Cazadores de refugiados en las puertas de Europa
Conocidos como los cazadores de refugiados, son grupos paramilitares que se nutren de la extrema derecha xenófoba y se dedican, con la complicidad del Gobierno búlgaro, a interceptar, amenazar y devolver a los refugiados a la frontera turca.
Núria VILÀ
Gara, 28-2-2018
Un grupo de chicos jóvenes se encuentran tumbados en el suelo boca abajo en un terreno montañoso de la frontera entre Bulgaria y Turquía, inmovilizados con esposas de plástico. A su alrededor, civiles búlgaros con vestimenta militar los tienen acorralados y les ordenan que vuelvan por donde han venido. «¡Turquía! ¡Volved a Turquía ahora! No Bulgaria para vosotros. ¡Volved a Turquía inmediatamente!». El vídeo, grabado por un grupo de civiles reconocidos como «cazadores de refugiados» fue difundido extensamente en las redes sociales el año pasado; en aquel momento, el Gobierno búlgaro anunció que abriría una investigación ante la presión que le acusaba de ser demasiado permisivo con los asaltantes. Este mes de febrero, sin embargo, el caso era archivado en Bulgaria por falta de pruebas.
Ahora, más de un año después de la publicación del vídeo en internet, las prácticas de estos vigilantes siguen presentes principalmente en la frontera entre Turquía y Bulgaria. En los últimos años, a medida que más refugiados cruzaban la frontera, el discurso de odio se ha ido extendiendo en este país, puerta de entrada a la Unión Europea. «El Estado Islámico (ISIS) tiene el objetivo de transferir grandes cantidades de gente desde los países árabes hasta Europa, y el segundo paso será entonces activar una guerra religiosa en Europa que destruirá nuestra cultura. De esta manera, todos los musulmanes en Europa y EE UU se consolidarán y actuarán bajo la bandera del ISIS».
Es el razonamiento catastrofista de Vladimir Rusev, fundador de la organización BNO Shipka –Movimiento Nacionalista Búlgaro Shipka– que forma parte del auge de los movimientos de ultraderecha y antiglobalistas que están resurgiendo en la actualidad en Europa y Estados Unidos, dejando patente su rechazo absoluto a los migrantes y refugiados. Sus discursos grandilocuentes, sin embargo, se nutren del No pasarán antifascista y durante el movimiento de los indignados Nuit Debout de Francia predicaron incluso contra la mafia financiera internacional. Estos grupos aprovechan cada atentado yihadista en Barcelona, París, Londres o Bruselas para manifestarse contra el islam en su globalidad.
Aquellos refugiados que han decidido no jugársela en el mar –donde han muerto más de 3.000 personas en 2017 intentando cruzar el Mediterráneo– se topan con el escollo de los grupos xenófobos y panbúlgaros que patrullan zonas montañosas como es BNO Shipka que, después de interceptarlos, les obligan a retornar a Turquía con el objetivo de controlar y evitar la entrada de migrantes sin papeles en la Unión Europea. En 2016, según datos recogidos por el think tank alemán Friedrich Ebert Stiftung, más de 18.000 migrantes entraron en territorio búlgaro.
Vía libre a la caza
En un resort de lujo en la costa oriental de Bulgaria, en el Mar Negro, en medio de piscinas y tumbonas, es fácil confundir a los ciudadanos locales búlgaros con los turistas que disfrutan de las vacaciones de verano, sobre todo rusos. Pero Vladimir Rusev resalta entre el resto por su uniforme militar, sus botas altas, su bigote y una mirada seria que no pierde en toda la entrevista. Le acompaña Lachezar Llourdjeu, un abogado afín a la organización que, además de traducir, suscribe cada una de las palabras de su jefe. «No estamos haciendo nada ilegal, como se dice en muchos artículos. Estar presente en la frontera no es ilegal», asegura el letrado. Cuando este grupo encuentra refugiados cruzando, «les explicamos que cruzar es una ofensa criminal, que cuando cruzan la frontera de este modo pueden ir a la cárcel. Si obedecen lo que les decimos, vuelven a Turquía y solicitan el estatuto de refugiado en los puntos indicados». Pero en caso de que los refugiados insistan en cruzar la frontera, «no podemos utilizar la fuerza bruta contra ellos, no está permitido. Inmediatamente contactamos la Policía fronteriza para que los detenga. Y ya está», añade Llourdjeu.
