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Estado Español: Pedro Sánchez dimite, pero los golpistas se desenmascaran

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Militantes del PSOE protestan fuera de la sede en Madrid, oponiéndose a los golpistas

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La crisis del PSOE se agudiza

El pasado 1 de octubre un tormentoso y caótico Comité Federal desautorizó, por pocos votos de diferencia, a Pedro Sánchez forzándolo a dimitir de la secretaria general. Días después de este resultado, lejos de asistir a un ambiente de euforia y confianza por el supuesto “triunfo” de los golpistas, la incertidumbre es la nota dominante. Ninguna de las cuestiones esenciales en disputa se ha resuelto y la ruptura interna del Partido se agudiza, marcando otro jalón en la sacudida que sufre el régimen capitalista español.

La pírrica victoria alcanzada por los golpistas, agrupados tras Felipe González, Susana Díaz y los barones territoriales, no deja de reflejar el cambio que ha sufrido la correlación de fuerzas entre las clases. Esta brutal maniobra para imponer la abstención del grupo parlamentario del PSOE e investir a Rajoy, planificada y decidida desde la oligarquía financiera y las grandes empresas, ha cosechado el rechazo rotundo de la inmensa mayoría de la base y los votantes socialistas.

No se ha demostrado fuerza sino una gran debilidad

Lo más significativo es que el sector abiertamente burgués del PSOE se encuentra ahora en una posición muy delicada. Su furia para acabar con Pedro Sánchez les ha situado abiertamente en el campo del PP. Todas las caretas se han caído, toda la charlatanería demagógica de los llamados “barones territoriales” ha quedado al descubierto. Cuando estas señoras y señores hablan de “pensar en España” de lo último que se acuerdan es de los millones de parados, de las miles de familias que han sido desahuciadas, o de la juventud excluida y forzada a la emigración económica; les trae sin cuidado los millones de hogares sin ingresos, o que los trabajadores nos quedemos sin derechos básicos, que privaticen y degraden la sanidad y la educación pública de nuestros hijos. A estos políticos al servicio de la clase dominante con carné socialista, sólo les mueve garantizar la estabilidad política para que el PP pueda seguir acometiendo la agenda de recortes y austeridad exigida por los capitalistas nacionales y europeos.

Pero la situación ahora se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para la burguesía y sus mayordomos en el PSOE. De hecho, la cosa tiene tintes bufonescos. Las declaraciones de muchos de los golpistas, como el Presidente de Castilla-La Mancha, García Paje, o el de Aragón y Valencia, afirmando que no hay cambios en el no a Rajoy, son un chiste. Como ha respondido Albert Rivera riéndose abiertamente de ellos: “Imagino que el PSOE no ha montado todo esto para seguir haciendo lo mismo que Sánchez”. Sí, es muy cómico, pero en última instancia demuestra las dificultades de los golpistas para justificar su abstención y la convicción de que una decisión semejante los puede llevar al abismo.

Si la Gestora nombrada por los golpistas decide que el Comité Federal apruebe la abstención a Rajoy, hurtando a la militancia el derecho a decidir, la crisis no hará más que agudizarse. Si ese es el camino por el que optan no se puede descartar que un sector de los parlamentarios del PSOE rompa la disciplina y voten no a Rajoy. Pero más allá de si el grupo parlamentario se fractura o no, una investidura de Rajoy con ese tipo de apoyos marcaría al gobierno del PP con el signo de la ilegitimidad y el fraude, algo que no casa con la estabilidad política que la burguesía necesita para acometer su plan.

Esta opción lógicamente evitaría la convocatoria de unas terceras elecciones generales, pero la resultante sería un gobierno todavía más débil, cuestionado ampliamente por la militancia del PSOE, y que se enfrentaría tarde o temprano a la movilización de masas. Además, la clase dominante perdería, de manera definitiva, un factor que ha sido fundamental en la estabilidad capitalista durante estos cuarenta años: un PSOE unido con capacidad para controlar y frenar al movimiento obrero.

