Mientras publicamos este artículo, se llevan a cabo huelgas en escuelas de todo el país en solidaridad con los estudiantes de Parkland, Florida. Cientos de estudiantes de instituto van a la huelga y se manifiestan en Florida, Maryland, Arizona, Illinois, Kentucky y Minnesota, estando previstas muchas más acciones similares las próximas semanas.
El pasado miércoles, en Marjory Stoneman Douglas High School (Parkland), diecisiete jóvenes fueron abatidos a tiros y muchos más resultaron heridos en un caso más de la interminable sucesión de tiroteos en masa en escuelas.
En los últimos días, los supervivientes se han rebelado contra la industria de las armas y los políticos que la controlan, reclamando que dejen de facilitar los asesinatos en masa. Cinco años y 239 tiroteos en escuelas después de la masacre de Sandy Hook (años durante los cuales los políticos aliados al lobby de las armas han utilizado siempre “oraciones y buenos deseos”, en vez de abordar una seria discusión sobre la locura que supone una sociedad repleta de armas, incluso armas automáticas fabricadas para la guerra), la presa se ha roto gracias a un grupo de estudiantes indignados y llenos de energía.
Las protestas se extienden a nivel nacional
Inspirados por los alumnos de Florida, múltiples manifestaciones han tenido lugar a lo largo del país, incluyendo delante de la sede central de la principal organización del lobby de fabricantes de armas, la Asociación Nacional del Rifle (ANR).
Una marcha en Chicago, convocada con apenas unos días de antelación, atrajo a alrededor de tres mil personas, sobre todo mujeres, el domingo 18 de febrero. El llamamiento de la plataforma contra los políticos que apoyan a la ANR a “votar en su contra” fue sustituido en la calle por un llamado “a echarles”. Este hecho es claramente indicativo del estado de ánimo de una sociedad que no quiere esperar a las elecciones de noviembre. El camino a seguir lo están marcando los estudiantes. Los estudiantes de instituto de hoy en día tenían diez, once o doce años cuando la matanza de Sandy Hook en diciembre de 2012; han crecido tomando parte en simulacros de ataques con armas de fuego y, trágicamente, esos simulacros no han podido salvarles.
En los próximos días hay programadas más protestas: el miércoles 21 de febrero, los estudiantes de las escuelas de Broward County están preparando una acción a la hora de la comida; el 14 de marzo, la organización nacional de la Marcha de las Mujeres ha llamado a coordinar una huelga de estudiantes y profesores en las escuelas de todo el país. También se están organizando acciones coordinadas nacionalmente para el 20 de abril, aniversario de los tiroteos en la escuela de Columbine, así como una manifestación en Washington DC el 24 de marzo.
Los sindicatos que representan a los profesores y otros trabajadores de las escuelas deben apoyar este movimiento, movilizar a sus miembros para que se movilicen junto a los estudiantes, incluso convocar huelga siempre que sea posible. Las movilizaciones deben crecer en torno a reivindicaciones concretas que incluyan la prohibición de armas semiautomáticas y otras medidas de protección; la plena financiación de los servicios de las escuelas públicas que ayudan a estudiantes en situaciones de crisis, y la desmilitarización de nuestras comunidades.
La violencia con armas
Los tiroteos en escuelas son el aspecto más terrorífico de unos niveles epidémicos de la violencia provocada por armas en Estados Unidos, mucho mayores que en cualquier otra sociedad desarrollada. Hay muchas razones detrás de esta escalada de violencia, pero todas ellas apuntan a la salvaje historia del capitalismo en Estados Unidos y a la brutal alienación y desigualdad que genera hoy en día. Los últimos cuarenta años de políticas neoliberales han provocado incesantes ataques a los avances de la clase trabajadora, la mujer y la población negra. Estos ataques se han llevado a cabo bajo la administración tanto del Partido Republicano como del Demócrata. Con el profundo debilitamiento del movimiento obrero y el crecimiento de la desigualdad, hemos asistido a una pérdida en las tradiciones de la organización colectiva y en la solidaridad, las cuales son esenciales para echar atrás los ataques sobre nuestra sociedad.
Siendo conscientes de que existen muchas razones legítimas por las que la gente puede querer tener un arma en esta sociedad, incluyendo la protección personal, desde Socialist Alternative nos preguntamos si la situación actual defiende, de alguna forma, los intereses de la clase trabajadora. La sucesión de tiroteos en masa es suficiente para demostrar que la prevalencia de armas en la sociedad estadounidense no es positiva para la gran mayoría de la población.
Pero también rechazamos la idea de que el monopolio del uso de las armas debe estar en manos del Estado. El historial de intervenciones policiales y militares no es otro que constantes ataques a sindicatos y organizaciones civiles, espionaje, provocaciones y, tal como hemos visto en muchas ocasiones, una gran facilidad de la policía para disparar a sospechosos desarmados, especialmente población negra, sin ninguna consecuencia. Protestas pacíficas como el movimiento Ocupa Wall Street y otras manifestaciones en contra de políticas procapitalistas han sido atacadas por la policía, la cual, además, infiltró provocadores.
