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Estado Español: PP y Ciudadanos preparan nuevos recortes y ataques a nuestros derechos

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¡Unidos-Podemos debe llamar a la movilización!

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El rechazo a la investidura de Rajoy en el Parlamento ha vuelto a señalar las enormes dificultades de la clase dominante en esta nueva etapa política. Urdir un nuevo gobierno que cuente con los apoyos y la estabilidad que se necesita para acometer otra oleada de recortes y ataques a los derechos sociales no va ser tan sencillo. El respaldo de Albert Rivera al PP no es suficiente para evitar la vuelta a las urnas.

Como señalamos en el editorial del pasado mes de agosto, los resultados del 26J marcaron tendencias contradictorias. El hecho de que Unidos Podemos no lograse superar en escaños al PSOE, y que la suma de parlamentarios del PP y de Cs fuera ligeramente superior que en las elecciones del 20 de diciembre anterior, alejaba la posibilidad de un gobierno de izquierdas que revertiera la pesadilla en la que hemos vivido desde 2011. Al mismo tiempo, las candidaturas encabezadas por Podemos e Izquierda Unida cosecharon más de cinco millones de votos, expresión de la enorme fuerza de la clase trabajadora y la juventud. Una fuerza más que suficiente para derrotar a la derecha sacando las lecciones de los errores pasados.

La estrategia de la burguesía

El pacto entre el PP y Cs no ha hecho sino confirmar lo que todo el mundo sabía: que el partido de Albert Rivera no es más que un chiringuito político del Ibex 35 para asegurar la continuidad de las políticas procapitalistas, sean aplicadas por el PP o por la dirección del PSOE. La cuestión de fondo no es este hecho esperado, sino que la aritmética parlamentaria sigue sin cuadrar, por el momento, para que Rajoy y el PP puedan formar gobierno. Y ahí entra en juego la socialdemocracia, atrapada en un mar de contradicciones y llena de zozobra por una crisis que está muy lejos de ser resuelta.

El partido de Pedro Sánchez recibió un duro varapalo el 26J, aunque como las encuestas le pronosticaban uno mucho mayor la sensación fue de alivio forzado. Ahora, no pueden desdecirse fácilmente de sus eslóganes de campaña y facilitar rápidamente el gobierno a Rajoy. Eso significaría rodar por el camino de la Pasokización a mayor velocidad. Pero el que en estos primeros compases de la legislatura no quieran dar muestras tan descaradas de debilidad, no quiere decir que al final no se vean obligados a entrar por el aro.

Si Pedro Sánchez y el aparato socialista tuvieran tan claro que no van a dejar gobernar al PP, no habrían actuado como lo hicieron hace meses pactando con Ciudadanos. Incluso después del 26J habrían declarado con rotundidad su determinación para conformar una mayoría de gobierno a la izquierda. Pero nada de eso ha sucedido. Los dirigentes del PSOE han recrudecido sus ataques contra Unidos Podemos y, sólo después de que Rajoy fuera rechazado en el Parlamento, han declarado que volverán a dialogar con Cs y Unidos Podemos para intentar una mayoría. Pero ¿acaso esta vía no naufragó ya en el mes de mayo? Insistir en un gobierno sostenido por Ciudadanos y las confluencias de la izquierda es un absoluto fraude, una burda excusa que refleja la entrega completa del aparato socialista a la burguesía. Tal salida no es posible, salvo que Unidos Podemos abandone todo lo que ha defendido y apoye un gobierno de coalición entre el PSOE y el Partido de Albert Rivera. Más que nada, la maniobra propagandística de Pedro Sánchez suena a preparar el terreno para facilitar la conformación de un gobierno de la derecha, una vez que “fracase” en sus intentos de “dialogo”.

La clase dominante está impacientándose por una situación que puede degenerar y abocar, al menos teóricamente, a unas terceras elecciones. Por eso va a poner toda la carne en el asador con el fin de evitarlas. En primer lugar, está activando a sus voceros mediáticos para ablandar las resistencias del PP a ofrecer alguna compensación al PSOE que facilite su abstención. La designación del ex Ministro Soria como representante español en el Banco Mundial ha sido muy criticada por los medios de la derecha, y no es para menos. Rajoy vuelve a rescatar a un representante de lo más granado de la corrupción y lo premia políticamente. Una píldora difícil de tragar, a pocos días de haber firmado un pacto con Albert Rivera dónde la supuesta “regeneración política” y la lucha contra la corrupción se presentaban como notas destacadas.

