Frédéric Autran
A l´encontre, 1-6-2020
http://alencontre.org/ameriques/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur
-¿Cómo ves los eventos de los últimos días?
La situación no es nueva. Desde 2014, ha habido una serie de incidentes similares muy mediatizados, cuando la policía ha matado a hombres afroamericanos desarmados y no violentos. Hay una gran tentación de decir que es un acto aislado de un oficial podrido, que basta con arrestarle y encarcelarle. Pero el problema es, sobre todo, la forma en que funciona la policía en los Estados Unidos, es decir, esencialmente como una fuerza militarizada de mantenimiento del orden. Como si la policía fuera un juego, un acontecimiento deportivo, con una lógica y unas reglas: las y los oficiales se suben a un coche de la policía, van a los barrios y buscan a las y los malos a los que hay que encarcelar; son promovidos y suben de rango cuando persiguen agresivamente a criminales, hacen arrestos, confiscan drogas y armas. En ese mundo hay personas heroicas y personas malas.
-Las autoridades políticas, a nivel local y nacional, no parecen capaces ni están dispuestas a frenar esta actitud. ¿Cómo explicarlo?
Históricamente, las élites políticas siempre han utilizado a la policía como un medio para mantener el status quo. Incluso bajo Bill Clinton o Barack Obama, con Joe Biden como vicepresidente, continuaron fortaleciendo la presencia policial en los barrios. Tanto los republicanos como los demócratas siguen convencidos de que la función principal de la policía es arrestar a quienes infringen la ley. Pero las leyes tal como existen, el arsenal antidrogas o la política de «ventanas rotas» [de tolerancia cero, que consiste en castigar constantemente los delitos menores para evitar delitos más graves, nota del editor] han forjado una cultura en la que todo el mundo parece sospechoso. Especialmente en los barrios donde viven las minorías, donde la policía considera que toda la gente negra es delincuente o delincuente potencial. En la policía, esto alimenta una mentalidad de «nosotros» contra «ellos». Es el «habitus» del que habla el sociólogo Pierre Bourdieu. La policía interioriza una visión del mundo que proviene del juego que juega: «Somos los buenos y estamos buscando a los malos».
-¿Cómo se refuerza esta lógica con el equipo militar que a menudo se distribuye a la policía?
Todo esto viene a ser lo mismo. Si la policía jugara otro juego, no vendrían con vehículos blindados, armados hasta los dientes. Pero en sus mentes, incluso si hay policía local, el verdadero asunto de la policía es la guerra. Y el asunto de la gente que hace la guerra no es la paz. Se centran solo en el combate y son aclamados por sus actos heroicos en el campo de batalla. La doxa de la policía pretende que atrapando al mayor número de delincuentes es como se hace seguro un lugar. Sin embargo, no estamos trabajando para aumentar la seguridad de la comunidad, la confianza en la policía o los vínculos dentro de la comunidad. La paradoja es que cuantas más personas detengas, menos seguro estará el barrio, porque se rompe la confianza y se fractura la relación con la policía…
-Derek Chauvin ha sido acusado de homicidio involuntario y puede ser inculpado pero, en general, la policía casi nunca lo es. Chauvin ha sido objeto de veinte denuncias desde el comienzo de su carrera. ¿Por qué tal nivel de impunidad?
Cuando hay quejas internas, el proceso da una impresión de imparcialidad, pero la mayoría de las y los agentes de policía salen de situaciones así sin dejar pelos en la gatera. Derek Chauvin puede haber sido un policía agresivo, pero precisamente por eso fue visto como un buen policía. Lo que estaba haciendo correspondía al estado mental de la policía, que no cede nunca y utiliza la fuerza bruta. La policía es formada así. Desafortunadamente, que se despida a quienes mataron a George Floyd no hará nada para evitar que esto vuelva a suceder. Incluso si son condenados a la pena de muerte, la violencia continuará, porque parece necesaria, como en una guerra. La única forma de detenerla es poner fin a la guerra.
–¿Qué papel juega el racismo en esta guerra policial?
Es a la vez una causa y una consecuencia de la estructura social. La mayoría de los agentes de policía han vivido toda su vida en una sociedad donde la mayoría de las acciones policiales se dirigen a personas negras. Esto produce prejuicios a la vez que los fortalece. Lo vemos en las redes sociales ahora, cuando hay policías que dicen: «Teníamos razón. Los manifestantes son solo saqueadores, en realidad no protestan por Floyd, sino porque son delincuentes codiciosos».
-Después de los disturbios de Ferguson en 2014, se lanzaron varias iniciativas (que llevaran cámara de vídeo que grabaran sus intervenciones, entrenamiento para combatir los prejuicios), pero sin mucho efecto y la policía continúa matando a mil personas cada año. ¿Por qué?
Porque la policía nunca ha cambiado. Dijeron: «Vamos a ser más amables, pero de todos modos somos la policía». Nunca cambiaron la visión de su misión. Pueden tener mejor entrenamiento, aprender a realizar arrestos de una manera menos violenta, no odiar a las personas de color. Pero es como si en el fútbol americano, para reducir la cantidad de lesiones, propusiéramos entrenar mejor a los jugadores. Cuando la brutalidad está en la naturaleza misma del juego. Mientras no abandonemos la idea de que el trabajo de la policía es hacer cumplir la ley, nada cambiará. La policía solo será más amable y tendrá menos probabilidades de matar a alguien, cuando sea recompensada por algo más que por encerrar a las personas.
-Otra solución es reclutar más agentes con origen en las minorías. Pero los estudios han demostrado que no ha resuelto nada…
Cuando te conviertes en un oficial de policía, te conviertes en uno de ellos, compartes su estado mental. Juegas el mismo juego para ganar puntos y hacer carrera. Y terminas con la misma mentalidad. En los últimos cinco años, la policía ha matado a más de 5.000 personas en todo el país, en su mayoría hombres no blancos y desarmados. Las y los policías que dispararon eran a menudo afroamericanos. No es racismo, interiorizaron las reglas del juego.
-En Minneapolis, el 92% de la policía vive en otra ciudad, como Derek Chauvin. ¿Cómo contribuye esto a la desconexión entre la población y la policía?
En los años 80 y 90, cuando era oficial de policía, teníamos la obligación de vivir en la ciudad en la que trabajábamos. Los sindicatos policiales negociaron con éxito que las y los oficiales pudieran residir en otro lugar, argumentando que resultaban vulnerables al vivir demasiado cerca de los barrios en los que patrullaban y arrestaban a las personas. Pero no necesariamente sería un problema si el lema no fuera un mantenimiento del orden por la fuerza, y la policía fuera vista como un apoyo a la comunidad, no como algo extraño, extranjero, enemigo.
* James Nolan es profesor de sociología en la Universidad de West Virginia, ex agente de policía y agente del FBI. Entrevista publicada en Libération, 1-6-2020.