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Hacia la sociedad consumista perfecta

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por Adán Salgado Andrade
El capitalismo salvaje busca, por todos los medios posibles, reducir el tiempo en el que una mercancía es producida, con tal de bajar su costo final, pues es a través del precio, por el cual, dicha mercancía, competirá contra otras similares, porque al ser más bajo, más será vendible.

Pero no sólo se trata de reducir el tiempo de producción, sino, también, muy importante, el de distribución, comercialización y, sobre todo, que tal mercancía llegue a las manos de los consumidores finales.

Ahora, en la época del Internet, que, cuando fue creado, servía sólo como una forma libertaria, de comunicación más directa entre sus usuarios, y de emancipación en contra del poder hegemónico, aquél se ha convertido, como todo lo demás, en un muy eficiente medio de venta de miles de productos, tanto, que millones de personas es para lo único que lo emplean, para ver qué se vende y pedirlo.

El prestigiado diario inglés The Guardian, publicó recientemente un artículo titulado “Cómo nuestro hábito de recibir las compras en nuestros domicilios, transformó al planeta”, firmado por la periodista Samanth Subramanian, en el que explica, muy claramente, que el surgimiento de empresas como Amazon, que predomina por encima de muchas otras, han hecho que, para muchos, nuestras compras, ya no sean de trasladarnos a tiendas, sino de adquirirlas a través de una “aplicación” por línea, abriéndola, seleccionando lo que deseemos y dando “clic” a nuestro pedido, pagando con nuestra tarjeta, y esperar a que llegue, cada vez más rápidamente, por supuesto, con tal de evitarle al consumidor la tensión de esperar demasiado tiempo por su pedido (ver: https://www.theguardian.com/technology/2019/nov/21/how-our-home-delivery-habit-reshaped-the-world).

Comienza refiriendo cómo el concepto de tienda departamental, se ha ido perdiendo, sobre todo en los países más adelantados, en donde se ha ido sustituyendo por bodegas, en las cuales, todos los productos están ordenados casi a la perfección, para que, cuando una persona haga una compra, el producto indicado, sea localizado “fácilmente” por un empleado de tal almacén, empacado, y llevado a la empresa de paquetería que lo trasladará a su destino. Antes, las ventas eran de negocio a negocio, sobre todo, de empresas que surtían a tiendas o a fábricas, para la hechura de mercancías (la llamada logística). Pero, ahora, las entregas son, la mayoría, directamente a clientes. En una bodega que opera en Inglaterra, perteneciente a la cadena John Lewis, las entregas directas a consumidores se han incrementado doce veces, entre el 2006 y el 2016, superando y siendo ya, más importantes, que las compras directas en sus tiendas departamentales. En ciudades como Nueva York, las entregas han subido de 360,000 productos por día, en el 2009, a 1.5 millones diariamente en la actualidad. En China – el paraíso del capitalismo salvaje, pues es la maquiladora mundial –, le empresa de comida Meituan entregó en un solo fin de semana, mediante sus repartidores (que usan scooters), 30 millones de órdenes de alimentos.

Por lo mismo, aumentan las áreas de las bodegas en donde se almacena todo eso. Por ejemplo, la más grande que tiene Amazon en Inglaterra, es de 185,806 m2 (equivaldría a un área cuadrada de unos 431 metros por lado, casi medio kilómetro). Como dije, para tener todo tipo de mercancías, bien localizadas, para su elección y envío.En dinero, las ventas anuales por línea, sumaron 3.8 billones de dólares (3,800,000,000,000) en el 2017. Y se espera que sean de 6 billones de dólares para el 2024. Excelente para el capitalismo salvaje, que vive del consumismo. Muchas personas, de esa forma, comprando en línea, ni siquiera lo hacen conscientemente, sino sólo porque algo “está barato”, aunque no lo requieran, pues, simplemente, tienen que dar clic al botón “comprar”, pagar y… ¡listo!, a esperar su pedido (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/09/las-compras-en-linea-gran-impulso-al.html).

Y se puede comprar casi todo por línea, desde ropa, calzado, electrónicos, animales, insectos, comida… pocas cosas no se compran ya por línea, quizá las armas (aunque hay un tipo que en Estados Unidos, EU, vende impresoras 3D, para hacer armas caseras, apelando al anacrónico “derecho” constitucional de que todo “americano” tiene la facultad de poseer un arma. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/08/normal-0-21-false-false-false-es-mx-x.html). Claro que eso tiene su enorme costo ambiental, pues tantos millones de objetos de todo tipo vendidos tan intensiva y extensivamente, requieren materias primas, cada vez en mayor cantidad, así como los energéticos para producirlos, los que contaminan, aun siendo producidos por las llamadas “energías verdes” (que, de todos modos, todavía se usan mínimamente).

