísticas EMOL y COPESA), aprovecha la actual situación que da cuenta de una sociedad atomizada, desinformada y decepcionada por el quehacer político, para insuflarle a ese cuerpo social una dosis de esperanza recubierta por la novedad del “nuevo producto” lanzado al mercado por el establishment del mundo político familisterial.
Mientras tanto, la Concertación siente que está ingresando a territorio oscuro, vale decir, a un escenario que ni siquiera sospechaba que pudiese existir pero que, luego de dos meses de tira y afloja con Enríquez-Ominami (donde el perdedor principal es Camilo Escalona), comienza a hacerse patente en la epidermis oficialista que cabe la posibilidad de asistir a una segunda vuelta presidencial con un candidato adversario de Piñera que, en rigor, no es manejado directamente por el bloque concertacionista…pero que, en cambio, ese candidato podría entregar mejores respuestas a ciertos intereses empresariales que se alinean con un novel grupo de patrones dispuestos a ceder el anillo para no perder la mano (pero jamás ceder la joyería).
Además, la Concertación barrunta que llegada la hora de la verdad, la Izquierda (tanto la “izquierda en serio” como la que aun se encuentra al interior del conglomerado oficialista, o aquella recién asociada con él) se inclinará finalmente por Enríquez-Ominami dispuesta a “salvar a Chile de la administración de un empresario fascista y predador”.
Y Marquito, muy joven pero nada de tonto, es consciente de que la mayoría de los ciudadanos no saben que el cobre no es chileno, que los ríos no son chilenos, que los bosques no son chilenos, que el mar no es chileno, que las carreteras y autopistas no son chilenas, que el agua, la luz y la telefonía no son chilenas….por ello se permite informar que en su hipotético gobierno un significativo porcentaje de las últimas empresas que siguen en manos estatales (como Metro, Correos, Codelco, etc.) sería privatizado.
Quizá, a nivel juvenil solamente un pequeño sector tiene claridad e información respecto de lo expresado en estas líneas, pero a Enríquez-Ominami (y al establishment) poco le interesa lo que esos muchachos comenten, ya que no están inscritos en los registros electorales, por lo tanto, dado que no sufragan (y tampoco pagan impuestos), sus opiniones son desechables e importa un maldito rábano lo que esa chiquillería exponga, critique o solicite.
Así estructurada la situación del ‘interregno’, pareciera que el arco político-ideológico actualmente vigente en Chile, como nunca antes en nuestra Historia, está caracterizado por un elemento común que lo cruza transversalmente. Ese elemento es la aceptación y defensa del sistema neoliberal, lo que en rigor permite hoy afirmar que los viejos “tres tercios” de la política criolla han dado paso al cuadro siguiente:
ULTRADERECHA: conformada por nostálgicos de la dictadura militar, por fanáticos religiosos fundamentalistas del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo, por gerentes y propietarios de empresas transnacionales, por oficiales en retiro de las fuerza armadas, y por la tienda política conocida como UDI (Unión Demócrata Independiente). A este grupo le llamaremos “Los Amos”.
DERECHA: Surgió una nueva sociedad, una especie de alianza reciente, compuesta por el otrora ultraderechista partido RN (Renovación Nacional), el cual por conveniencias económicas y electorales retrogradó algunos centímetros hacia posiciones menos ultramontanas, logrando finalmente atraer hacia su centro de gravedad al PDC (Partido Demócratacristiano), al PPD (Partido por la Democracia), al PRSD (el ex Partido Radical, hoy Socialdemócrata) y a un significativo número de dirigentes y militantes del PS (Partido Socialista). Junto a ellos se encuentran también algunos gremios empresariales criollos y casi la totalidad de la actual prensa escrita, sin dejar de lado por cierto al 100% de los canales de televisión abierta. Todos estos muchachos conforman el grupo que llamaremos “Los Mayordomos”.
CENTRO DERECHA: la antigua y otrora luchadora y popular ‘izquierda’ derivó en Chile a posiciones tibias, acomodaticias, cercanas a la socialdemocracia y aceptadoras del sistema económico capitalista a través de su apoyo al neoliberalismo ya que se integró finalmente a los programas y acciones del grupo anterior (DERECHA). En este sector del arco ideológico-partidista que hemos llamado “Centro Derecha”, podemos ubicar al viejo PC (Partido Comunista) y a sus aliados PH (Partido Humanista) e IC (Izquierda Cristiana). No tengo un nombre específico para este grupo (mejor dicho, sí lo tengo, pero no me atrevo a publicarlo).
IZQUIERDA: aquí, el asunto es tal como uno puede ver en algunos letreros camineros que no tienen publicidad en los cuales, sin embargo, es posible leer: “Disponible”…es decir, se da de la misma forma. Este sector del arco ideológico-político se encuentra “disponible” para quienes deseen reestructurar una izquierda anticapitalista, solidaria, crítica y popular hasta la médula. No se avizora grupo alguno que esté trabajando en serio en esta parte del mentado arco, por lo que cada día aparece algún vivaracho perteneciente a uno de los sectores nombrados líneas arriba que surge como “díscolo proponiendo lámparas de Aladino al pueblo”, pero que en la estricta y dura realidad, sus verdaderas intenciones apuntan a conseguir mejores posiciones en el Parlamento para su grupo familisterial y desde allí maquillar el sistema neoliberal que ama y representa.
En fin, ya lo dijimos al inicio de estas páginas. Estamos en un interregno político de proporciones gigantescas, y el pueblo de Chile demorará mucho tiempo en, primero, tomar conciencia de cuán aherrojado y subyugado se encuentra, y segundo, iniciar la estructuración de un referente social y político de dimensiones nacionales para dar los pasos que se necesitan en orden a conquistar el gobierno.