Tal como están las cosas, la presión sobre el PP para buscar otro candidato alternativo que no sea Rajoy va a arreciar en los próximos días. Esta es la idea que ha lanzado Rivera y que secunda activamente el diario El País, y es también la exigencia de Felipe González y de otros barones socialistas, que no quieren oír hablar de terceras elecciones. Por supuesto, esta solución facilitaría las cosas pero no es una condición sine qua non. Ya hay una mayoría de líderes territoriales socialistas del PSOE que están advirtiendo de que el NO a Rajoy era válido hasta el 2 de septiembre (cuando se produjo la segunda negativa a su investidura); a partir de ese momento, la exigencia de un Comité Federal para principios de octubre, y “valorar” sobriamente la situación, es decir, facilitar un gobierno del PP evitando unas nuevas elecciones, retumbará. La forma de presentar esta capitulación ya está diseñada: será en “interés de España” y de los “españoles”.

Además hay otros factores de peso que empujan en esta dirección. Si la dirección del PSOE no quiere un gobierno alternativo basado en la alianza con Unidos Podemos, la convocatoria de nuevas elecciones no va a cambiar el escenario. Al contrario, de producirse esta situación, que no se puede descartar en teoría, la crisis del PSOE se profundizará y el aparato socialista difícilmente soportaría la presión combinada de la clase dominante —tanto nacional como internacional— y de sus barones regionales. Los editoriales de El País, The New York Times o Financial Times en los que se critica con dureza las vacilaciones de Pedro Sánchez y su falta de “sentido de Estado”, se multiplicarían a la enésima potencia.

Unidos Podemos debe llamar a la movilización

Unidos Podemos tiene una enorme responsabilidad para romper con el actual impasse. ¿Cómo? Abandonando el cretinismo parlamentario y apoyándose en lo que es su fuerza natural, la lucha en las calles. Lo hemos dicho hasta la saciedad y lo seguiremos diciendo: no son los discursos brillantes, ni las citas agudas, ni la retórica elocuente, lo que va a doblegar la voluntad de los capitalistas. Si el acuerdo PP-Cs cristaliza finalmente en la conformación de un gobierno, por más endeble e inestable que éste sea, la agenda que llevará a cabo está muy clara: poner en marcha una nueva tanda de recortes brutales (10.000 millones de euros tal como la UE ha exigido), que afectarán directamente a la sanidad y la educación pública, a las pensiones, a la cobertura del desempleo y al conjunto de los derechos sociales.

No hay más ciego que el que no quiere ver. Cuando los dirigentes de Podemos, haciendo balance de los resultados del 26J, insistieron en profundizar su planteamiento socialdemócrata, en aparcar la movilización de masas, y declararon por todas las esquinas que se centrarían en una “eficaz labor parlamentaria”, entendían al revés lo ocurrido. Mucho cuidado con el parlamentarismo burgués. Si la dirección de Podemos juega a ocupar el espacio de la socialdemocracia recurriendo a los hábitos podridos de la política burguesa, se puede encontrar con un resultado no esperado: que quien se beneficie sea precisamente el original y no la fotocopia.

Es necesario que tanto la dirección de Podemos como Izquierda Unida, especialmente Garzón y su nuevo equipo, entiendan que necesitamos volver a levantar la bandera de la lucha social con más fuerza y energía si queremos derrotar el pacto PP-Cs y a un futuro gobierno de la derecha. El escenario de desmovilización sólo favorece la estrategia de la burguesía. Para enfrentar las consecuencias de la crisis económica, el crecimiento del desempleo y la precariedad, la aplicación de la LOMCE, la deriva autoritaria y antidemocrática que criminaliza la protesta y socava nuestros derechos, sólo hay un camino: la organización, la movilización, y la defensa de un programa socialista consecuente.

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