Por ejemplo, para empaquetar tantas cosas, se requieren cajas, de todo tipo y tamaños. Para hacerlas, se necesita destruir ¡mil millones de árboles cada año! Absurdo, tomando en cuenta que ya hay mucha deforestación, con vastas zonas boscosas diezmadas por todo el planeta. Y aunque se siembren árboles de crecimiento rápido, como los eucaliptos, para cortarlos y convertirlos en pulpa, que se transformará en cartón, eso está acabando con las tierras en donde se siembran, pues las empobrecen, dejándolas estériles en pocos años, no aptas, ya, para ningún tipo de sembradíos. Eso también acaba con la necesaria biodiversidad, al ocupar millones de hectáreas para monocultivos, de eucaliptos, por ejemplo. Animales y plantas de todo tipo, se están extinguiendo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).

La mencionada Amazon, acapara casi el 50% de las ventas por línea en EU (ver: https://www.bigcommerce.com/blog/amazon-statistics/).

Esa acaparadora, ambiciosa empresa, es responsable de casi la mitad de los ¡165 mil millones de paquetes que se entregan cada año en ese país! Imaginen la cantidad de cajas que se tiran las que, de hecho, constituyen el 30% de la basura que se genera anualmente, o sea, casi 67 millones de toneladas, de las 270 millones generadas en ese lapso (ver: https://www.learner.org/exhibits/garbage/solidwaste.html).

Súmenle a esa basura el que muchos de los productos vendidos son baratijas, hechas de plástico o fibras sintéticas (ropa) y por eso se producen 2100 millones de toneladas anuales de desperdicios globalmente. Los plásticos desechados, por ejemplo, nos están desabordando (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/03/la-muy-grave-contaminacion-por-plasticos.html).

Por otro lado, tantos millones de entregas anuales, han ocasionado que los sitios en donde Amazon almacena sus productos, demanden demasiado esfuerzo físico de sus empleados, los que son tratados sin contemplaciones de ninguna especie, exigiéndoles rapidez en la búsqueda y entrega de mercancías para sus envíos. Eso, ha provocado que en esas bodegas, se multipliquen los accidentes de todo tipo, incluso comparados con lugares que podrían ser más peligrosos por el tipo de actividades, como minas o industrias. Las propias estadísticas exigidas a la empresa por la Administración de la Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA), de EU, así lo demuestran (ver: https://gizmodo.com/exclusive-amazons-own-numbers-reveal-staggering-injury-1840025032).

Además, como la propia Amazon ha ido estableciendo el lema de que “El tiempo es dinero: ahorre en ambos”, ahora se trata de entregar los pedidos lo antes posible, con tal de evitar la “depresión del consumidor”, que, si no recibe su pedido en el tiempo indicado – el que ha ido pasando de semanas, a días y a unas cuantas horas, a veces, dos –, puede cancelarlo, como le es ofrecido.

Por si no bastara, Amazon, desde el 2005, ofrece su servicio “Premium”, que es “Para gente impaciente”, que por una cuota mensual, ofrece cuanta cháchara sea vendible a “distinguidos miembros”, con descuentos. Estadísticas señalan que 98% de los miembros siguen conservando sus “suscripciones” luego de dos años. Conclusión: se vuelven consumistas y compran por compulsión los artículos ofrecidos en los catálogos mensuales, no por necesidad.

El consiguiente, impuesto, consumo compulsivo, ha influido en todo, hasta en la milimétrica construcción de las bodegas, cuyos pisos deben de ser completamente planos, para evitar que los robots que se usan en muchas de ellas (como en las bodegas de Amazon, que ni así, logran evitar accidentes), puedan “confundirse” y provocar demoras o hasta accidentes (En el 2018, uno de esos robots provocó un accidente, al picar un envase de repelente para osos, con lo que 24 empleados se intoxicaron. Eso, sucedió en una bodega de Amazon en Nueva Jersey, lo que la dejó muy mal parada. Ver: https://www.theguardian.com/technology/2018/dec/06/24-us-amazon-workers-hospitalised-after-robot-sets-off-bear-repellent).

Por desgracia, a pesar de tantos “adelantos tecnológicos” y optimización de los tiempos de entrega, señala Subramanian, la parte más importante del proceso de entrega al cliente es la llamada “última milla”. Antes de llegar a ese recorrido final, un paquete, en promedio, es entregado 17 veces, desde la fábrica, hasta el almacén final. Por eso, se busca que los empaques sean resistentes. Amazon tiene, incluso, un laboratorio para probar varios diseños de empaques de cartón, de distinto grosor, los que son probados en máquinas que los someten a simulaciones de cómo se moverían y golpearían dentro de las camionetas repartidoras.

Kim Houchens es la jefa de ese laboratorio y le comentó a Subramanian la importancia de contar con un empaque resistente, pero ligero, porque también es importante, pues entre menos pese, se reducen los costos de transportación. Un milímetro que pueda reducirse el grosor  de dicha envoltura, puede representar miles de toneladas de ahorro en peso. Eso crea el gigantismo creado por tantos millones de productos vendidos a diario. Nos ahogamos entre esos y la basura que producen.