En el momento de escribir este artículo es difícil establecer una perspectiva cerrada. Evitar unas terceras elecciones no sólo requiere de la abstención de una parte de los parlamentarios socialistas. Como ya han señalado desde el PP, es necesario un compromiso para asegurar la estabilidad de la legislatura y que los recortes a los que la UE apremia con urgencia puedan salir adelante en el parlamento. Todo esto requiere el apoyo del PSOE. Por tanto no se trata sólo de una abstención, sino de respaldar la agenda política reaccionaria de la derecha, lo que en la práctica sería una forma indirecta de Gran Coalición, al estilo de los gobiernos de Unidad Nacional en Alemania (SPD y CDU) o Grecia (Nueva democracia y PASOK).

En estas condiciones tan frágiles tampoco se puede descartar que finalmente se celebren unas terceras elecciones en diciembre. Es obvio que la burguesía española aborrece esta opción, igual que la Comisión Europea. Esta solución implica posponer muchas decisiones de calado al menos otros seis meses. Ahora bien, si el tiempo en política es muy importante lo decisivo para la burguesía son sus intereses estratégicos. Por eso cada vez suenan con más fuerza voces favorables a celebrar elecciones el 18 de diciembre e intentar una mayoría más clara de la derecha, con más escaños para el PP, y rematar a PSOE que cosecharía el mayor descalabro electoral de su historia. Pero esta opción es pan para hoy y hambre para mañana.

Pase lo que pase han empujado al Partido Socialista a una pasokización acelerada, que puede ser aprovechada por Podemos para lograr el sorpasso definitivo, y a una ruptura interna que podría acabar en escisión.

La socialdemocracia en crisis, un fenómeno global

El trasfondo de todo este asunto es la crisis de la socialdemocracia española —en sintonía con la del resto de Europa— como resultado de su fusión con la clase dominante. El hecho de que el PSOE haya arrastrado derrotas contundentes desde 2011, iniciadas bajo mandato de Rodríguez Zapatero y continuadas bajo la dirección de Pérez Rubalcaba, parece que no tiene cabida en los análisis de los tertulianos y editorialistas de los grandes medios capitalistas.

El respaldo a la austeridad, los recortes y las reformas constitucionales para beneficio exclusivo a la banca, el apoyo nauseabundo al nacionalismo españolista o la insistencia en presentarse como campeones de la gobernabilidad capitalista, han colocado claramente al PSOE en el lado derecho de la foto. La irrupción de Podemos y que haya ganado la mitad de la base electoral socialista, es un claro indicativo de las tendencias fundamentales que explican esta crisis agónica. Hay un giro a la izquierda entre la clase obrera y la juventud que se expresó en una movilización social extraordinaria, cuyos antecedentes más cercanos hay que buscarlos en las grandes luchas contra la dictadura franquista de los años setenta. Por supuesto, este es un libro cerrado con siete candados para los sesudos editorialistas de El País, y para muchos de los dirigentes reformistas de la izquierda. Pero la verdad es concreta. En el 15M, pasando por las huelgas generales, las Marchas de la Dignidad, la Marea Verde y Blanca, las grandes movilizaciones estudiantiles, el levantamiento de Gamonal, o las masivas manifestaciones a favor del derecho a decidir en Catalunya… millones de trabajadores, desempleados, precarios, jóvenes y sectores amplios de las capas medias empobrecidas han dado la espalda al PSOE.

Este es el factor decisivo de la lucha de clases que explica la crudeza, y la naturaleza, de la actual crisis que desgarra al PSOE. Es el impacto de la lucha de masas, del giro social a la izquierda, del surgimiento de una fuerza política como Podemos, lo que ha colocado al Partido Socialista ante una disyuntiva histórica: seguir el camino del PASOK en Grecia, hasta convertirse en una fuerza irrelevante subsidiaria de la derecha política, o romper con su sometimiento a la burguesía y emprender el camino de la regeneración como una fuerza de la izquierda que lucha.