La connivencia entre el Gobierno búlgaro y estos grupos cazarrefugiados no es un secreto. El viceministro del Interior de Bulgaria, Philip Gounev, sin embargo, aseguraba en una entrevista a The Guardian que «!arrestar personas sólo está en poder de la Policía. Cualquier tipo de detención de ciudadanos por parte de otros ciudadanos es ilegal!», afirmaba después de que el Ejecutivo búlgaro haya sido acusado varias veces a nivel internacional de hacer la vista gorda ante la actividad de estos cazarrefugiados en la frontera. Unas declaraciones anteriores del primer ministro, Boiko Borisov, se interpretaron como una muestra de apoyo hacia ellos: «Cualquier ayuda a la Policía, a la Policía fronteriza o en el estado es bienvenido. Cualquiera que ayude se merece que le demos las gracias», señaló. De hecho, el mismo Vladimir Rusev no esconde el apoyo recibido por parte de las fuerzas de seguridad: «La Policía nos anima a hacer este trabajo, porque tienen muy poco personal en la frontera».
Hasta el agravamiento de la crisis de refugiados hace unos tres años, Rusev cuenta que se dedicaba principalmente a desarrollar investigaciones para compañías internacionales, y también como asesor en seguridad personal y corporativa –»así como para algunos gobiernos»–. «He dejado de lado mi negocio durante los últimos tres años, sólo para dar un empujón a este trabajo con los problemas públicos. Si no me ocupara de eso [la tarea con la organización BNO Shipka] ahora sería muy rico», asegura.
Bulgaria, tierra de paso
Bulgaria es sólo un país de tránsito para los demandantes de asilo que llegan a Europa. Grupos paramilitares como BNO Shipka han contribuido a este hecho, expandiendo la propaganda antiinmigración entre la sociedad. Según la agencia de encuestas Sova Harris, a principios de 2016, el 60% de los ciudadanos búlgaros consideraba a los refugiados como una amenaza a la seguridad nacional. Su grupo, según explica Rusev, está formado principalmente por exmilitares –veteranos del Ejército– y personas en paro, como maestros, médicos, ingenieros y científicos, entre otros.
«Patrullamos la frontera las 24 horas del día y mantenemos grupos de hasta 800 personas, pero nos faltan recursos, y por tanto sólo vigilamos las zonas concretas por donde creemos que pueden venir», explica Rusev, aunque el número de miembros presentes en la frontera y los que forman su organización, que él sitúa en 24.000, son difíciles de contrastar. «Actuamos puramente de forma voluntaria; no recibimos ninguna financiación, y cada día tenemos que pagar la gasolina, comida, medicinas…». Ante esta situación, la organización pide apoyo europeo. «Estamos defendiendo toda Europa. Si Europa y los ciudadanos europeos no nos ayudan, nos veremos obligados a dejar la frontera libre y toda la gente comenzará a entrar libremente hacia el oeste de Europa», subraya.
Avanzadilla de la extrema derecha
En los últimos años, en Europa, la extrema derecha ha ganado una importancia significativa. A pesar de que mantienen contactos con otras organizaciones europeas de ideología similar a la suya, en BNO Shipka se muestran pesimistas del efecto real que puedan conseguir. «Les explicamos que cualquier cosa que hagan en sus países no ayudará. Si quieren echar una mano a su propia gente, tienen que venir aquí, porque la puerta en Europa está aquí. O bien que nos ayuden con financiación, sólo para detener a la gente aquí en la frontera. Cuando esta gente llegue al oeste de Europa, será demasiado tarde», concluye preocupado.