Pero la mencionada “última milla”, se refiere a la entrega física al cliente final, que resulta ser la más problemática, pues debido a que la mayoría de los envíos se hacen en caóticas, hacinadas ciudades, los problemas se multiplican. Las empresas de paquetería deben de enfrentar a sus repartidores al caótico tráfico, la falta de estacionamiento, los accidentes viales o que luego no se encuentre el cliente, entre otros problemas.

Por ello es que muchas compañías han considerado buscar espacios de almacenaje alternativo, como ubicar pequeñas bodegas en donde se localicen la mayoría de los pedidos. Por ejemplo, muchas entregas se concentran en zonas habitacionales. Ésas, son las ideales, a decir de los gerentes encargados de los envíos, por la “alta densidad”, ya que un mismo repartidor puede hacer varias decenas de ellos por edificio. Pero cuando el pedido se hace en un lugar remoto, en medio del campo, de “baja densidad”, se prefiere convenir un lugar de entrega, como una tienda o un café, para que el cliente acuda, pues sería muy costoso llevarlo hasta ese lugar. O sea, no es todavía tan ideal el comercio por línea para ciertas zonas.

En Londres, por ejemplo, las camionetas de la empresa repartidora UPS se estacionan en donde pueden, invadiendo carriles exclusivos, en doble fila. Y aunque los multen, pues saben que lo serán, prefieren las multas, pues se les hace “un descuento” cuando las pagan, ya que son cientos al día. Eso está incluido en los costos, claro. Y, tan solo en Inglaterra, todas las camionetas de entregas han incrementado las millas recorridas 56%, desde el 2000, debido al brutal incremento de las entregas de compras por Internet.

Tantos inconvenientes, para que el cliente, reciba “en la comodidad de su hogar” todo, absolutamente todo lo que compre por línea. Amazon hasta considera que podría almacenar sus productos en casas de personas que se lo permitieran, con tal de ahorrar tiempo. O en cajuelas de autos estacionados. ¡Vaya ideas, que, ahora, suenan aparentemente absurdas!

Se justifica que comprando en línea, se reduce la contaminación, pero es falso, pues el uso energético aumenta. Por un lado, al emplear más el Internet para comprar, usamos más energía, por toda la electricidad que la infraestructura computacional y de servidores, requiere. Se calcula que, en años venideros,  se transmitirá nada menos que un petabyte de datos por segundo, lo cual equivale a un trillón (1000,000,000,000,000) de ¡bytes en cada segundo! A ese paso, dos expertos en energía, Peter Huber y Mark Mills, predicen que la infraestructura computacional que mueva el Internet ¡requerirá de la mitad de toda la energía producida en el mundo! (Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2010/05/mas-energia-o-mas-desperdicio.html).

Por otro lado, todo lo que implica el traslado de las mercancías, tanto transporte, combustibles, la energía requerida en los almacenes que las concentran… eso genera mucha más contaminación que si fuéramos a la tienda más cercana a comprar lo realmente necesario.

Aunque en países pobres, como México, el comercio en línea aún no despega, justo por el menor nivel salarial. Por ejemplo, en el evento consumista llamado “El Buen Fin”, del 2019, sólo 12% de las compras totales fue hecho por Internet.

No puede esperarse otra cosa en un país en donde, cerca del 80% de la población, es pobre y, muchos, ni siquiera cuenta bancaria poseen, mucho menos una tarjeta de crédito o débito para comprar por línea, sobre todo, porque el 60% de los trabajadores en México, tienen empleos de los llamados “informales” – que son los que no pagan impuestos directos, como el ISR, impuesto sobre la renta. Pero eso es falso, pues se pagan impuestos como el IVA –, como los vendedores ambulantes, porque son las únicas ocupaciones a las que pueden aspirar, incluso, aunque estén muy preparados.

El capitalismo salvaje cada vez crea menos y menos empleos, pues al ir sustituyendo con máquinas y robots a los trabajadores, es lo que ha provocado. Y es una tendencia mundial. Por eso, para cientos de millones en el mundo, la informalidad, es la única salida (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/12/economia-informal-la-verdadera.html).

Pero como este pobre planeta está dominado por el capitalismo salvaje y sus más acérrimos practicantes – el uno por ciento que nos domina desde hace décadas –, se tratarán de imponer las compras por línea, el consumismo perfecto, con tal de que su comatosa existencia continúe algunos años, aunque siga depredando y contaminándolo todo.

No sería difícil que se convierta el mundo en una masiva bodega, que nos tenga al alcance de la mano, cuanta inútil cosa se nos imponga y se nos obligue a adquirir. Y que, cuando nos deshagamos de ella, a un lado de esa enorme bodega, haya un enorme basurero, para que allí la tiremos.

Muy ideal mundo, ¿no creen?


Contacto: studillac@hotmail.com

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