por Patricio Guzmán S.
La clase dominante y la casta de políticos atrincherados en el Congreso, se prepara para desconocer la voluntad popular expresada en el plebiscito de salida de la nueva constitución, cualquiera sea su resultado.
Eso es lo que significa el lema que han popularizado de «Aprobar para Reformar» ó «Rechazar para reformar». Quieren reformar involutivamente desde el Congreso, que ahora tiene una composición más reaccionaria, para eso incluso la derecha que siempre se opuso a rebajar los quórums supra mayoritarios de dos tercios ahora promueve quórums menores de cuatro séptimos.
Cuando votamos en el plebiscito de entrada, el resultado muy mayoritario fue a favor de una nueva constitución, redactada no por el Congreso sino por convencionales constituyentes elegidos todos por elección universal.
El acuerdo del congreso del 15 de noviembre de 2019, que acordó cambios constitucionales para permitir el proceso constituyente en el que nos encontramos, pero con muchas limitaciones como los quórums muy altos de dos tercios para aprobar cualquier artículo, o la imposibilidad de discutir y modificar tratados internacionales. En resumen tuvimos una Convención Constitucional con soberanía limitada. Sin embargo, las cosas no salieron del todo como esperaba la clase dominante y los políticos a su servicio, para empezar contra lo que esperaban no consiguieron elegir un tercio de convencionales como habían diseñado para bloquear cualquier artículo que pusiera fin a sus privilegios extremos.
Es cierto que quedaron fuera de la nueva constitución muchas aspiraciones populares como la recuperación del cobre, del oro y el litio. Sin embargo, en la nueva constitución quedaron incorporados derechos sociales, laborales, de la naturaleza y el reconocimiento del carácter plurinacional de los pueblos que habitan Chile. Que estén en la Constitución los derechos a la salud, a la vivienda, a la educación, a la previsión, a la recreación y la cultura no significa que estén garantizados porque para ello es necesario que se legislen las leyes correspondientes y que se cuente con los recursos para financiar esos derechos. Nos quedará un camino largo hacia adelante. Aprobar la nueva Constitución no es el punto de llegada sino de partida de la lucha para realizar en la práctica esos derechos, que libraremos en mejores condiciones cuando dejemos atrás la Constitución neoliberal de Pinochet y Lagos.
Estamos ante un cambio de época, la revuelta popular de octubre de 2019 sepultó la larga noche que comenzó con el golpe de Estado de 1973, nada volverá ser como antes.
No aceptaremos que desconozcan la soberanía popular expresada en las urnas, y que señaló fuerte y claro que no son los políticos del Congreso los que pueden redactar la nueva constitución, ni desconocer los resultados del plebiscito.
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