La posibilidad de tomar el segundo camino es harto complicada como están demostrando los acontecimientos. La fusión del aparato del PSOE, tanto de su dirección federal como de sus estructuras territoriales, con los intereses de la oligarquía ha llegado muy lejos. De ahí deriva su falta de credibilidad y que haya sufrido el sorpasso en Catalunya, en Euskadi, en Navarra, en País Valencia, en Madrid, en Galicia, en Canarias… y tremendos varapalos en las principales ciudades del Estado.

Los errores garrafales después de las elecciones del 20 de diciembre han conducido también a la actual situación. La decisión de Pedro Sánchez de apoyarse en Ciudadanos para ser nombrado Presidente del Gobierno —mediante un pacto continuista con la política de recortes y austeridad—, fracasó miserablemente ante el rechazo frontal del aparato del PP, y la más que justificada negativa de Podemos e Izquierda Unida. ¿Acaso tenía ese pacto con el PP 2.0 algo que ver con un auténtico gobierno del cambio? La estrategia de Pedro Sánchez demostró ser un completo fraude, un camino que llevaba directamente a una nueva fase crítica para el Partido.

Es la lucha de clases

La imposibilidad de lograr un gobierno tras las elecciones de diciembre reflejaba la profundidad de la crisis del régimen capitalista español. Décadas de alternancia entre el PSOE y el PP han saltado por los aires, y la inestabilidad crónica se ha instalado en la vida “parlamentaria”, removiendo ese charco pestilente de charlatanería donde los embaucadores y arribistas hacen su agosto con impunidad.

Tras las elecciones del 26J, las cuentas tampoco salen. Como hemos explicado en otros materiales, la ausencia de una movilización social contundente y sostenida contra la derecha (cuya paternidad corresponde fundamentalmente a las direcciones de Podemos y de CCOO y UGT), fue determinante para un ligero desplazamiento electoral hacia la derecha, exactamente como ha pasado ahora en las elecciones vascas y gallegas. Pero este desplazamiento sigue siendo muy frágil y está determinado por la desmovilización electoral de sectores de trabajadores y jóvenes desencantados con las vacilaciones y ambigüedades, es decir, con la deriva socialdemócrata, de los dirigentes de Podemos, concretada en la frustración por su gestión en las grandes ciudades y su renuncia a retomar la movilización social.

Después del 26J, las perspectivas para formar gobierno parecían más o menos despejadas, en cuanto se daba por supuesto que el PSOE se abstendría finalmente en un determinado momento para facilitar la investidura de Rajoy. Todas las presiones desde el minuto uno se han dirigido sobre Pedro Sánchez para obligarle a entrar por el aro. Los grandes medios de comunicación capitalista, todos y de manera unánime, se han intercambiado titulares y han escrito editoriales a cual más salvaje para aplastar cualquier veleidad de mantener un no. La burguesía, además, se frotaba las manos al ver la actitud de los dirigentes de CCOO y UGT, más deseosos que nadie de acabar con esta situación de “interinidad”. Pero sobre todo, los grandes capitalistas contaban dentro del PSOE con mayordomos sumisos y dispuestos a hacer el trabajo sucio por el “bien de España y del Partido”.

Felipe González simboliza mejor que nadie la estrecha compenetración de numerosos dirigentes del PSOE con los intereses de la burguesía. El dio la señal para comenzar un ataque que se ha urdido a la luz pública, y que han completado Susana Díaz, Emiliano García Paje, Fernández Vara, Javier Fernández o Ximo Puig…Desde tierra, mar y aire el bombardeo ha sido incesante, convirtiendo a Pedro Sánchez en el “enemigo número uno” que impide la gobernabilidad de España. En las palabras de El País, “un insensato sin escrúpulos” que debía ser eliminado por el bien de todos.