Cuando las comunidades han explotado de rabia en contra de la brutalidad policial, como en Ferguson, Baltimore, se han desplegado equipamientos militares; armamento que, al igual que las armas de asalto, ha sido desarrollado para ser usado en la guerra (aunque, como exmilitares de Irak o Afganistan han señalado, hay muchas más trabas para alistarse en la guerra). Tanto manifestaciones pacíficas como aquellas donde se ha destrozado algunas propiedades han sido atacadas, gaseadas con gas pimienta, por unos sujetos que perseguían criminalizar el derecho a la protesta.
Pero el enorme número de armas militares que están disponibles en EEUU suponen hoy en día un claro peligro para la clase trabajadora y la juventud. La mayoría de los jóvenes y trabajadores están de acuerdo en que necesitamos establecer límites razonables en el tipo de armas disponibles, así como restricciones en la facilidad con la que personas con un historial de violencia o amenazas tienen acceso a las armas.
Apoyamos limitaciones en el acceso a las armas y en el tipo de armas disponibles, como una medida de salud pública, aunque las medidas de control de armas no resolverán los problemas de desigualdad, pobreza y alienación que subyacen en el fondo de la violencia, y las medidas tomadas en cuanto a la restricción de armas que ya están en marcha supondrán una intervención policial masiva difícil de soportar.
El papel de la Asociación Nacional del Rifle
Es muy importante apreciar que este movimiento de estudiantes y profesores no reclama tan sólo restricciones en el tipo y en la disponibilidad de las armas de fuego. Está claramente dirigido hacia el lobby de las armas, especialmente la ANR, los fabricantes de armas y los políticos de derechas a los que apoyan. Muchos de los ataques más duros van dirigidos al presidente Trump. Es un presidente que fue respaldado con entusiasmo por la ANR y que fomenta la intolerancia, lo cual engendra violencia; toda su administración justifica la violencia y durante los mítines de campaña llamó a la violencia contra aquellos que le interrumpieran.
La ANR es un lobby corporativo multimillonario para una industria que, al igual que otras contaminantes o peligrosas como las del tabaco, el amianto, el petróleo, el carbón, el gas y los agroquímicos, busca bloquear la legislación y evitar medidas que podrían proteger al ser humano y al medio ambiente de sus productos, con el fin de proteger sus beneficios. Nosotros no aceptamos que la existencia de la ANR esté relacionada con la protección del derecho a tener armas. De hecho, tiene un largo historial en cuanto a promover la represión al movimiento de liberación negro a través del control de armas.
Como señalábamos en nuestro último artículo sobre la cuestión del control de armas, la ANR, que afirma contar con cuatro millones de miembros, “está impregnada de una ideología libertaria de derechas que promueve una versión muy reaccionaria del individualismo”. Actualmente es utilizada en interés de la industria armamentística y para movilizar por el “derecho a las armas” como forma de encubrir a la derecha mientras ésta continúa con su agenda política en contra de la clase trabajadora (incluyendo la oposición al aborto, a la inmigración, etc.). Pero debemos ser claros: mientras la ANR y sus defensores promueven la idea de ciudadanos armados de forma individual, en vez de milicias, parte de su base, ampliamente armada, podría convertirse en una fuerza contrarrevolucionaria para aterrorizar a activistas de izquierda, trabajadores en lucha, población negra, inmigrantes o miembros de la comunidad LGTBIQ, como fuerza auxiliar del estado capitalista.
Una de las respuestas más comunes de la ANR a masacres como la de Las Vegas o el Baptisterio de Sutherland, o los tiroteos en escuelas, es que la respuesta a los “chicos malos” armados es armar a los “chicos buenos” hasta los dientes. En una sociedad en la que la idea de solidaridad ha sido severamente socavada y en la que el individuo se siente indefenso, esto ha tenido desafortunadamente un efecto. En Florida, existe ahora mismo un serio debate sobre armar a los profesores durante las clases. Rechazamos esta medida, que tan sólo contribuiría a aumentar el ambiente de miedo y violencia.
Un programa más amplio
Los estudiantes están apuntando correctamente a Trump y la ANR, diciendo “si no puedes resolver este problema deberías quitarte de en medio”. Correctamente señalan la influencia corrupta del dinero de las empresas. Pero esto se puede aplicar no sólo a los republicanos, sino también a los demócratas. Los demócratas y sus aliados, naturalmente, tratarán de capitalizar el descontento y volverlo a su favor de cara a las elecciones de noviembre. Pero debemos insistir en que la única forma de acabar con Trump y la derecha es construyendo un amplio movimiento de masas que se base en un programa que exprese las necesidades de la gente común. La rebelión de la juventud contra la violencia y la corrupción política puede ser la chispa que reavive el movimiento.
