por Rómulo Pardo Silva
El electorado chileno debe concurrir en forma obligatoria el 17 de diciembre a aprobar o rechazar un nuevo texto de constitución.
Fue redactado por candidatos elegidos que presentaron los partidos políticos y por expertos nombrados directamente por sus diputados y senadores.
El trabajo se hizo bajo las normas y límites fijados en el acuerdo político que lo permitió.
En la elección de consejeros constitucionales ganaron los defensores más violentos de la estructura de poder.
Cualquiera sea el resultado ese día la constitución chilena seguirá siendo el estado para los oligarcas internos y externos.
Si el nuevo texto conservador no se aprueba se mantiene el de los golpistas de 1973 con modificaciones aceptadas a los políticos de la nueva derecha.
Durante años grupos políticos y movimientos sociales por el cambio de modelo en lugar de impulsar determinadas reformas pidieron una nueva constitución sin tener la fuerza política para definir sus contenidos.
Hoy pueden ser responsables de que lo que antes fue impuesto ahora tenga una aprobación popular limpia en las urnas.
En Chile el gobierno real lo tienen los grandes propietarios y ese debió ser el objetivo central de una campaña ideológica.
La constitución para ellos es un medio prescindible, el decisivo es su poder sobre la propiedad.
Cuando el gobierno de Allende se apoyó en el texto ellos simplemente lo rompieron.
Hoy discutir artículo por artículo comparando las dos formas constitucionales es no contrastar el orden patronal con un modelo de sociedad sostenible y solidaria.
El objetivo en Chile de las fuerzas minoritarias por el cambio económico ecológico político debe ser primero un largo proceso de fortalecimiento en la base porque no se trata de redactar sino de dejar en el pasado la civilización de los dueños.
Constitucionalizar lo nuevo es posterior.
Es posible que pocos se hayan dedicado, como se necesita, a proponer, discutir, difundir, la idea de un nuevo orden nacional y mundial socializado.
No había ni habrá respaldo ciudadano para enfrentar el poder de los magnates si no se empiezan a tejer las organizaciones.
Las constituciones las escriben los que de verdad mandan.