por Jano Ramírez
El audio filtrado del rector interino del Instituto Nacional Barros Arana, donde estigmatiza de forma violenta y burlesca a estudiantes con Trastorno del Espectro Autista (TEA), ha generado repudio transversal. Pero no nos confundamos, esto no es simplemente una «opinión desafortunada». Es el reflejo más crudo y transparente del sistema educativo bajo el capitalismo.
Cuando Sebastián Piñera dijo que la educación era «un bien de consumo», muchos se escandalizaron. Pero tenía razón desde su propia lógica de clase. Para la burguesía, la educación no es un derecho ni una herramienta para liberar al ser humano. Es un negocio, es un filtro. Es una máquina diseñada para reproducir las desigualdades, formar mano de obra dócil y marginar a quienes no encajan en su molde productivista y competitivo.
El rector del INBA, nombrado por Mario Desbordes, uno de los rostros “renovados” de la derecha, simplemente expresó en voz alta lo que muchas autoridades piensan pero callan, que los estudiantes que presentan diferencias cognitivas, emocionales o de comportamiento, estorban. Les sobran. ¿Por qué? Porque no encajan en la lógica del “rendimiento”, la “eficiencia” y la “disciplina empresarial” que el neoliberalismo ha impuesto en las aulas.
¿Qué tiene que ver esto con el capitalismo? Todo.
El sistema capitalista necesita producir no solo mercancías, sino también sujetos funcionales al capital, trabajadores que sigan órdenes, no cuestionen, compitan entre sí, y acepten que su lugar en la sociedad está dado por su “productividad”. La educación, lejos de ser un espacio neutral, cumple ese rol, reproduce la ideología dominante.
Por eso las escuelas públicas están abandonadas, mientras se subsidian colegios privados. Por eso se reprime a estudiantes que protestan. Por eso se habla de «emprender» desde básica. Y por eso se margina a quienes tienen otras formas de aprender, sentir y comunicarse.
Ejemplos sobran.
En muchos liceos, se expulsa o “sugiere cambiarse” a estudiantes con TEA, TDAH o diagnósticos similares, en vez de adaptar las clases y contar con equipos de apoyo.
Las pruebas estandarizadas como el SIMCE no miden aprendizaje real, sino capacidad de competir. Dejan fuera a miles.
La «meritocracia» es la trampa perfecta.
hace creer que si no avanzas, es tu culpa, no del sistema.
Incluso la infraestructura escolar discrimina, baños sin accesibilidad, aulas hacinadas, ruido constante, cero condiciones para estudiantes neurodivergentes.
¿Cuál es la salida?
La respuesta no está en cambiar al rector por otro más «amable». Está en pelear por una educación que no sea para el lucro ni para el orden social burgués. Necesitamos una educación pública, gratuita, laica, inclusiva y transformadora. Que respete la diversidad, que promueva la crítica, y que prepare para cambiar el mundo, no para obedecerlo.
Este caso debe indignarnos, sí. Pero sobre todo debe organizarnos. Porque mientras el capitalismo mande, la educación seguirá siendo un instrumento de exclusión y domesticación.
¡La educación no es una mercancía!
¡Es un derecho, y debe ser una herramienta para la emancipación!
Jano Ramírez