La plataforma Women’s March Youth Empower llamó a una huelga de dicisiete minutos el 14 de marzo por parte de alumnos y profesores y declaró: “el Congreso debe actuar para mantenernos a salvo y aprobar una reforma de las leyes sobre armas que aborde la crisis de salud pública debida a la violencia”. Ésta es una buena fórmula porque va más allá del simple control de armas: señala la necesidad de contar con mayores recursos en las escuelas para tratar a personas con diversos problemas.
Cada vez hay más documentación acerca de los errores cometidos por los servicios sociales y sistemas de salud mentales en relación al tirador, Nikolas Cruz, y la ayuda que necesitó durante su crecimiento. Fue diagnosticado con un retraso en el desarrollo cuando tenía cuatro años y fue identificado muchas veces por la escuela y servicios de bienestar infantil como alguien que necesitaba ayuda. Esto va a la esencia de la ideología dominante en EEUU, la generación de una sociedad alienada e insolidaria, cuyos jefes empresariales promueven la idea de “bastarse uno mismo” para enmascarar sus propios intereses, obtener beneficio a cualquier coste.
Los jóvenes de Parkland y sus padres tienen derecho a exigir el poder ir a la escuela a salvo del horror. Los jóvenes dreamers tienen derecho a estar a salvo de deportaciones; las mujeres jóvenes tienen derecho a ser libres de acoso sexual; los jóvenes negros tienen derecho a estar a salvo de la brutalidad policial. A través de una lucha colectiva de masas, podemos echar abajo el gobierno de Trump y obtener reformas reales. Pero tendremos que ir más allá y erradicar el sistema capitalista que tan sólo genera horror.
Un programa socialista para la seguridad en las escuelas incluiría las siguientes reivindicaciones:
- Construir, extender e incrementar el movimiento incluyendo huelgas masivas, protestas y ocupaciones.
- Mantener la prohibición de armas automáticas de la Ley de Armas de Fuego de 1934, y su extensión a las armas militares semiautomáticas como el AR-15, que fue utilizado en Columbine, Sandy Hook, San Bernardino, Las Vegas, Parkland y otros casos de tiroteos en masa (estas armas fueron prohibidas en 1994, pero sólo durante diez años).
- Restaurar la prohibición de tambores de gran capacidad y de otras modificaciones que aumentan el rendimiento de las armas.
- Comprobar las circunstancias personales y del entorno de cualquier posible comprador, y un período de espera antes de cualquier venta de armas, acabando con el vacío legal; aunque las negaciones de venta debido a esto deben ser por una buena razón (por ejemplo, violencia doméstica), y deben estar sujetas a un control democrático. Prohibir la venta a cualquiera que haya tenido una condena significa, en la práctica, excluir a una gran parte de la clase trabajadora negra. Cuando menos, debería existir un procedimiento específico en la comprobación de las circunstancias y el entorno.
- Desmilitarizar la policía y de las escuelas públicas. Las escuelas deben tener un comité elegido democráticamente que asegure la seguridad y el bienestar de todos los empleados, estudiantes, padres y madres. Estos comités deberían supervisar todas las medidas relacionadas con salud y seguridad, incluyendo la total financiación de trabajadores sociales y servicios de orientación y terapia, así como el poder para decidir qué medidas físicas se necesitan para proteger a los estudiantes y al personal.
- Echar a la ANR y al Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales en la Reserva (CEOR) de nuestras escuelas; Nikolas Cruz fue entrenado para disparar en un programa de la ANR financiado con 10.000 dólares de subvención. La ANR es una organización del lobby de la gran industria armamentística y no se le puede confiar programas de “seguridad armamentística”. Como ocurre con el CEOR, estos programas se utilizan para propugnar ideas falsas (por ejemplo, el CEOR adoctrina a los niños para que crean que “América nunca ha perdido una guerra”), que no deberían ser parte de la educación pública. Los programas que enseñen seguridad armamentística o puntería necesitan estar bajo el control democrático de una junta escolar electa, o alguna forma de control sindical.
- Financiar de forma total servicios sociales que incluyan orientadores y psicólogos en las escuelas. Como el arte, la música o las bibliotecas, no se tratan de un lujo, sino que deben ser parte de un sistema educativo que se centre en las necesidades de los seres humanos.
- Un programa de empleo masivo, un salario mínimo federal de 15 dólares la hora y otras medidas anti-austeridad, y un sistema de sanidad público que priorice los problemas relacionados con la salud mental, serían grandes pasos para crear una sociedad más sana y menos violenta. Propugnamos cualquier medida que pueda reducir el nivel de desigualdad en la sociedad y que pueda desmantelar el racismo institucional, pero insistimos en que, en definitiva, tan sólo acabando con el capitalismo podremos crear una sociedad justa e igualitaria.