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EL PROYECTO SOCIALISTA FRENTE A LA CRISIS INSTITUCIONAL CHILENA

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Marco González

Por más que aturdan a la gente con lana de ovillo largo, no se pueden ocultar hoy que la clase dirigente empresarial, ocupa el Estado para gestión de persecución selectiva de dirigentes, buscando “aniquilar al enemigo”. Esa es la esencia del estado capitalista, que en Chile tiene una estudiada escuela de persecución militar, como de prácticas dictatoriales que se dirigen a la eliminación o control físico de dirigentes anticapitalistas.

En el Estado, silenciosamente además desmantela direcciones de servicios ecosociales, de la mujer y de gobernanza social. Han habido decenas de despidos en TVN, y se registraron ataques de civiles con intento de secuestro a un dirigente portuario. Ayer Catrillanka y antes un dirigente de la vanguardia de Quintero, Alejandro Castro fueron asesinados. Incluso luego de las muertes el mismo gobierno condena los hechos, y sin embargo siguen ocurriendo. En Chile operan comandos entrenados para matar, con hechos probablemente de lesa humanidad.

Estos hechos delictuales, marcan un antes y un después en el debate sobre el control de clase del Estado por la vía violenta.

En las redes socialistas, a su turno, una nutrida agenda política, social y académica, profundiza desde hace dos o tres años, en temáticas marxistas, dando continuidad a una poderosa e intensa red de producción intelectual, poniendo como telón de fondo, la salida a la crisis capitalista.

En Chile  se vive una profunda descomposición del poder burgués. Sus principales pilares están degradados y avergüenzan a la nación. La propia dirección liberal del gobierno derechista golpea hoy a las FFAA, quitándoles la ley del cobre y los gastos reservados. Chadwick se ha querellado contra los asesinos de Catrillanka, una cuenta sólo entendible en que Piñera comprendió que las familias forestales, en conflicto, estén detrás de ello .

Piñera a diferencia que Maduro o la Kirchner, pretende legitimarse como persecutor del crimen incluso dentro del Estado. Por ello se solaza en atacar a Maduro. Junto a Macri y seguro ahora Bolsonaro, se visten de adalides de los DDHH, mientras siniestras muertes selectivas ocurren bajo sus poderes.

El régimen en Chile está en crisis, por corrupción y mata selectivamente. La burguesía tiene declarada una guerra, y se debe ser por ahora explícitos, es su guerra, no la nuestra. Hoy nosotros por más ganas que tuviéramos por cobrar cada muerte, sin embargo sólo podemos llorarlas, esa es nuestra realidad.

Nos volvemos sin embargo fuertes en este dolor. Y sabemos que se trata de maniobras de última ratio dentro de una crisis intensa y terminal del capitalismo. Una sociedad que no tiene seguridades elementales en la verdad, que por ello no puede prosperar. El engaño institucional está a la orden del día, y la toma de razón como legal por la Contraloría se descubre horadando el Estado de derecho en lo más profundo.

Tal como se supo de los fraudes privados de cúpulas pinochetistas, el Estado para el post pinochetismo, es una máquina de lavar dinero ilegal. Decenas de millones de dólares sólo en los últimos años, una sumatoria que no termina pues toda la estructura del alto mando empresarial y militar está corroída por la corrupción.

Entonces, asistimos a una debacle moral del Estado y la burguesía pinochetista, que recurre al asesinato y persecución selectiva, para acallar decenas de conflictos que se oponen a la producción contaminante, a los salarios y pensiones de hambre, a la corrupción misma, y tarde o temprano, emergerá, para decidir y sellar el destino del futuro en Chile.

Tal como en el siglo pasado, donde hacia 1918 sólo se podía ver al ejército con sables en ristre sobre la multitud dejando decenas de heridos y muertos cada vez, pasó en doce años a un ejército revolucionario, que implementó la seguridad social para pagar la crisis del 29, y autorizó a la clase trabajadora a crear sus mutuales de pensiones por decenas. La historia es caprichosa, diría un erudito, pero nosotros los socialistas revolucionarios, decimos que somos científicos.

Es imposible que sólo haya mercenarios en el Ejército de Chile, que tiene en Schneider y Prats dos héroes de la defensa de la nuestra integridad como nación. Uno se opuso a evitar el ascenso de Allende el 70, y el otro se opuso al golpe que más tarde dio Pinochet.

Es claro que en la fuerza social se escucha fuerte y claro que ese camino de destrucción de Pinochet, tocó fondo, y todos quienes se identificaron con sus valores tienen las anchas puertas para retirarse, que eso lo saben hacer sin honor ni gloria alguna.

Chile es un país capaz de articular un poderoso crecimiento, como Bolivia con Evo. Chile en diez años con tasas de crecimiento de 5,5% como Bolivia hoy, y con una redistribución intensa de desarrollo, puede llegar a ser parte del primer mundo.

Con la actual estructura es imposible avanzar. El capital mantiene una crisis permanente por salarios y pensiones; lucha intensa ecosocial de las comunidades por proyectos contaminantes, de gran abuso de delitos sexuales contra la mujer y pederastia; de abuso y acoso sexual a la mujer, sobre todo trabajadora y estudiante; la educación es un bien de consumo y la salud la tiene quien la pueda pagar.

El país además es desigual, con agudo malestar social, que lleva a la fricción de clase que potencia aún más la delincuencia sobre todo al lujo.

Este estadio no tolera más tiempo, se agotó. La deuda de desarrollo y beneficios a toda la sociedad no sólo no llegó por vía del capitalismo, sino es claro no va a llegar jamás.

El reemplazo de la institucionalidad entonces se hace necesario, para evitar grandes daños a la fe pública y privada, cuyos perjuicios no sólo son monetarios, sino también morales.

Y ese reemplazo toma nota de una profunda transformación, y la lectura de una sanción de clase a los abusos y delincuencia de la clase dominante, toma fuerza en la sociedad. Esa transformación no quiere otra cosa que no sean los sueldos, pensiones y beneficios de vivienda y salud de los militares. La clase trabajadora toma nota que ese bienestar requiere medidas radicales, abolir la administración privada (fraudulenta) de las pensiones, generar estímulos por esfuerzo, en una palabra, participar activamente de los recursos monetarios generados en el sistema de producción.

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