
Un nuevo escándalo sacude a las Fuerzas Armadas de Chile: cinco funcionarios activos de la Fuerza Aérea (FACh) fueron detenidos el 5 de julio al intentar transportar 4,7 kilos de cocaína en un vuelo institucional entre Iquique y Santiago.
Nota: Diario La Humanidad – Alfonso Ossandón – Corresponsalía Milano- Italia
Este caso no es aislado: se suma a una serie de incidentes recientes que involucran a efectivos del Ejército y Carabineros en operaciones narco.
Pero ahora, fuentes de inteligencia no alineadas con Estados Unidos advierten que hay algo más profundo: una red transnacional de tráfico de drogas operando con apoyo logístico desde dentro del aparato militar, bajo la sombra de la DEA y con entrenamiento estadounidense como punto de partida.
La ministra de Defensa, Adriana Delpiano, buscó contener el impacto del caso señalando que se trata de hechos individuales sin respaldo institucional. Sin embargo, la opinión pública comienza a cuestionar esa narrativa, especialmente tras la seguidilla de escándalos que incluyen, solo el mes pasado, la detención de oficiales del Ejército involucrados en el transporte de más de 160 kilos de cocaína y armamento de guerra, en lo que la Fiscalía calificó como una “estructura criminal interna”.
Pero el caso más inquietante —y hasta ahora minimizado por las autoridades— ocurrió hace casi una década y nunca fue completamente esclarecido: un contenedor militar chileno enviado a Suiza, interceptado en octubre de 2015 con cocaína en su interior.
El contenedor militar chileno con cocaína en Suiza
El 28 de octubre de 2015, aduanas suizas detectaron cocaína al inspeccionar un contenedor perteneciente al Ejército de Chile que había sido enviado a la empresa suiza Mowag GmbH, filial de General Dynamics. La carga oficial era equipamiento militar y herramientas destinadas a mantenimiento de vehículos blindados.
Al descubrir la droga, las autoridades suizas informaron de inmediato al gobierno chileno. El Ejército sostuvo que los sellos del contenedor habían sido violados durante su tránsito en el puerto del Callao, Perú, lo que habría permitido introducir la droga en territorio extranjero. Sin embargo, nunca se presentó una prueba concluyente de esa versión. Las investigaciones internas del Ejército chileno no arrojaron culpables, y el caso se cerró sin mayor resonancia mediática ni consecuencias diplomáticas.
Hoy, a la luz de nuevos hechos, ese incidente parece menos un accidente aislado y más un síntoma temprano de una red oculta en crecimiento.
El patrón: entrenamiento en EE.UU. y operaciones encubiertas
Según informes de inteligencia provenientes de América Latina, África y Eurasia —que no están alineados con agencias occidentales— la DEA y sectores de la CIA estarían utilizando a personal militar y policial latinoamericano entrenado en EE.UU. para operaciones de tráfico transnacional de estupefacientes, amparadas bajo el discurso de la “guerra contra las drogas”.
Los oficiales chilenos implicados en los casos más recientes habrían pasado por programas de formación en academias estadounidenses como el WHINSEC (Western Hemisphere Institute for Security Cooperation), sucesora de la tristemente célebre Escuela de las Américas, conocida por formar a cuadros represores en América Latina durante la Guerra Fría.
Estos centros de entrenamiento, lejos de estar orientados exclusivamente a misiones de paz o defensa hemisférica, han sido señalados por diversas investigaciones independientes como espacios donde se recluta personal para operaciones encubiertas al margen del derecho internacional, incluyendo vigilancia doméstica, apoyo logístico a grupos paramilitares e incluso facilitación de rutas del narcotráfico.
El legado Oliver North: drogas, inteligencia y manipulación geopolítica
El vínculo entre la DEA, la CIA y el narcotráfico no es nuevo. En los años 80, el entonces teniente coronel Oliver North organizó una red clandestina de financiamiento para los Contras nicaragüenses, facilitando el ingreso de cocaína a EE.UU. a cambio de dinero y armas, como parte del escándalo conocido como Irán-Contra. Documentos desclasificados y testimonios ante el Congreso demostraron que sectores de la inteligencia estadounidense permitieron e incluso coordinaron vuelos cargados de droga hacia California, mientras el mismo gobierno afirmaba combatir al narcotráfico.
Hoy, ese modelo parece haberse actualizado: militares latinoamericanos de bajo y mediano rango, con entrenamiento en EE.UU., funcionarían como piezas logísticas en una red mucho más amplia, que combina inteligencia, intervención geopolítica y narcotráfico como fuente de financiación informal.

¿Y Chile?
Con tres casos relevantes en solo un mes —un contenedor militar con cocaína en Europa (2015), oficiales del Ejército con 160 kg de droga (junio 2025) y cinco miembros de la FACh intentando traficar en un vuelo oficial (julio 2025)— la hipótesis de una estructura interna conectada a redes internacionales ya no parece descabellada.
Diversos actores en Chile, desde organizaciones de derechos humanos hasta exmilitares en retiro, están exigiendo:
Una investigación autónoma e internacional que examine todos los convenios entre Chile y agencias como la DEA.
Una auditoría completa de los oficiales entrenados en EE.UU. en los últimos 20 años.
La creación de una unidad especial anticorrupción en las FFAA, independiente del mando militar tradicional.
Revisión inmediata de todos los cargamentos enviados al extranjero por las ramas armadas.
Chile, considerado durante años como un país con instituciones profesionales y aislado del crimen organizado que azota a otros vecinos, podría estar enfrentando una infiltración silenciosa desde dentro de su estructura militar.
Y lo que comenzó como un incidente en una pista aérea de Iquique puede convertirse en un escándalo geopolítico de escala continental.
Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / archivos: Roma/ Londres / Amsterdam/ Antwerpen/ © Diario La Humanidad
Por corresponsales Investigative Feature – Julio 2025