Ante esta campaña insidiosa contra el que otrora fuera calificado como un “gran dirigente, moderado y sensato”, no es de extrañar que muchas simpatías se movilicen en apoyo a Sánchez. Pero la cuestión no es sentimental, sino política, y por eso mismo necesitamos responder concretamente a algunas preguntas. ¿Porque Pedro Sánchez ha emprendido este camino? ¿Porque ha desafiado a Felipe González y los barones territoriales? ¿Hasta dónde puede llegar este enfrentamiento?

La resistencia de Pedro Sánchez a este asalto tiene, sin duda alguna, motivaciones burocráticas, es decir, de supervivencia política como líder del Partido. Pedro Sánchez tiene un abundante expediente de apoyar medidas neoliberales en el pasado, además de salir en defensa del “honor” de Felipe González, que le ha pagado su gesto con una puñalada por la espalda. Pero no sólo existen motivaciones burocráticas. La pugna expresa también presiones de clase antagónicas, aunque sea de manera distorsionada. Las de la burguesía —que moviliza todos sus recursos de dentro y de fuera del Partido— y las de un amplio sector de la militancia y de la base electoral, que a su vez están reflejando lo que piensan millones de trabajadores y jóvenes: que el PSOE no puede permitir un gobierno del PP, que debe girar a la izquierda romper con su subordinación a la burguesía y volver a recuperar un programa socialista que hace décadas abandonó. Las concentraciones de cientos de militantes socialistas ante la sede madrileña de Ferraz, o en las sedes del Partido en Valencia, los gritos a favor de Pedro Sánchez y contra los golpistas, los miles de mensajes en las redes sociales contra los barones territoriales, son más que un síntoma.

Está todavía por ver el alcance de la lucha desatada, y hasta dónde está dispuesto a llegar Pedro Sánchez. Su llamamiento a que sea la militancia la que decida sobre la abstención o el no a Rajoy, o su decisión de mantener que un no es un no y dimitir, ha concitado la simpatía de muchos. Pero si quiere ganar esta batalla, si quiere derrotar este golpe de Estado y recuperar al PSOE como una fuerza real de la izquierda, sólo tiene un camino: movilizar a la militancia, localidad por localidad, provincia por provincia, levantando un programa político de izquierdas contra los recortes y la austeridad, a favor de la alianza con Unidos Podemos y del derecho a decidir.

La dinámica de un enfrentamiento de esta naturaleza es difícil de prever. ¿Podría acabar en una escisión, como ocurrió con Oskar Lafontaine en Alemania y Melénchon en Francia? ¿Podría producirse una salida en cascada de dirigentes del PSOE hacia Podemos, como pasó con cuadros dirigentes del PASOK que se integraron en Syriza? ¿Podría darse un proceso semejante al de Corbyn, con Pedro Sánchez imponiéndose como dirigente, y forzando una escisión por la derecha? ¿Podría producirse un abandono de Pedro Sánchez, o un acuerdo con los golpistas, y su inevitable derrota?

Todas las posibilidades están abiertas, pero después del Comité Federal y de conocer las primeras decisiones de la Comisión Gestora es evidente que el enfrentamiento ha llegado muy lejos. Lo que está claro es que esta ruptura interna buscará expresarse, como ya lo esta haciendo incipientemente, en términos políticos. No es ninguna casualidad que la crisis del PSOE explote paralelamente a la gran sacudida que está atravesando la dirección de Podemos, con la pugna entre el sector de Errejón y de Pablo Iglesias. En este caso, las divergencias también reflejan presiones de clase antagónicas.

El desarrollo de un ala de izquierdas dentro del PSOE sería una gran noticia. Pero todavía es prematuro para asegurar que tal proceso vaya a tener lugar. En cualquier caso todos estos acontecimientos ponen sobre la mesa la necesidad de la organización y de la lucha, de construir una fuerte organización de masas armada con las ideas del marxismo revolucionario, basada en la movilización de la clase obrera y la juventud para transformar la sociedad y acabar con la dictadura del capital. Esta es la tarea a la que nos enfrentamos y en ella ponemos todo nuestro empeño desde Izquierda Revolucionaria.

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