Por Adán Salgado Andrade
En el 2016, más de 800,000 personas se suicidaron. La muerte por suicidio, infligido por propia voluntad, es por distintas causas. Se ha agudizado muchísimo entre las personas que tienen problemas económicos, especialmente los grupos de más bajos ingresos, pero hay suicidios por otras razones. Personas con enfermedades terminales, con problemas pasionales, amenazadas de muerte, despedidas, con presiones laborales, sociales… y más, se suicidan (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/02/el-alarmante-incremento-de-los.html).
También, los suicidios entre soldados, son frecuentes, por los traumas que deja la guerra. En Estados Unidos, uno de los países que más conflictos bélicos provoca, por su irracional intervencionismo, el mayor número de suicidios se da entre los veteranos de guerra, por los traumas que les dejan tales conflictos armados, en los que intervienen obligadamente. De ellos, alrededor de ocho mil se suicidan cada año (ver: https://edition.cnn.com/2013/09/21/us/22-veteran-suicides-a-day/index.html).
Y si no se suicidan, son atacados por estrés post-traumático (PTSD), que los lleva a cometer actos criminales. Uno muy famoso, fue el ex mariner condecorado Timothy McVeigh (1968-2011), quien en 1995, llevó a cabo un acto de terrorismo “doméstico” (pues fue hecho por un ciudadano estadounidense), al dinamitar con cientos de kilogramos de fertilizante y diésel, que apiñó en un vehículo, el edificio federal Alfred P. Murrah, que dejó 168 personas fallecidas, 19 de ellos, niños, y más de 680 heridos. McVeigh fue ejecutado el 11 de junio del 2011, por inyección letal, tras un largo proceso judicial, durante el cual, el ex mariner no mostró en absoluto arrepentimiento alguno (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Timothy_McVeigh).
Un reciente caso de un ex mariner, igualmente afectado con PTSD, es el expuesto por la agencia Associated Press, titulado “El motivo por haber masacrado a una familia de Florida, quizá nunca se sepa”, firmado por Terry Spencer y Freida Frisaro, en el que narran la forma tan absurda por la que Bryan Riley, condecorado por sus servicios militares en Irak, a sangre, fría asesinó a una familia, a la que nunca antes había visto, diciendo que era por un “mandato divino” (ver: https://apnews.com/article/florida-750ea0e57cf53192d82d0e5ee8102ffd?utm_source=Sailthru&utm_medium=email&utm_campaign=Sept07_MorningWire&utm_term=Morning%20Wire%20Subscribers).
Riley asesinó a una pareja, a su bebé de 3 meses, a la abuela de éste, madre de la esposa y dejó muy mal herida a una niña de once años, hija del asesinado esposo, que tuvo con una pareja anterior.
Riley fue francotirador en Irak y en Afganistán, condecorado como “héroe de guerra”. Debe de haber desarrollado serios traumas para cometer esa atrocidad.
En la cinta estadounidense American Sniper (2014), dirigida por Clint Eastwood, y estelarizada por Bradley Cooper, se cuenta la historia de Chris Kyle, francotirador que sirvió en Irak, quien asesinó a distancia, a unas 150 personas. Se ve en ese filme cómo, cuando regresó a Estados Unidos, cualquier sonido, como un desarmador neumático, de inmediato lo alteraba y lo regresaba a las batallas en aquel país (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/American_Sniper).
Muy seguramente, Riley debe de haberse desarrollado una psicosis, que lo hizo sentirse “emisario divino”.
Declaró el ex mariner, que sus víctimas le rogaron que no las matara, “pero ya era su destino que yo las asesinara”.
Las víctimas fueron Justice Gleason, de 40 años, Theresa Lanham, de 33 años, Jody, el bebé de ambos, de tres meses de edad, Catherine Delgado, de 62 años, madre de Theresa, y la hija de 11 años de Gleason, “con un matrimonio anterior, la que milagrosamente sobrevivió, a pesar de que Riley le disparó siete tiros”.
No está claro el motivo, excepto que por la mañana del sábado 4 de septiembre, día de la masacre, Riley se acercó a Gleason, quien, junto con Theresa, estaba viviendo en la casa de su suegra, Catherine. Gleason estaba podando el pasto. “Me ha enviado Dios a prevenir el suicidio de Amber”, le dijo Riley, desde su camioneta. “Aquí no vive alguien que se llame así”, le respondieron Gleason y Theresa y le pidieron que se fuera, en vista de su “extraña” declaración. Llamaron al 911, por si las dudas.
El sheriff Grady Judd, del condado Polk, en donde sucedió la masacre, declaró que a diario reciben llamadas de ese tipo, de personas raras que se acercan a hogares, diciendo “tonterías”.
Así que no hicieron caso de la llamada de, digamos, auxilio de Gleason, “pues Riley no los había amenazado, además de que se retiró”.
Pero Riley regresó a las 4:30 de la madrugada, a la casa de los Gleason, “colocando bengalas, seguramente para atraer a los policías a una emboscada”, dicen los reporteros.
Debe de haber tocado la puerta y, de allí, sorprendió a los ocupantes con varios disparos, con lo que “comenzó el tiroteo. Fue cuando vecinos dieron aviso a los policías, los que acudieron para ver qué sucedía”.
Fue muy tarde, pues si hubieran atendido la llamada inicial de Gleason, y que hubieran interrogado a Riley, quizá habrían evitado la masacre.
De todos modos, pudieron enfrentar al psicópata que se atrincheró en la casa de los asesinados, hasta que luego de varias horas de tiroteo, se rindió, saliendo con las manos en alto, luego de haber sido herido.
La novia de ese psicópata, declara que era pacífico, “aunque últimamente, era algo errático. Incluso, estaba reuniendo cosas para ayudar a los damnificados de Luisiana”. Entre las cosas que había reunido para enviar, había unos “mil dólares de paquetes de cigarrillos”. ¡Vaya que si era “errático” su comportamiento! Podría haber enviado alimentos enlatados, cobijas, ¡pero no tantos cigarros!
Y lo único que declaró al sheriff Judd, cuando lo arrestaron, fue que “Usted sabe porqué hice esto”.
“Fue terrible lo que hizo ese hombre, hasta al perro asesinó”, declaró un consternado Judd, quizá con el remordimiento de no haber atendido la llamada sabatina de Gleason. Probablemente, se hubiera podido evitar ese absurdo baño de sangre.
“Riley fue un héroe de guerra, luchó por su país, pero ahora, no es más que un asesino a sangre fría”, agregó Judd a sus declaraciones.
Sí, y ¿cuántos más “héroes de guerra”, irán a cometer próximas masacres?
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